Capítulo XXVIII
Con las manos temblorosas abrí la ventana, su cuerpo cayó sobre mí dejándome sentir la humedad de sus ropajes. En un inició creí que se había desmayado, pero cuando sus manos se aferraron con fuerza a mi espalda supe que no era así. Podía sentir su aliento gélido chocar contra mi cuello. Apresé su cuerpo tratando de que dejara caer un poco más su peso, apenas podía sentir su energía en ese estado.
―Callahan... Callahan.
No obtuve respuesta, en lugar de eso ejerció mayor presión en su agarre. Podía sentir mis manos humedecerse a cada segundo, un metálico olor a sangre rondaba el ambiente lo que me hizo intentar alejar su cuerpo, debía cerciorarme de su condición. Callahan negó con la cabeza y unió aún más mi cuerpo al suyo, casi impidiendo respirar.
―Callahan no me dejas respirar. ―musité. ―Callahan...
Sus manos poco a poco fueron alejándose. Cuando pude ver su cuerpo y detallar su estado temblé. Tenía la ropa rasgada, bañada en sangre, agua y lodo, en la manga derecha se le veía una hendidura. Callahan se mantenía estoico frente a mí, pero con la vista fija en el suelo.
Un frio viento azotó la ventana y la lluvia comenzó a entrar en la habitación. Rápidamente pasé por su lado para cerrarla. Al girarme hacia él lo vi en la misma condición.
Preocupada, tomé su mano para guiarlo hacia el cuarto de baño de la habitación. Lo más sorprendente fue que me siguió sin oponerse, y pese a que no parecía estar cooperativo se mantuvo en silencio mientras le sacaba la chaqueta mojada y la camisa. Le pedí que se sentara en el asiento que había junto a la tina mientras yo buscaba algo de agua para limpiarle un poco el cuerpo.
Mientras dejaba que el agua cayera sobre el molde de cristal que usaba para lavarme el rostro, me quité la ropa, que se había ensuciado, y me la cambie por un camisón corto desmangado. Cuando estuvo repleto lo tomé junto a unas toallitas y fui de nuevo junto a él. Comencé poco a poco a tallar su torso y brazos para quitar aquel liquido rojo de su piel, la sangre había traspasado su chaqueta y su cuerpo era un desastre aterrador de blanco y rojo.
Poco a poco fui descubriendo lo que ya imaginaba, dejando de lado la pequeña herida del brazo no había sido afectado en más ningún otro sitio. Y pese a que eso me alegraba no podía para de preguntarme a quien le pertenecía tanta sangre.
Una vez ya había quitado todo aquel carmín de su piel dejé caer el agua roja en la tina, fui nuevamente a buscar más agua. Al tratar de hacerle levantar el rostro Callahan giró la cabeza.
―Callahan...
Solté un suspiro cargado de cansancio, entre los recuerdos y aquella situación esa luna no parecía tener fin. Agotada, me agaché, puse las manos en sus muslos para que los abriera y me permitiera meterme entre ellos. En esa posición podía ver sus ojos. Callahan intentó voltear nuevamente el rostro pero esa vez se lo impedí. Con las manos lo obligué a mirarme. Al ver sus ojos oscurecidos sentí un fuerte vacío en el interior, inconscientemente mi mano tembló. Esa sensación me recordó por leves segundos a esos momentos donde Callahan me aterraba. Odiaba sentirme así. Tomé una toalla y con suavidad comencé a lavar su rostro.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasyEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...