El Amor en la Gran Guerra || Aemond Targaryen

III

Después de los sucesos de la noche anterior, Aegon le pidió a su hija mayor que no volviera a salir por nada del mundo hasta el día siguiente, cosa que la joven cumplió, no quería volver a toparse con su tío Aemond y le hiciera algo.

La joven se levantó temprano y salió un rato a caminar al jardín, sabía que hoy su tía Rhaenyra partía con su familia, una parte de ella la ponía triste sobre aquello, pero sabía que tal vez era mejor para evitar problemas.

—No sabía que te gustaba madrugar.

Maela se sobresaltó al escuchar la voz de Lucerys.

—Por los dioses, príncipe Lucerys.

—Perdón, no quería asustarte.

—¿Ya se van? —preguntó algo triste.

—Así es, princesa. Madre lo ha ordenado.

—Lamento mucho todo lo de ayer.

—No te disculpes, ya estoy acostumbrado a las reacciones de tus familiares, en especial de Aemond.

La joven lo miró.

—Sigue molesto por lo de su ojo.

Lucerys suspiró.

—Me disculpe muchas veces con él por aquello a pesar de que fue por su culpa.

Maela prefirió no opinar ante ello, ella no había estado allí para saber quién decía la verdad.

—Deberías venir algún día a Driftmark, estoy seguro que a ti y a tu dragón les gustara.

—¿Es una invitación?

—Así es, y por el mismísimo Señor de las Mareas.

La joven le sonrió con timidez.

—Me encantaría y así podremos volar juntos.

—Esa idea me gusta, a Arrax le hace bien de vez en cuando algunos amigos.

Maela por impulso lo abrazó con fuerza sorprendiendo al príncipe, pero no se negó y se lo correspondió con ternura.

—Cuídense mucho viajando, trataré de escaparme de padre para ir a visitarlos.

—Te esperaremos.

Se separaron y Luke fue a buscar a Arrax. Maela suspiró viéndolo desaparecer, nuevamente volvía a quedarse sola con sus hermanos sin ninguna otra compañía.

Aemond había observado todo entre su sobrina y su sobrino, estaba algo serio, pero no podía hacer nada. Venía a disculparse con ella por la manera en que la había tratado la noche anterior, sabía que se había excedido con una adolescente.

Se acercó a ella, cuando la princesa lo vio empezó a acelerar su paso para escapar de él.

—Maela —ella se detuvo.

—¿Sí, tío?

—¿Podemos hablar?

—Estoy algo ocupada, debo ir a estudiar con la septa.

—Eso puede esperar.

La joven suspiró y se volteó a verlo.

—¿En qué problema me metí ahora?

—En ninguno, solo que... —el mayor tomó aire—...puede que anoche no te haya tratado de la mejor manera, me disculpo por mi comportamiento tan irrespetuoso y más con una princesa.

—No pasa nada, ahora me doy cuenta de que no le gusta el contacto físico.

—Es extraño para mí, nadie ha sido tan amable como tú conmigo.