Capitulo 36

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A sus espaldas sintió la presencia de otra persona, retuvo el aire y se dió la vuelta, tuvo que mantener la serenidad en su rostro con tal de no verse cohibido y así lo hizo, sin importar el arma que le apuntaba en la frente.

El sonido de las botas que llevaba la chica se hicieron más fuertes, pisotones firmes cual soldado con esa postura impenetrable, su frente en alto con una expresión como la suya, serena y calmada.

Se colocó cuerpo a cuerpo junto a él, guardaron un par de segundos silencio y luego estampó su puño contra su mejilla, haciéndolo tambalearse para atrás y escupir la sangre a causa del corte en su labio.

— Te dije — frunció el entrecejo — que si hacías algo estúpido, iba a matarte.

— Y yo te dije, que haría cualquier cosa para sacarlo de aquí — limpió su boca con su muñeca, una línea reluciendo en su labio de abajo — a costa de mi vida incluso.

— ¿Morirás por él? Que valiente Romeo.

— Hablo enserio — volvió a su misma postura — pero antes prometiste responderme una pregunta.

— Claro que lo hice, pero no cumpliste tu parte del trato.

— Dejaré que me mates — Mía se sorprendió un poco, no lo demostró en su cara pero lo hizo, que hablara tan a la ligera a cerca de perder su vida por ese chico peliazul ciertamente le impresionaba.

No se veía asustado.

— No te hagas el héroe conmigo — advirtió — porque créeme que lo haré, no me ando con juegos, pequeño heredero Song.

— Yo tampoco Mía, por eso, no voy a impedirte que acabes conmigo una vez me hayas dicho lo que quiero saber.

Pareció pensárselo un rato, mirándolo como una robot y después de examinarlo, dió una señal a los dos robustos hombres de irse para dejarlos solos, una vez hecho, ella habló de nuevo.

— ¿Qué quieres saber?

— ¿Quién te dijo que hicieras esto? Dime.

— No pareces ser un hombre tonto, oh espera, lo eres — ella soltó una risa nasal y Mingi frunció su ceño.

— Dime ya.

— Oye tranquilo — suspiró — bien, te diré.

— Habla.

— Al principio parecía ser sólo una persona más que me llamaba para desaparecer personas, tú sabes, enemigos, rivales o algún clavo difícil de sacar. Lo normal en la vida de los ricos cuando ven una amenaza a su preciado tesoro, su fortuna — lo miró de arriba abajo — aunque no pareció ser sólo por dinero ahora que lo veo, a mí parecer, es algo más que sólo un capricho, parece ser más una venganza.

Mingi la siguió con la mirada, ella se postró frente a otra ventana rota, la cortina vieja se elevaba por el viento y junto a ella, los cabellos rojos que la mujer rusa poseía.

— Me parece que ella, quiere quitarte lo que un día a ella le quitaron.

— ¿Qué?

— Eso es todo — sacó un arma — te dí una respuesta. El tiempo se acabó, joven Song.

Retuvo la respiración un segundo, cerró los ojos y volvió a abrirlos, la pelirroja no dejó de apuntarlo directamente en el pecho.

— ¿Podrías decirle...que me perdone algún día? — miró el pedazo del broche de mariposa en su mano oculta en su bolsillo, sonrió con culpa pero estaba bien. Hongjoong era fuerte.

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