VII

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Miedo.

Eso era lo que sentía Maela por su tío luego de enterarse de lo que le había hecho a su sobrino Luke. No podía ahora ni siquiera mirarlo a los ojos sentía que si lo hacía la lastimaría o le haría algo como a Lucerys.

La platinada se pasaba ignorando y huyendo de su tío, hacía todo lo posible para no tener que quedarse a solas con él, siempre era la primera en terminar su desayuno y de cenar. Trataba de siempre estar con su madre o su hermano para que este no lo molestara.

A veces trataba de sacarla de sus clases con la Septa, pero ella se negaba por lo que no la obligaban y solo corrían a su tío de allí para que la princesa pudiera aprender de sus lecciones como de costumbre.

Desde la muerte de Lucerys, había celebración en la fortaleza como si hubieran hecho algo increíble, Aegon no se preocupaba por las repercusiones que traería aquel acto de su hermano.

Todos apodaban a Aemond el «Matasangre», los que no le tenían miedo ahora lo hacían como más razón, cosa que no le importó a él. Desde hace mucho tiempo los insultos y los comentarios de las personas le resbalaban, mientras no fueran de su familia.

No era mentira que Aemond sentía una desesperación por no poder hablar con Maela, se la pasaba desconcentrado en los consejos pensando en cómo haría para que por fin tuviera la oportunidad de hablar con ella, sabía que ella lo alejaba por miedo y eso era lo que más le dolía al platinado, él jamás la lastimaría.

Los rumores de la muerte de Lucerys no eran los únicos que se habían propagado, el compromiso del príncipe tuerto con una de las hijas de lord Borros también estaban por los pasillos, otro motivo por el que Maela se la pasaba alejada de su tío.

Recordaba una noche que su padre había entrado a sus aposentos a preguntarle qué era lo que ella y su tío Aemond se traían entre sí. Esta le confirmó con dolor que nada, solo trataban de llevarse bien por todo el tiempo que pasaron lejos de otro, cosa que Aegon no se creyó por lo que le hizo saber que igual no podía haber nada entre ellos porque su tío ya estaba comprometido con otra chica.

La princesa solo se preguntaba qué habrá sentido Lucerys al morir en aquella tormenta junto a su dragón, nunca se perdonaría que le sucediera algo a su dragón Sunflower que tanto ella amaba.

Tenía prohibido volar con él, eso fue lo único que le dijo Aegon, no quería que mientras ella estuviera lejos con el dragón le sucediera algo por los del bando de su hermana, no se permitiría perder a su dulce princesa.

Aquel día, Maela aprovechó que la biblioteca se encontraba despejada y no había ningún rastro de su tío allí, por lo que pasó con tranquilidad, eligió el libro que más le llamó la atención en ese momento y se sentó a leerlo con atención.

Su mente estaba tan metida en el libro que se olvidó del exterior, las horas pasaban y ella seguía allí encantada leyendo cada parte de este.

Aemond salió de la junta del consejo cansado, se detuvo enfrente de los aposentos de Maela, quiso tocar la puerta, pero no se atrevió, sabía que su sobrina le huiría como siempre o lo echaría entre gritos pidiendo que se alejara de ella.

Caminó algo cabizbajo hasta la biblioteca y pasó, se acercó a la mesa y tomó un libro. Estaba por sentarse a leer cuando la descubrió leyendo a unos metros lejos de él mientras reía, hace días que no escuchaba su hermosa y contagiosa risa, le había hecho falta.

Empezó a acercarse lentamente, tenía miedo de que esta le volviera a huir, solo quería hablar con ella y explicarle todo. Pero realmente no le importaba quedarse en silencio para que no se fuera y poder admirarla un poco más, cosa que no había podido hacer durante días.

El Amor en la Gran Guerra || Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora