Capítulo 27

16 3 6
                                    

Capítulo XXVII

Me encontraba jugando con Ann a las escondidas cuando vi a la abuela dirigirse a la sala de entrenamiento junto a Unai, era día de practicar hechizos de combate

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me encontraba jugando con Ann a las escondidas cuando vi a la abuela dirigirse a la sala de entrenamiento junto a Unai, era día de practicar hechizos de combate. Le dije a Ann que contara hasta cien para yo poder esconderme a gusto, y cuando se puso la venda en los ojos y comenzó a contar corrí por los pasillos hacia el ala personal de la abuela. Una sección de la fortaleza le pertenecía solo a ella por lo que era raro ver a alguien rondando por esa zona, ni siquiera los sirvientes lo hacían.

Con cuidado de no toparme con algún ser que apareciera de improviso, me escabullí hasta el despacho de la abuela. Yo pasaba bastante tiempo en ese despacho, pero solo cuando ella estaba en él.

Al entrar la nula luz del lugar me hizo difícil caminar, terminé chocando contra una repisa y dándome por consecuente un golpe en la cabeza. Maldije para mis adentros mientras murmuraba un pequeño hechizo de visibilidad. Audri estaba lejos por lo que la calidad y fuerza de su magia era mínima.

Ya siendo un poco consciente de lo que me rodeaba, comencé a rebuscar en la correspondencia de la abuela, la personal, esa que nunca me dejaba tocar. Entre las cartas que tenía solo estaban algunas del Rey Kayak hablando de entrenamientos y cosas sin relevancia.

Mientras registraba las carpetas de envíos y tratados, descubrí que la abuela estaba tratando de hacer un tratado comercial con los Binturi, y en algunos papeles vi el nombre de un Rey, pero un Rey Humano al cual se hacía referencia. Me quedé quieta pensando un poco sobre eso. El reinado de mi abuela se caracterizaba por ser un reinado abierto, donde las comunicaciones con las otras razas del primer plano se habían afianzado para las futuras generación. Debido a ello mi abuela llegaba a ser criticada por los más conservadores.

De la nada, se escucharon pasos en el exterior de la habitación. Preocupada, corrí hacia la puerta. Podía sentir la presencia de la abuela. Cuando la puerta se abrió me encargué de que pareciera que trataba de salir. Los celestes ojos de la abuela me escrutaron de pies a cabeza reparando especialmente en mi bien actuada expresión de perplejidad.

―¿Rubi?

―Perdón... Vine a buscarte pero como tenía prisa olvidé tocar. ―me excusé.

«¿Qué te apuraba tanto?»

―¿Por qué traías esas prisas?

Sonreí internamente. Conocía bien a la abuela, mentirle era difícil pero no imposible.

―Deseaba saber ¿Qué sucederá con Audri ahora?

Me alejé de la puerta dejándole paso a la habitación. Con solo un chasquido de sus dedos hizo que una tenue luz iluminara todo el lugar, y con otro de ellos, las persianas de abrieron de golpe dejando pasar el aire del exterior. Envidiaba mucho esa capacidad de los demás de usar su magia para cosas tan simples, que para mí no eran posible.

DESCENSO  (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora