Capítulo XIV
La voz de Audri interrumpió mi pregunta. Rápidamente ambos nos pusimos de pie, miré a Callahan con el corazón palpitándome en la garganta, el pavor debía estar plasmado en todo mi rostro y a él tampoco parecía hacerle mucha gracia la situación.
―Fuera de aquí ¡ahora! ―pedí lo más bajo que pude.
Tomé su antebrazo e hice un amago de tirar de él, pero me detuve al no saber a dónde ir.
―¿Cómo? ―Susurró mientras me tomaba del brazo y me obligaba a observarlo.
Nos miramos unos segundos sin decir o hacer nada.
―¿Rubi? ―Audri volvió a llamarme.
―Un momento, me estoy cambiando. ―dije en un tono controlado.
Maldije para mis adentros tras aquellas palabras, Audri me había visto sin ropa un sinfín de veces, esa justificación era una tontería. Asustada, comencé a girar el rostro en todas direcciones hasta que me fijé en uno de los cofres, por lo que recordaba era el que menos ropajes tenía, solo algunos paños y camisas. Callahan siguió mi vista, inmediatamente me soltó del brazo.
―Ni lo sueñes. ―me advirtió mientras daba un paso hacia atrás.
―No te iba a preguntar. ―Dije rápido, sin pensarlo mucho tiré de su brazo y le hice caminar a rastras hacia el cofre. ―Si no te metes ahí y Audri te ve juro que te castraré y pondré fin al nombre de tu familia.
―Pero. ―parecía asombrado, y algo divertido. ―Después te las veras conmigo
Asentí sin prestarle mucha atención, estaba ansiosa. Una vez me había asegurado que no se veía rastro de Callahan me dirigí a la entrada donde, con una sonrisa, dejé pasar a Audri.
―¿Se puede saber a qué ha venido eso? ―Preguntó con reproche mi cuima mientras se dejaba caer en la cama, esa en la que hacía menos de cinco minutos había estado Callahan.
Nerviosa, giré sobre mis pies y caminé cerca de una mesita a tomar un poco de agua, no podía mirar en dirección al cofre, sería muy obvio.
―A nada, no sé de qué me hablas. ―Me hice la desentendida. ―Mi sirvienta no ha llegado, y no me he podido bañar.
―¿Quieres que te ayude? ―preguntó divertido.
―Tranquilo, no debe demorar. ―le hice saber con una sonrisa.
―Bien, has que me avisen cuando estés lista para que te pinte el tatuaje.
Se levantó de la cama y caminó hacia mí, me tomo el rostro entre las manos y me examinó.
―Hoy estas más fea que normalmente. ―me dijo como si nada con una expresión completamente seria.
―Gracias, se nota tu amor. ―dije sarcástica.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasyEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...