Capítulo 1

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Caminaba hacia mi trabajo. Sin duda el trayecto era lo suficientemente tranquilo como para poder caminar y pensar en lo que escribiría en mi trabajo, si es que tenía tiempo. Trabajaba en una editorial, mi trabajo consistía en revisar los escritos que algunos autores querían publicar. Daba una pequeña reseña, o recomendaciones que ayudarían al autor o a la editorial para saber si dar un "sí" o un "no".
Cuando no tenía trabajo o terminaba de hacerlo, me disponía a escribir. Nunca tuve el valor para presentar mis escritos a los altos mandos de mi trabajo, no sabía si les interesaría, pues eran muchas páginas con poemas salidos de lo más profundo de mi mente. Por ahora estaba bien así, me conformaba leyendo pues era otra actividad que me gustaba practicar.

Dejando eso de lado, llegué a mi trabajo; y luego, a mi oficina. Era una cuarto algo pequeño, pero eso lo hacía cómodo, al menos para mí. Todas las mañanas tenía una pila con varios libros o escritos que revisar; pero hoy solo tenía algo que ni siquiera era un libro parecido a los que inspeccionaba. Al parecer el autor se llamaba Edgar Allan Poe. Era extraño, pues los libros que revisaba no venían ya empastados y bastante formales, pero trabajo era trabajo, y el trabajo también significaba dinero.
Así que lo abrí, y luego de un solo segundo con el libro abierto, empezó a salir del libro una luz amarilla que te podría dejar incluso ciego; tratandome de cubrir, la luz empezó a absorverme, y aun con la impresión de lo que me acababa de pasar, yo me encontraba en la sala de una casa algo "antigua" o "clasica". Para personas normales, una sala bastante acogedora, pero para mí, que me había transportado a ese lugar por medio de una extraña luz amarilla hace menos de cinco segundos, esto parecía una traumante película de terror.

Sin antes intentar analizar un poco la situación, lo único que pude hacer fue moverme, al menos por la sala, en esa situación lo que intentaba hacer era buscar algo que me ayudara. Y luego de un par de vueltas, en una repisa encontré un pequeño papel, el cual decía: arriba. Bajo la desesperación que tenía, eso ya era un diamante; entonces volteé hacia arriba y ví pegado al techo algo que parecía ser un reproductor, o tal ves un tipo de micrófono; no tenía mucha idea realmente, pero era mi única pista, y pasar horas leyendo novelas de misterio tenían que servir de algo, y lo único que me quedaba era subir.
Entonces, apoyándome en un escritorio y un par de sillas, llegué al techo que afortunadamente no estaba tan alto. Antes no entendía por qué demonios necesitaría practicar mi equilibrio y escalada, si todo lo que quería era escribir poemas en mi cuarto, pero bien dicen que los padres saben más que uno, y ahora lo acepto, pues de no ser por ellos, en esta situación me pude haber lastimado de gravedad. Olvidandome de mis clases de equilibrio; ya tenía ese extraño aparato lo suficientemente cerca, así que pulse el botón que según yo hacía que funcionara. Pasaron alrededor de tres segundos en los que pensé que había presionado el botón incorrecto, hasta que se escucharon unos ruidos parecidos a cuando prueban un micrófono (probando, probando, 1,2,3, 1,2,3). Al oír eso, enseguida bajé, tal vez por el susto, o tal vez porque no aguantaba más mis piernas encima de esas sillas, pero sin importar el motivo, bajé de ahí.
Cuando pude poner mis pies en la tierra, el sonido que se oía desapareció, y luego de un par de segundos, se escuchó la voz tímida de alguien que parecía ser un chico.

—Ehh ¿Hola? Este... ¿perdón?— tal vez por el efecto de la situación, como si fueran sustancias; o porque de verdad no se entendía nada de lo que decía esa persona, pero sí que estaba perdida.

—Habla bien, no te entenderá— al menos con esto ya sabía que yo no estaba como si tuviera efectos secundarios, y que no se daba a entender la otra persona; pero esto lo dijo alguien que al parecer estaba de fondo, pues las palabras no se escuchaban cerca del micrófono.

— Ah, bueno...— aclaró su garganta, y al mismo tiempo la voz—Perdón por traerte aquí, no tenía otra idea de cómo poder hablarte. Soy Edgar Allan Poe y-

— ¡Y yo soy Ranpo Edogawa! ¡El mejor detective del mundo! ¡Quien ideó este plan!— habló otra vez esa voz de fondo, que ahora tenía fondo.

— Ranpo-san, déjame hablar, o intentarlo— dijo susurrando, claramente dirigiéndose a ese tal Ranpo.
— Como decía, soy Edgar Allan Poe, llegaste aquí gracias a mi poder, que me permite transportar a cualquiera si abren alguna de mis novelas, como en tu caso ahora mismo. Te traje aquí porque quería hablarte.

Si antes no entendía nada, ahora era peor, habían dos personas hablando a través de un ¿transmisor? y al parecer uno de ellos me quería hablar, definitivamente sería una historia que contar en el caso de que saliera viva. De cualquier modo, debido a que era gracias a un poder, no me quedaba de otra más que hablar, o intentar, al igual que él, porque estaba a punto de hacerme encima, desmayarme, o cualquier cosa que fuera mala por los nervios y el miedo.

— Vaya, entonces ¿de qué querías hablar?— las pocas palabras que pudieron salir de mi boca sin temblar debido al todas las emociones que traía encima.

— Bueno, seguro no lo recuerdas, pero hace unos días llegué a la editorial a la que trabajas para saber si me podían dar empleo. Cuando estaba en sala de espera, pasaste enfrente mía con una pila llena de papeles, de los cuales un par terminaron en el suelo sin que te dieras cuenta, así que los tomé, ví que eran poemas y no pude evitar leerlos, lo lamento mucho, pero fue inevitable. Cuando terminé de leer, quedé totalmente sorprendido con ellos, y necesitaba saber quién eras; me dí cuenta de que tenían tu nombre por detrás, así que me dispuse a investigarte para poder preguntarte sobre esos poemas.
Con la ayuda de mi amigo, Ranpo, pude encontrarte y traerte hasta acá. Siento en serio que haya sido de esta manera, pero según Ranpo era lo mejor, y él es mucho más inteligente que yo, aunque no me guste aceptarlo.

¿En serio estaba pasando esto en mi vida? Hace no más de unos cinco minutos acababa de ser absorbida por una luz amarilla que terminó siendo el poder de alguien... alguien que jamás pensé que aparecería en mi vida... alguien a quien le habían gustado los poemas que venían desde el fondo de mi pecho, esos mismos poemas que jamás me atreví a mostrar por el miedo al rechazo. Ese alguien se había convertido en segundos, en una llama de esperanza para mí.

Gedicht || Poe x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora