Trato (C)

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Lauren Jauregui

Recuerdo cuando me bajé de ese uber. Recuerdo despedirme del conductor, sonreírle amablemente, salir del auto tan pronto como se pagó el viaje, cerrar la puerta sin saber dónde pisaba después de ese intercambio de bromas en el asiento trasero.

Por seguridad, nos habíamos detenido unos metros antes del motel. Camila sin anteojos, sin importarle su imagen que se desplegaba en las calles de Higienópolis, caminando por la vereda }. Pobre, estaba tan borracha como yo. Después de todo, supimos disimularlo como nadie, manteniendo la disciplina en público. Queríamos mirarnos, eso era inevitable. Su respiración más dificultosa y... ¡Por Dios! Me encantaba ese sentimiento puramente carnal que solo Karla Camila Duarte sabía provocar en mi cuerpo.

Entramos por la recepción del motel, donde Camila ya se dirigía a las escaleras, olvidando por completo que no estábamos en un centro vacacional de verano en Chicago. Estábamos en São Paulo. Aquí, pagas primero, luego disfrutas.

Por cierto, no fue del todo idea mía, pero fui yo quien desembolsó el importe total de nuestra ''feliz mañana''. No es que me queje, eso sí, porque no me he quejado en absoluto. Nadie se quejaría en mi lugar.

Una cosa de la que me di cuenta cuando estaba cerca de Camila, dominada por nuestra tensión sexual, es que nosotras, como cualquier otro ser humano, somos capaces de hacer locuras por las cosas que queremos.

Si quieres algo lo suficiente, te sacrificas y lo obtienes. Lo sé porque me di cuenta de que gastaría todo mi sueldo en este motel si ella me lo pidiera. Vendría aquí todos los días, pagaría todo, si ella quisiera. Pero no soy solo yo quien cede en esta ''relación''. Camila salió de Argentina para verme. Ella simplemente no confiesa que se fue por mi culpa, pero sé que lo hizo. Vi sus ojos marrones mirándome fijamente mientras comentaba los videos que publiqué. Descubrí que ella podía mentir mirándome a los ojos en ese momento...

... ¿Cómo se las arreglaba para hacer eso?

Es divertido comparar, porque siento que ni siquiera sé mi nombre cada vez que me toca la cintura exactamente de la maldita forma en que lo está haciendo ahora.

—Ah, Camila... —No esperó a que abriera la puerta, me puso contra ella, amasando nuestros cuerpos en medio del pasillo, mientras yo intentaba girar la llave en la cerradura. Tenía hambre, sus manos poseían todo mi cuerpo y me estremecí por todas partes. Su olor, su toque posesivo, suave, seguro. Su boca sobre mi piel, susurrando cosas que no entendía y no hacía ningún esfuerzo por entender.

—Abre la puerta, anda... —Bromeó en mi oído, sujetando mi cintura con ambas manos, sabiendo que me había inmovilizado por completo allí. Fueron exactamente cuatro días sin sentir esta jodida excitación que me partía por la mitad . —Guapa.. —Se rió en mi oído, seguramente disfrutando sentir el poder que de repente tenía sobre mi cuerpo cada vez que estaba tan cerca.

Suspiré cuando logré hacer algo tan simple como abrir una puerta girando la perilla. Suspiré, dejando que las llaves que sostenía cayeran al suelo. Yo estaba en completo control de ella, tenía sus brazos alrededor de mi cintura. Rápidamente me llevaron adentro cuando Camila, imprudentemente, pateó la misma llave que había caído en nuestra habitación. Ay, mi cuello. Lo sostuvo con cinco dedos mientras azotaba la puerta con fuerza, poniéndome contra la puerta, dejando la llave de la habitación tirada en el suelo.

—¿Te gustaron mis notas, Lauren? —Sus dedos en mi garganta, apretándome con la presión justa. Su boca estaba prácticamente pegada a la mía, pero no me tocó, no se arriesgó a besarme. —Respóndeme... —Se humedeció el labio inferior, mirándome a los ojos, así que gemí. —Lauren...

Shark Tank (Camren) - TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora