365 poemas en los que olvidarte o saber de ti.

Día 23 de 365.

Afuera En La Ciudad, había un huracán conocido por Lady Madrid, nadie sabía su nombre, bien podría ser: María de los Dolores, Margot o Amelie.

La conocí en el bar de la esquina, sentí que se desataba una guerra Mundial, que era pura electricidad acompañada de una hermosa taquicardia repentina.

Bebí un trago de aguardiente, me acerqué a ella esperando entablar conversación, para ello, pedí un Champagne bañado en hielo.

Tú y yo no queremos ser como los demás, la dije. Yo no creía en las Princesas, ella no creía en Superman. Que parezca un accidente, vámonos de aquí, lo quiero todo contigo.

Voy a comerte y poner a prueba este violento amor. Me sentía Astronauta recorriendo su cuerpo, sabía a Caramelo y ella pedía ‘’Házmelo’’.

Música ligera para desatar el último incendio. La francesita de los ojos azules me hacía llegar al éxtasis, tenía la medicina para mi vacío y para incluso, el suyo. La chica de la mirada perdida necesitaba de mí esa vis a vis.

Me daba miedo y vértigo cuando se alejaba. Necesitaba notar constamente tu respiración. Nunca nadie, sacó de mí, mi mejor versión.

Desnudándose, quitando sus zapatos de charol y dejándose caer en mi cama, me hizo recorrer San Sebastián – Madrid en lo que dura un Telediario. Bajaba por mi tripa y se me ponían los pelos de punta. Seamos leones en busca de carne, animales.

Como un huracán llegaba, se desvestía, vestía y se iba. Colocaba cuatro rosas en su lado de la cama. Ella tiene un don, pensaba.

Esta noche, está lloviendo y la Estrella Polar no se divisa desde nuestra ventana. La chica del Tirso por primera vez me hizo ver lo frágiles que éramos. Me recorría con la puntita de sus diminutos dedos, mientras yo le susurraba: llévame al baile de tus caderas.

Mi enfermedad ya no tenía cura. Era una niña de papá de día y eme de noche. Y yo, era Superviviente de los monstruos de su cabeza.

Tu infierno me sabe a pólvora y yo, hoy no me encuentro.

Tú que tal.