°EPÍLOGO°

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Aegon sintió que moría al instante, la muerte de su madre vino a su mente con rapidez, una oleada de culpa lo carcomía, no había podido salvarla a ella, a sus hermanos, a su padre y ahora a Maela.

¿Por qué era tan difícil proteger a los que amaba?

¿De verdad tenía el derecho de llamarse rey comportándose así?

No podía proteger a nadie.

La cinta azul del cabello de Maela se encontraba amarrada en la ventana. El viento la hacía elevarse hacia afuera, lágrimas de rabia y frustración corrieron por su rostro.

Se negaba a creerlo.

¿Había sido su culpa?

Recordaba todas las veces que compartió con ella cuando su padre la había raptado.

—Maela —la llamó dulcemente.

Ella se encontraba en un rincón jugando con sus manos, Viserys los observaba a lo lejos, no comprendía por qué a su hermano le interesaba el bienestar de esa verde.

—¿Mhm? —preguntó ella.

—Te traje un poco de esto, no sé cuál te gustaría más así que no quise arriesgarme y te traje estos tres.

La hija de Helaena observó los platos, recordaba las palabras de su abuela, la regañaba por aceptar cosas de la gente, en especial de la familia de Rhaenyra.

—¿Cómo sé si no me estás engañando?

Aegon soltó una risa divertida.

—Puedo comer contigo si lo deseas.

Ella se impresionó.

—¿Por qué te preocupas tanto por mí?

—Sé cómo debes de sentirte, estás lejos de tus padres y de tu hermano, realmente me disculpo que debas vivir algo así.

—Es nuestra culpa, si le hubieran entregado la corona a tu madre, todo sería distinto.

—Tal vez sí, tal vez no, solo los dioses lo saben.

Comió un poco de pan mientras la observaba.

—Aegon, muévete, Cregan nos necesita.

—Ya voy, hermano —se levantó mirándola—. Ten buen provecho y trata de descansar, volveré después

—Una reina dar para un rey tener —murmuró viéndolo alejarse.

Aquellas palabras las había escuchado el platinado, pero no dijo nada, cuando su madre falleció, fue que lo comprendió.

Aegon empezó a caminar con temor hacia el ventanal, no se sentía preparado de lo que vería.

Colocó su mano sobre la ventana y tomó el listón para luego asomarse con los ojos llorosos esperándose lo peor, pero cuando lo hizo, se llevó una sorpresa de no ver el cuerpo de Maela. Rápidamente buscó por la habitación y la encontró en un rincón llorando y pidiéndole perdón.

—M-Maela...

—Perdón por ser una mala esposa —murmuró.

Aegon corrió hacia ella y la abrazó con fuerza agradecido de que estuviera bien. Besaba su cabello con suavidad mientras él lloraba y también le pedía perdón por tratarla mal.

—Tu no tuviste la culpa de nada, mi amor, no fue tu culpa.

—Perdón por no ser suficiente para ti.

El Amor en la Gran Guerra || Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora