Demonios.

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Gritaba una alarma en mi cabeza. 

Hice lo que menos esperaba, giré mi cuerpo hacia Juan Pablo, él se acercaba a mí.

«¿Qué estoy haciendo?»

Quería correr lejos de él, tan sólo pensar en lo guapo que era me hacía temblar. Tener que mirarlo me provocaba un paro cardíaco, no lo había notado antes. Pero era increíblemente guapo.

—Hola... —no respondí sin embargo no borró su sonrisa. —¿Le molesta si la acompaño? —quise decir que si, que me molestaba y que no quería su compañía pero estaría mintiendo, terminé asintiendo antes de darme cuenta. Dio vuelta e hizo señas con la mano, mi vista viajó al interior del parque, una chica más joven que nosotros asintió, estaba con el pequeño castaño— Vamos... —se colocó a mi lado, mis pies se empezaron a mover por la acera, me sentí incómoda. Prácticamente contaba mis pasos para asegurarme de no tropezar, era algo muy común en mí, y no quería que él lo viera. Escuché una risa de su parte más no me atreví a mirarlo. —¿Se encuentra bien? —asentí, sabía que mi ceño estaba fruncido pues me concentraba en mis pasos. —¿Está en una marcha o algo por el estilo? —lo miré con una interrogativa, lo primero que vi fue su cuello, dos lunares estaban ahí.

—¿Qué? —cruzamos la calle dejando atrás el parque.

—Camina muy firme y hace resonar cada pisada, como un soldado. —sentí la vergüenza en mi pecho, alejé mi vista de él. Dejé de concentrarme en mis pasos. —Por cierto, ¿cómo se llama? No me lo ha dicho. —quería decirle, quería hablarle, quería preguntarle sobre su vida, pero aquella parte insegura de mí salía a una guerra contra mis deseos, y ganó.

—Eh, yo, no, no hablo con desconocidos... —un par de metros adelante logré ver la parada del bus, nunca lo tomaba pero un impulso me decía que me alejará de él.

—Sabe mi nombre, no soy un desconocido. —trató de sonar divertido pero no lo logró, mordió sus labios. Mi corazón se aceleró, sin duda alguna su figura me intimidaba. Llegamos a la parada y detuve mi caminar, él giró hacia mí. Quise decirle que apreciaba su compañía, pero no lo hice.

«¡¿Por qué no digo nada?!»

Me sentí frustrada así que rodé los ojos, lo miré hacer una mueca.

—Lamento haber molestado, si no quería mi compañía pudo decirme... —sonó apenado, odié mirar esa expresión triste en su cara.

«No, disculpa por ser una total tonta niña insegura.»

—Adiós. —me lanzó una sonrisa de lado alejándose por dónde habíamos llegado, me giré hacia él. Deseando que no se fuera.

—Tuve un mal día... —mentí y me sorprendí de hacerlo. —Discúlpame... —mordí mi mejilla interna, culpable de la mentira, me dedicó una sonrisa pequeña.

—Está bien, creo que no era el momento. —miró alrededor. —Si mañana la veo lo intentamos de nuevo, ¿sí? —iba a replicar pero siguió. —Y podré conseguir su nombre... —la ilusión se reflejó en su rostro así que asentí sonriendo.

—Hasta mañana. —pronuncié sorprendiéndome de nuevo por no titubear o tartamudear. El autobús se detuvo frente a mí.

—Hasta mañana... —subí al autobús.

Estrellas Rotas || Juan Pablo IsazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora