Capítulo 18

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Capítulo XVIII

          Nuevamente estaba ayudando a la abuela con ciertos papeles sin importancia, cosas cotidianas de sus tareas como Reina Belssing mientras ella se encargaba de sus trabajos más trascendentales como Monarca Suprema, entre ellos estaba la con...

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Nuevamente estaba ayudando a la abuela con ciertos papeles sin importancia, cosas cotidianas de sus tareas como Reina Belssing mientras ella se encargaba de sus trabajos más trascendentales como Monarca Suprema, entre ellos estaba la confirmación del Torneo de los Puros.

El torneo se llevaría a cabo durante tres lunas completas. Una vez que los participantes entraran al Maze no podrían volver al exterior a no ser que fuera por la salida. Lo complicado del torneo era que el Maze era un laberinto completamente hermético, repleto de monstruos y trampas. Fue construido por el primer rey de los Altruin, para seleccionar a los caballeros dignos de ser considerados iguales a la realeza, los únicos dignos de proteger a los Reyes.

Si Audri ganaba el torneo ambos tendríamos los mismos derechos, seriamos iguales, y él adoptaría el apellido Belssing. Ese era nuestro sueño desde pequeños.

―...¡Rubi! ―bramó la abuela.

De la impresión mi manó chocó contra el contenedor de tinta provocando que el liquido se derramara, cayendo así sobre mi mano.

―¿Qué sucede? ―pregunté alarmada a la par que intentaba que la tinta no se escurriera.

―Te estoy hablando niña.

―Perdón.

Se hizo silencio. Desde el día de la cacería la abuela y yo estábamos en una situación tensa. Mientras buscaba algo con lo que evitar que la tinta manchara los papeles me fijé en un pañuelo muy similar al que yo tenía, pero la seda de ese era azul y los encajes de plata.

―Ese pañuelo. ―dije en un susurro.

La abuela lo observó con cierta adoración. ―Fue un regalo de Aelia, ella los hacía con sus propias manos.

Tomé unos papeles que ya no era útiles y sequé como pude la tinta. Desesperada, busqué el pañuelo que tenía guardado en el bolsillo interior del jubón, se lo mostré.

―Este ¿Lo hizo ella? ―pregunté.

Lo observó por largos segundos. Extendió la mano para que se lo entregara y eso hice. Al verlo más detalladamente sus ojos se abrieron exageradamente. Me observó con cierto asombro.

―¿De dónde sacaste esto?

―¿Es suyo?

―Si. ―su expresión era seria. ―¿Te lo dio Solt?

―¿Solt?

―Este es uno de dos. Uno lo tenía ella, y el otro lo tenía él, nunca encontramos el pañuelo de ella. ―explicó.

Guardé silencio. Que tenía que ver Solt con Marmota, y que tenía que ver Marmota con Aelia. No sabía cómo ellos tres se conectaban. Pero iba a averiguarlo, y solo alguien podía decirme.

DESCENSO  (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora