Capítulo 13

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A Mila Silvera, los animales siempre le habían parecido seres majestuosos y asombrosos, por lo que su Proyecto de Salvación había tomado un enfoque interesante al desarrollar una nueva herramienta que los ayudaría a rastrear especies sobrevivientes a las acciones humanas. Si aún existían, era un hecho que permanecían ocultas del mayor depredador de todos los tiempos.

Sorprendentemente, sus estudios e investigaciones que le tomaron varios años en analizar, rindieron frutos en el momento que unas huellas caninas se abrieron paso frente a ella, formando un rastro que se dirigía hacia una colina no muy lejana.

Aunque un numeroso equipo de profesionales la acompañó a su excursión, al ser la líder, les ordenó regresar al campamento y que la aguardaran ahí. No quería espantar a los pobres animales con una gran horda de humanos sedientos de gloria.

Muchos de ellos habían aceptado el trabajo por el reconocimiento y la fama; otros solo querían encontrar animales que les sirviera de alimento; pero unos pocos, incluyendo a Mila, deseaban con todo su corazón, que el planeta volviera a la normalidad, con el equilibrio que se generaba por la convivencia mutua de las especies.

Con el rastreador que había construido, enfocó las huellas frente a ella. La pantalla mostró un rastro de calor que había dejado el ser, además de que creó una lista virtual de las posibles especies a las que podría pertenecer.

Sin hacer ruido, siguió el camino que el monitor le indicaba hasta que se detuvo al llegar a la entrada de un pequeño claro. No podía creer lo que sus ojos veían.

Era algo casi imposible y sin embargo ahí, a unos pocos metros, dos lobos majestuosos de pelaje marrón hacían acto de presencia frente a sus ojos. Pero lo más sorprendente fue que, detrás de ellos, cuatro pequeños cachorros salieron de la oscuridad del bosque para recibir a sus padres.

Con ayuda de su cámara especializada que no emitía ningún ruido, tomó varias fotografías de los especímenes. Era cierto que no era una manada entera, pero llenaron a Mila de grandes esperanzas.

Decidió regresar a su campamento base, no sin antes guardar las fotografías en el interior de su abrigo. Todos en ese lugar tenían sus propósitos para sus respectivos Proyectos, pero eso no quitaba el hecho de que la ética y la moral eran ignoradas por la mayoría. Por esa razón, prefirió esconder su descubrimiento hasta investigar quiénes tenían su misma mentalidad. La única persona cuya confianza nunca estuvo a discusión, era su mejor amiga, Gabriela Torres, quien, al tener una gran afición hacia los animales del pasado, decidió acompañarla.

Definitivamente sería la primera con la que compartiría su descubrimiento, pero debía esperar el momento indicado para hacerlo.

Cuando entró, todos se le acercaron con millones de preguntas de si había tenido éxito, pero ella negó triste, tratando de sonar lo más convincente posible.

Después de todos los coros de decepción, entró rápidamente a su pequeña habitación, la cual consistía en una cama y un escritorio. Suficiente para un hospedaje temporal.

Su mirada recayó en la foto del portarretratos que decoraba la mesa de metal: Jaim. Lo extrañaba mucho, aunque no fuera su hijo biológico. Lastimosamente, con su nuevo hallazgo, tendría que tomarse un tiempo para inhabilitar la entrada al bosque, lo que se convertiría en un gran problema si sus compañeros de equipo se negaban a hacerlo.

Nostálgica, tomó su celular, dispuesta a llamarlo y así saber cómo se encontraba, pero la señal era intermitente y rara vez funcionaba. Dejó a un lado el aparato con mucha aflicción. En verdad le hacía mucha falta la compañía de su muchacho.

—Tardaste demasiado como para no traer buenas noticias, Mil —dijo Gabriela provocándole un efímero grito. Había estado esperándola en su habitación para sorprenderla.

La Riviera de las AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora