Capítulo XI
No me gustaban los cuervos, no era algo personal contra ellos, únicamente hallaba desagradable aquella obsesión suya por las cosas brillantes. Precisamente por ello ya había dejado todos mis accesorios reposando en la cómoda cuando el ave de plumas negras enviado por Callahan graznó fuera de mi ventana. Tardé unos minutos en dejar de lado mi recelo y poder subirme a él, otros minutos más antes de darle la orden de partida. Los cuervos eran buenos para viajes sigilosos en la noche, su color era perfecto para camuflarse con el cielo ensombrecido. Ni una sola estrella alumbraba esa noche, ni un solo resplandor de luna.
Cuando el ave llegó a Senka y comenzó a descender, intuí que nuestro destino era Lonedark, y para cuando esta ya se había adentrado en la calle de rezos mis suposiciones eran una afirmación.
Al desmontar, el ave se fue volando dejándome a escasos metros del portón que daba paso al interior del lugar, donde nuevamente había un gran ogro parado en la puerta. No sabía decir si era el mismo ogro con el que me había topado la otra vez, por lo que mi paso hacia la entrada se había vuelto vacilante. Cuando me encontraba a solo pasos de distancia, el ogro abrió la puerta y sin mediar palabra me indicó con la cabeza que entrara.
Aquello me había sorprendido, pero no dejé que se notara.
Al adentrarme en el oscuro pasillo sentí un olor muy familiar rondar en el ambiente, por lo que guiada por mis sentidos lo seguí hasta dar con una puerta entreabierta que llevaba a una habitación de la cual se oían risas. En lugar de abrirla de una preferí quedarme un segundo a escuchar, pese a que sabía por el olor que Callahan estaba dentro.
―No volveré a aceptar un trabajo que conlleve pasarme días en el mundo humano haciendo transacciones ¡es muy tedioso! ―Expresó alguien con la voz más nasal que había escuchado nunca antes.
Puse una mueca de asombro ¿Mundo Humano? El universo del que teníamos constancia se conformaba por planos. El primer plano, el de los seres divinos, entre ellos estábamos los sempiternos. El segundo, el de la oscuridad, ese lugar era el vacío. Y finalmente el tercer plano, en el que se hallaba el mundo mortal. Saltar entre los planos era seriamente penado, y no era fácil, por lo menos no de regreso. Según me había comentado una sirvienta de BlueHouse cuando yo era pequeña, el mundo humano carecía de vórtices. Aunque yo no sabía muy bien en qué consistía un vórtice.
―Lo volverás a hacer en cuanto veas el oro. Por algo eres un cuervo. ―replicó alguien con sorna.
―¡Yo no soy un cuervo! Soy una recolectora.
―A nadie le importa. ―dio tajante una voz que fui capaz de reconocer, pese a que solo la había escuchado por escasos minutos, era la chica que parecía un cielo estrellado. Cozmo. ―¿Esa noble no vendrá? Mañana tengo mucho trabajo.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasyEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...