ㅤgolden hourㅤ★ㅤmidoriya izuku !

cinco

CINCO
worry about someone

    —Terminamos a tiempo —Hanae señaló con una suave sonrisa, levantándose a la misma vez que estiraba su cuerpo.

    —Sí —siguió Midoriya imitando su acción—. Los brownies sabían bien.

    —A mi hermano le gustan mucho los brownies que hago. Me alegra que a ti también te gustaran, aunque tu madre también ayudó mucho —Togata sonrió de la misma manera que veía a la mayor limpiando la cocina, ajena a la conversación que estaban teniendo—. Es una mujer muy dulce, se nota que te ama demasiado.

    —Pues... —Izuku se avergonzó ante eso rascando su nuca, una sonrisa nerviosa apareciendo en su rostro—. Ah, espera un momento, se me había olvidado.

    Con la mirada confundida y expectante de la fémina, el pecoso desapareció en el pasillo de su vivienda. Togata miró sus manos un momento, bajando la manga de su suéter para tapar el moretón en la muñeca. No le gustaba verlo, y menos le gustaba que otras personas lo vieran.

    Midoriya segundos después apareció de nuevo, esta vez con algo en sus manos. Se lo tendió con una sonrisa, y Togata lo miró confundida.

    —Es una pomada, para tu moretón —explicó sin perder su sonrisa suave. La chica parpadeó un par de veces—. No soy capaz de curar heridas como tú, pero sí podría ayudarte.

    Hanae apretó un poco el agarre que tenía en la pomada al escuchar aquello. Sin poder evitarlo soltó una sonrisa dulce, cerrando los ojos.

    —Muchas gracias, Midoriya. Mi padre no había tenido el tiempo de comprarme una —le sonrió dulcemente y Midoriya no tuvo reparos en sonrojarse.

    —N-No me agradezcas —él negó, agitando sus manos—. De hecho, es mi manera de agradecerte por curar la quemadura de antes...

    Togata notó la manera en la que Izuku bajó su voz al decir lo último. Cayó en cuenta que él nunca le había contado a su madre lo que pasaba con Bakugo, por lo que apretó sus labios.

    —Lo haré todas las veces que sean necesarias, no es molestia para mí —susurró de vuelta.

    Midoriya se quedó callado, mirando hacia el suelo. Mentiría si dijera que no se sentía especial, pero también se sentía extraño. Su círculo de amigos siempre fue pequeño y cerrado. Personas iban y llegaban, pero nunca se quedaban. Su único amigo de la infancia siempre lo molestaba, y dejaba heridas en él que le costaba esconder de su madre.

    —Creo que ya me tengo que ir —la voz de Hanae lo sacó de sus pensamientos, haciendo que él parpadeara un par de veces—. Mi hermano me está esperando abajo. Nos vemos mañana, Midoriya.