Capítulo 10

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-¿Sabes qué? Olvida todo lo que acabo de decir. Solamente no le digas a Poe que te dije esto. Yo mejor ya me voy.- Y Edogawa Ranpo salió de esa misma puerta por la que había entrado para cambiar el rumbo de la historia.

No me dió ni tiempo de decirle una sola palabra, aunque siendo sincera, no creo que hiciera falta que yo dijera algo, Ranpo ya había hablado todo lo que necesitaba.

Así que Edgar estaba enamorado de mí. Esto facilitaba todo aún más. A lo que surgía otra pregunta. ¿Debía confesarme a Edgar?

Sería la manera más fácil de arreglar mis problemas. Ya había esperado bastantes días a que Edgar dijera algo sobre ese tema, pero lo único que escuchaba eran conversaciones normales, su mascota mapache Carl, y su mejor amigo Ranpo. Nada extraño.

Definitivamente declararme era la mejor opción, aún así no planeaba hacerlo por ahora, necesitaba tiempo, tan siquiera tenía que estar fuera del hospital para eso.

Por lo que solo el tiempo, y el doctor, podrían decidir cuando soltaría mis sentimientos.

Sentimientos que habían estado creciendo demasiado, cuando acepte estar enamorada, paré de pensar en las consecuencias de hablar con Edgar y lo dejé fluir. Habían sido días agradables, como el del presente.

Pasé el resto de la tarde sola, pensando en cómo le diría a Edgar cuanto lo había llegado a querer en unos pocos días. La verdad ese tiempo sin el americano se había convertido en un tiempo algo aburrido, me seguía preguntando si Edgar llegaría ese día, ya me parecía extraño.

Sin embargo, esa duda no me duró demasiado. Cómo ya lo esperaba, ese chico de cabello largo abrió la puerta, pero algo diferente, esta vez llevaba un mochila con él, que al entrar a la habitación comenzó a moverse misteriosamente.

-Ahg-Soltó tratando de quitarse esa gran mochila de la espalda.-¡Hola ____! Lamento llegar mucho más tarde que todos los días, pero tengo una sorpresa para ti.

Con la mochila ya entre sus brazos, se acercó a la camilla y se sentó a la par mía.

-¿Una sorpresa?¿Qué trajiste esta vez?-Edgar abrió la mochila y dejó ver a su mascota Carl, un mapache, del cual también había escuchado bastante.

-¡Tadan! Quise traer a Carl para que lo conocieras. Le he contado sobre ti, así que él también estaba muy emocionado de poder verte.

Sí que logró causarme una gran sorpresa. Carl salió de la mochila y se acercó a mí, a lo que comencé a acariciarlo, tratando de sostenerlo entre mis brazos.

-Oh gracias, es muy tierno ¡Hola Carl!-Dije dirigiéndome al mapache.

-Haha, lo traía en esa mochila porque estaba seguro de que no me dejarían entrar con él al hospital, así que aunque fuese algo difícil, e ilegal, me alegra que pueda estar ahora aquí.-Habló regalándome otra de esa calidas sonrisas suyas. Lo que me causó algo de gracia luego de oír su historia.

-Ojalá no entre nadie del personal ahora, podrían echarte de aquí.-Aún si era un tipo de broma de mi parte, era muy cierto.

-Espero que no. Y sobre eso ¿de casualidad Ranpo estuvo aquí? Me dijo que me había estado buscando, así que por sus deducciones puedo suponer que pasó por aquí.-Este chico es muy inteligente, pero no podría mentir, si a Ranpo otra vez se le escapara algo sobre lo que pasó, me pondría como una mentirosa.

-De hecho sí, estuvo aquí hace un rato.

-Así que estaba en lo correcto. Espero no te haya dicho nada raro, ya sabes como es.- Aquí sí que tendría que aplicar una de mis típicas mentiras piadosas.

-Haha, no te preocupes, no dijo ni hizo nada extraño. Es un buen chico.-Eso último era cierto, me parecía agradable, mucho más por ser amigo de Edgar.

-¡Me alegra mucho que te agrade!

Pasamos el resto del tiempo conversando como todos los días en el hospital, pero ahora junto a Carl. Pero el tiempo que Edgar podía estar en el hospital no era ilimitado, así que se tuvo que ir junto con Carl.

Fue una tarde casi noche muy bonita, pero también un día raro.

Como sea, pasé los días igual que siempre por casi una semana más. Hasta que los fuertes dolores de cabeza lograron parar. No podía odiar el tiempo que estuve en el hospital, porque no fue feo, al contrario, fueron los momentos en los que logré encontrarme a mí misma. También los días en los que más conviví con Edgar.

Pero no es que extrañara mi casa, volver me dió una gran sensación de nostalgia. Mi vida volvería a ser como antes: pasar una buena parte en el trabajo, del cual me había librado mucho, y el resto del día en mi casa escribiendo. Si es que no salgo con Edgar en mi tiempo libre, puesto que ahora teníamos una bonita amistad. De seguro lo último de lo que hablamos mientras estaba en el hospital fue de mis poemas.

De la manera que fuese a ser, tenía que continuar mi vida hasta que le pusiera una fecha al día de mi confesión de amor.

Volver al trabajo fue definitivamente lo más difícil. Tenía demasiados escritos por revisar que me tenía que quedar hasta un poco más tarde para terminar lo más rapido posible y volver a mi ritmo habitual.

Sin embargo, lo bueno de trabajar arduo, es que luego podía cuando tenía salidas con Edgar, las disfrutaba al máximo como mi tiempo para relajarme.

Pasé con este paralelismo por dos semanas quizás. Cada día en el que tuviera la oportunidad de reunirme con el estadounidense, nos acercábamos más al otro, en el sentido en el que nos empezamos a tener más confianza.

Poder ver lo feliz que estaba Edgar era increíble. Me empezó a encantar su sonrisa, su manera de contarme las novelas que escribía y su apasionada manera de hablar sobre su rivalismo con Ranpo y su sueño, así mismo de como Carl era su apoyo emocional cada vez que fallaba.

Antes, gracias a él me sentía en el mismo infierno, ahora cada vez ascendía más a las bellas puertas del cielo, que probablemente eran sus brazos.

Gedicht || Poe x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora