Capítulo XIX
Desde pequeña me habían acostumbrado a ciertas cosas propias de la realeza, entre ellas estaba entrenar con todo tipo de técnicas y armas. Pese a ello había algo en lo que si bien no era especialmente mala tampoco era buena. Las artes físicas, los combates cuerpo a cuerpo me ponían extremadamente ansiosa.
La abuela hizo llamar a Ulf, uno de los Caballeros Sacros de la Corte de los Puros que pertenecía a mi familia. Él era quien estaba supervisando el entrenamiento conjunto de los nietos de la familia, y de cierta forma, era el culpable del dolor que estaba sufriendo ya que fue él quien me hizo enfrentarme a Astrid en un combate cuerpo a cuerpo, sin armas, y sin magia.
Astrid no tenía compasión, era fiera y sentía fascinación por ganar, como casi todos.
Ambas llevábamos ya unos minutos en la arena y apenas y le había podido dar unos golpes en los costados. En cambio ella a mí ya me había hecho sangrar de la nariz.
―No te ves nada bien. ―dijo con falsa preocupación.
―No te preocupes. Estoy perfecta. ―dije mientras trataba de respirar correctamente.
Solt me había enseñado que en los combate físicos la respiración lo era todo.
Una pequeña distancia nos separaba, estábamos respirando un poco. Unai nos veía desde un rincón de la habitación, parecía ansiosa de ser ella la que estuviera en la arena. Ella se enfrentaría a Leire, y dado que habían discutido, parecía ansiosa de darle unos buenos golpes. Mi hermano se encontraba en otra parte del recinto entrenado a Ann, quien a fuerza había tenido que asistir al entrenamiento. Solo éramos cinco porque Noel estaba en Liebe, en el mundo Elfico, en una especie de misión diplomática.
Sin previo aviso, Astrid se lanzó en mi dirección, sus puños fueron directos a mi cuerpo. Uno al abdomen y el otro al rostro. De una forma poco glamurosa esquivé el del rostro agachándome y recibiendo parcialmente el del abdomen, intercepté su mano cuando intentó retirarla y aplicando una de las tantas llaves que me habían enseñado, le torcí la muñeca y la hice caer al suelo. Tenía un pie conteniendo su pecho y el otro fijado en el suelo, si no tenía equilibrio le sería muy fácil tumbarme. En un rápido movimiento Astrid, con la mano que tenía sana, me propinó un golpe de puño cerrado en las sienes que hizo que todo me diera vueltas y comenzara a verse borroso. Caí de culo hacia atrás y ella rápidamente se puso encima mío.
Ese había sido un golpe sucio.
―Tramposa. ―musité con odio.
Astrid se confió, y se acercó a mi rostro para decirme:
―Ahí afuera a nadie le importa ser tramposo si se trata de su vida.
Siguiendo sus palabras, tomé impulso aprovechando que se encontraba cerca e hice nuestras frentes chocar. Ella soltó un quejido, utilicé su confusión para sacármela de encima. Sin dejarla descansar, y aun estando ella de rodillas, le comencé a dar golpes seguidos, costado, abdomen, nuca. Debía hacer que sintiera los golpes.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasyEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...