2.

1.2K 95 7
                                    


—¿Cuánto vas a tardar ahí afuera?

—Un día, ponele, no voy a tardar mucho.

—No mames ni que fuera excursión, tienes que ir al Nether.

—Y sí, veinticuatro horas son suficientes, capo.

Si él decía que era un día es porque volvería a casa al término de ese tiempo, no importaba si le faltaban cosas, aunque sabía que tampoco tardaría sabiendo donde encontrar cada uno de los objetos. Si Spreen no le daba señales de vida después de un día Juan era capaz de buscarlo en el infierno.

Era un explorador y luchador experimentado como para conseguir todo lo que el libro le pedía, obtener los ingredientes fue... fácil, demasiado para su gusto, todo lo que tuvo que hacer en su mayoría fue correr de un punto a otro y alzar la espada.

Pelear contra los monstruos fue relativamente sencillo, pero sobretodo extraño con los del Nether, en lugar de perseguirlo al detectarlo en sus tierras parecían huir, incluso los piglins que solían ignorar la presencia de las personas, ahora ni su obsesión por el oro los atraía como antes.

La reacción de los porcinos era extraña, dudaban en acercarse como si estuvieran considerando si valía la pena el oro que les ofrecía ¿Desde cuándo eran conscientes de a quién tenían enfrente? Quizá una especie de evolución, lo cierto es que no le interesa.

¿Sangre, cabello? Embotellado y almacenado.
¿Pociones? Antes de la cena ya estaban posando en el estante.
¿Tótem e ingredientes extras? Resguardados en un cofre numérico.

Faltaba la última cosa. Spreen se detuvo frente al portal naranja y observó por un momento la estructura sagrada del Pueblo Central... Decidió que podía hablar con el sacerdote otro día, tenía que volver a trabajar.

Juan le lanzaba miradas preguntando indirectamente si tenía el líquido, sin embargo, el empresario se dedicó unos días a poner en orden su agenda, a corroborar que todo estuviera viento en popa y a "motivar" a sus empleados para que fueran diligentes.

A veces estar frente al computador demasiado tiempo le da dolores de cabeza por lo que sale de su oficina y se toma un descanso, eso es lo que ha estado haciendo a lo largo de la semana, pero provocó que esté irritable y que termine trabajando en casa.

Su casa era moderna, con espacios abiertos y un gran jardín, a él y a Juan les llevó mucho tiempo entre discutir los planos y la decoración, la atesora más que su revista y todavía no sabe cuál quiere más: la pollería o su casa por el valor sentimental.

Pero incluso en su propia casa donde ve a su amado esposo ser feliz siente que le pinchan la cabeza, y decide que es hora de ir a la iglesia con el maletín lleno de ofrendas, no para que le saquen el demonio de encima sino para negociar con él.

De camino se hace más fuerte y se apresura a llegar al portal, su instinto le insiste en que un depredador lo está acorralando por la forma en que lo sigue y él solo tensa su cuerpo en caso de un ataque sorpresa. Pero cree que desviarse un poco del camino hará que la perturbadora sensación en su nuca desaparezca, y se dirige a la tienda de empeños con una idea.

—¡Bienvenido a-!

—¿Tenés Agua Bendita?

La mueca rígida de Noni le dice que no está ocultando muy bien las pocas ganas que tiene de estar ahí, pero Tanizen sale de la bodega y saluda a uno de sus mejores clientes con alegría pensando que había ido por la colección de MiniPops semanal.

—¿Agua Bendita? Tengo entendido que el Profeta es el único que la provee.

—¿Posta, nadie más la tiene?

El NeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora