Tartaglia había pasado días en un estado de confusión emocional. Ver a Zhongli nuevamente, después de todo lo que había pasado, removió sentimientos que creía haber enterrado. La imagen de Zhongli, con sus ojos llenos de decepción y tristeza, se repetía en su mente como una herida abierta. Sabía que aún lo amaba, pero algo dentro de él lo empujaba hacia Lumine. Había estado con ella durante tanto tiempo que la relación secreta se había convertido en su refugio, un lugar donde podía escapar de sus propios demonios.
Lumine era diferente. No le exigía más de lo que él estaba dispuesto a dar y lo hacía sentir menos culpable de su propia naturaleza impulsiva. Con ella, no había expectativas, no había una imagen ideal que cumplir. Se habían divertido, compartido risas y momentos que lo hacían olvidar el dolor de perder a Zhongli.
Sin embargo, cada vez que Tartaglia pensaba en Zhongli, sentía un vacío en su pecho. Recordaba las noches en las que Zhongli lo abrazaba, la calidez de su voz, la forma en que siempre lo apoyaba, incluso en sus peores momentos. Pero también sabía que había traicionado esa confianza. Había herido a la persona que más amaba.
Una noche, mientras caminaba por la orilla de un río bajo la luz de la luna, Tartaglia tomó una decisión que cambiaría su destino para siempre. Miró el reflejo del agua y vio su propia imagen distorsionada, lo que representaba su confusión interna. Encendió su teléfono, sus manos temblaban, pero sabía lo que tenía que hacer. Tenía que ser honesto con Zhongli, tenía que decirle la verdad.
Tomó un respiro profundo antes de marcar su número. El tono sonó una y otra vez hasta que, finalmente, Zhongli contestó.
—Tartaglia... ¿qué sucede? —preguntó con voz temblorosa, como si esperara alguna buena noticia, pero Tartaglia solo podía sentir el peso del silencio.
—Zhongli, lo siento... —susurró Tartaglia, sus palabras pesadas con el peso de lo que estaba por decir—. No puedo seguir engañándote ni engañándome a mí mismo. Tomé una decisión. Me quedaré con Lumine.
El silencio del otro lado de la línea era abrumador. Podía escuchar el latido de su propio corazón, acelerado y roto. Finalmente, Zhongli habló, su voz apenas un susurro.
—¿Por qué, Tartaglia...? ¿Por qué elegiste a ella?
—No lo sé —respondió Tartaglia, sintiendo el nudo en su garganta—. No es que no te ame, porque lo hago, pero... con ella es más fácil. No siento tanta presión para ser alguien que no soy. Contigo siempre he sentido que te defraudo.
—Eso no es verdad... —respondió Zhongli, su voz quebrándose—. Yo te acepté siempre tal como eres.
—Y lo sé —contestó Tartaglia rápidamente—, pero yo no puedo aceptarme. Y estar contigo solo me recuerda lo lejos que estoy de lo que tú necesitas. Lumine... ella no espera tanto de mí. Con ella, puedo respirar.
Zhongli guardó silencio, sintiendo cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. Sabía que había perdido. Tartaglia ya no era suyo, aunque nunca dejaría de amarlo.
—Entiendo... —murmuró finalmente Zhongli, su corazón roto en mil pedazos—. Si eso es lo que deseas, no puedo detenerte.
—Lo siento tanto... —susurró Tartaglia, con el peso de la culpa aplastándolo—. No sé cómo llegamos a esto.
—Ni yo —respondió Zhongli, su voz apagada por la tristeza—. Pero deseo que seas feliz, aunque no sea conmigo.
Ambos colgaron, sabiendo que ese era el final. No había más caminos que recorrer juntos. Tartaglia se quedó mirando el río, preguntándose si había tomado la decisión correcta, pero sabiendo que no había vuelta atrás. La brisa fresca de la noche le recordaba el olor del hogar que había perdido, y sintió que su corazón se partía aún más.
Mientras caminaba de regreso a su apartamento, el camino se sentía más largo que nunca. La oscuridad lo envolvía, y cada paso era un recordatorio de lo que había dejado atrás. Se sentó en un banco del parque, sintiendo el peso de la soledad. Lumine había estado allí para él, pero ahora no podía evitar sentirse vacío. La sonrisa de ella no podía llenar el hueco que había dejado Zhongli.
Al llegar a su departamento, encontró a Lumine sentada en el sofá, esperando ansiosamente. Su expresión se iluminó al verlo, pero Tartaglia sabía que no podía ocultar el dolor que lo consumía. Se sentó junto a ella, y la miró a los ojos.
—¿Qué sucede? —preguntó Lumine, su voz llena de preocupación—. Te ves... diferente.
—Tomé una decisión —respondió Tartaglia, sintiendo el nudo en su garganta—. Me quedaré contigo.
Lumine sonrió, pero no pudo evitar notar la tristeza en su mirada.
—Eso es genial, cariño, pero... ¿estás seguro?
—No lo sé. No sé si estoy haciendo lo correcto, pero no puedo seguir lastimando a Zhongli.
—Entonces, solo tienes que seguir adelante —dijo Lumine, tomando su mano—. Estoy aquí para ti.
A pesar de su apoyo, Tartaglia sintió que el peso de la culpa lo oprimía. Había elegido a Lumine, pero su corazón seguía anhelando a Zhongli. Esa noche, mientras se acostaba junto a Lumine, cerró los ojos, pero no pudo evitar que la imagen de Zhongli invadiera su mente. Sus ojos tristes, su voz quebrada. Tartaglia sabía que había elegido lo fácil, pero a qué costo.
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¿Es ella o yo?
FanfictionZhongli siempre había confiado en su marido, pero una traición enterrada en las sombras amenaza con destruir la tranquilidad que había construido. A medida que las sospechas crecen, las piezas de un rompecabezas inquietante comienzan a encajar. Ahor...