SIETE

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Un pitido.

Dos.

Tres.

Ese sonido me taladraba el cerebro, pero cada uno de los tonos era un alivio para todo mi cuerpo.

Los cables de la máquina iban directamente conectados al cuerpo de Min-ho.

Tragué saliva con dificultad.

Respiré con dificultad.

Cada uno de esos tonos significaba que seguía vivo.

Sentí náuseas al fijarme bien en su rostro. Toda su cara estaba hinchada, amoratada, magullada. Mi cuerpo se estremeció en un temblor irritante, pero sentí que no era capaz de mover ni un solo músculo voluntariamente, como si algo se hubiera apagado en mi interior.

Observé la habitación, el mullido sofá en el que estaba sentada, los cuadros de tonos neutros que decoraban la habitación de hospital.

La lluvia estaba empapando la enorme cristalera que había al otro lado de la sala. De pronto el sonido de las gotas repiqueteando contra el cristal se me hizo insoportable, no quería volver a escuchar la lluvia nunca más. No podría volver a ver algo que no fuera la sangre de Min por mis brazos cuando escuchara ese sonido.

Me miré los brazos. Mi ropa seguía empapada y ensangrentada. Mi pelo goteaba sobre el asiento.

La puerta de la habitación se abrió y me sobresalté de forma exagerada.

Era Jungkook, acompañado de otro hombre cuyo rostro me resultaba familiar. Intenté levantarme, intenté hablar, pero mi cuerpo no respondía.

JK se sentó a mi lado mientras que su acompañante se quedó de pie en la puerta, como un guardaespaldas.

—¿Cómo estás? —La preocupación de su voz me calentó el interior y casi me echo a llorar. Tan solo asentí y él suspiró aliviado—. Le han dado antiinflamatorios, antibióticos y un sedante, estará dormido toda la noche.

Volví a asentir sin poder apartar la vista de Min. Las lágrimas amenazaron con escaparse y sentí que, si lloraba, ya no podría parar, así que parpadeé rápidamente para evitarlo.

El hombre que acompañaba a Jungkook se acercó a nosotros despacio, como si temiera asustarme, y se sentó en la mesita de café frente a nosotros.

—Hola, Amy —su voz era tan suave que sentí que mis manos podían tocar la seda. Traté de sonreír, aunque creo que no lo conseguí—. Soy Namjoon, un amigo de Jungkook.

—Creo que te he visto en la tele —dije tontamente. Mi voz tembló, pero él sonrió con una dulzura que me paró el corazón.

—Seguramente —continuó él—. Amy, creo que te has hecho daño —señaló mis rodillas.

Me miré. Mis vaqueros estaban rotos y ensangrentados, seguramente me lo hiciera al arrodillarme junto a Min-ho, pero ni siquiera me dolía.

—Estoy bien.

—Tienes que ir a que te curen —insistió él y a mí se me aceleró el corazón. No pensaba salir de esa habitación, no sin Min.

—No —dije con sequedad.

—Amy —habló Jungkook.

—No voy a irme —me temblaron los labios, dios mío iba a llorar.

—No vas a ir a ninguna parte —Jungkook cogió mi mano y la apretó con fuerza, como si quisiera anclarme a la realidad—, solo vamos a ir a la sala de al lado para que una enfermera te cure las heridas y después podrás volver.

Entre mi pasado y tu futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora