365 poemas en los que olvidarte o saber de ti.

Día 18 de 365.

Septiembre llegó y con ello el inicio de las clases, la vuelta a la rutina. El final del tour de las fiestas de los pueblos, los amores de verano, tan fugaces, tan increíbles, tan de adolescentes…

Toca volver a empezar, quien sabe si en Barcelona, Sevilla o en la capital. Poco a poco el frío empieza a llegar, se hace de noche antes, amanece tras la oscuridad.

Y antes, cuando a las 7 era de día, ahora no están puestas ni las aceras. Vuelven los días cortos, la monotonía llama a la puerta.

En la ciudad, aparece el caos, los primeros atascos, las prisas, las despedidas, el café a medias.

Las primeras chaquetas y sudaderas se ven danzar en diferentes cuerpos por las calles. Por la noche ya hace más frío, se nota, ya hasta te arropas. 

Cuando antes los parques eran sitios de vida nocturna, llenos de risas, juegos, niños corriendo, apurando su juventud y el buen tiempo, ahora solo el viento balancea los columpios, los camareros recogen las terrazas, se apagan las últimas luces de los locales, solo brillan las farolas, hay silencio y oscuridad.

Siempre vienes proponiendo guerra y te vas cuando más haces falta. Cuando necesitas un cuerpo al lado que te ayude a combatir el frío del otoño que está por venir. Y al mismo tiempo que caen las hojas, también lo hacen los suspiros. Por vivir de boca en boca, de cama en cama y de cuerpo en cuerpo, no conoces el amor verdadero. Solo sabes del amor, lo que de chica leíste en los cuentos, princesa busca sapo para hacerle príncipe, da igual el color azul. 

Y pensándolo bien, no quieres algo perfecto, solo algo duradero. Tu pequeña dosis de felicidad, mejor compartida con alguien, en risas, besos, caricias, charlas hasta las tantas de la madrugada. Lo normal para la edad que tenemos, ¿no?

Infinita juventud, ansias de libertad y de volar, no muy alto, por si acaso.