Tardamos un total de diecisiete días en mudarnos, amueblar el piso y prepararlo para la llegada de Darlie. Jace y yo prácticamente no nos veíamos, él había empezado a trabajar en un taller mecánico de un antiguo amigo suyo, yo estaba tan ocupada entre la universidad y el EverLine no me quedaba tiempo para nada más.
El traslado de mi hermana ya estaba en marcha, Margaret quería esperar a las vacaciones de navidad para cambiarla de colegio y yo ocupaba mi escaso tiempo libre en estudiar para no quedarme mirando el reloj, se me estaba haciendo jodidamente eterna la espera.
Como todos los fines de semana tuve la nariz metida en los apuntes hasta que salió el sol, me dormía de agotamiento y me despertaba tarde. Cuando me desperté aquel día eran las dos del mediodía, me daba todo el sol en la cara y Jace no estaba. Me jodía darme cuenta de lo mucho que notaba su ausencia siempre que estaba a mi alrededor, me pasaba lo mismo, olvidaba quién era yo y los demonios que me acechaban en la oscuridad. Fui a hacerme un café enfadada y agradecida a partes iguales por su ausencia. Fue entonces cuando vi la nota. Tengo que hacer horas extras, intentaré no tardar mucho. Te veo a las siete en casa de Debbie.(Idea de Debbie).
PD: He hecho macarrones para comer, están en la nevera. Iré a comprar esta tarde.
Jace.
Tardé unos segundos de más en reaccionar. No sabía en qué momento estábamos Jace y yo, cuando lo tenía cerca me sentía bien, pero en cuanto se iba me invadía el miedo a ser dañada una vez más. Durante años la única persona en la que había sido capaz de confiar era Darlie, ella se convirtió en el centro de mi mundo y mi existencia, pero entonces apareció Jace, poniendo todo mi mundo patas arriba. No estaban al mismo nivel, obviamente, pero me preocupó lo mucho que influía ese hombre en mi vida.
Eché la cabeza para atrás deseando poder ver el futuro, así al menos sabría para qué tenía que prepararme. Pero no iba a ser tan sencillo, la vida no venía con un puto manual de instrucciones que te explicase todo lo que ibas a sufrir mientras siguieras respirando. Así que en lugar de volverme loca, me dirigí a la nevera y cogí el plato que Jace había preparado.
No pude evitar reírme de la ironía de aquella imagen: Estaba sola en la cocina de un apartamento al que no estaba acostumbrada desayunando unos macarrones que habían hecho para mí... Igual que mi primer día viviendo con Roxie. Generalmente, no pensaba en aquella época de mi vida, pero en ese momento la necesitaba, necesitaba recordar cómo había empezado todo.
Hacía poco que había cumplido quince años cuando la conocí. Su madre era una de las personas encargadas de cuidarme durante las ausencias de mi tía. Concretamente, tenía que llevarme y traerme del instituto y el psicólogo al que iba. Aquella mujer siempre me gustó, no era muy cariñosa ni habladora, pero de algún modo sabía colarse en tu vida y lograr que la recordaras aunque pasaran los años.
Un día, de repente, la madre de Roxie dejó de venir. Semanas más tarde supe que había muerto atropellada. A mí no me pareció rara su ausencia, estaba acostumbrada a que mi tía cambiase el personal cada seis semanas, por lo que no le di mayor importancia. Al menos no hasta que empecé a oír los gritos en la planta de abajo dos meses después del accidente.
Eran las tres y media de la mañana cuando alguien decidió romper los cristales de la casa a pedradas. Al principio creí que era parte de mis pesadillas, pero cuando bajé me encontré con la causa de tanto ruido. Era una chica, pocos años mayor que yo, quien estaba destrozando todo lo que tenía al alcance. No pareció percatarse de mi presencia en la escalera, estaba muy ocupada desfogándose con la carísima vajilla francesa de Margaret como para prestarme atención.
―¡Putos ricos de mierda! ―iba gritando furiosa. Claramente, estaba borracha― ¡Creéis que lo podéis arreglar todo con dinero! ¡Pues que os jodan! ―sonreí con malicia cuando tiró las vitrinas en las que mi tía exponía los recuerdos de sus viajes por el mundo, rompiendo casi todas las figuras de porcelana que tanto atesoraba.
»¡Sois unos cabrones de mierda! ¡Hijos de puta! ―Me apoyé en la pared dejando que acabase de destruir el mobiliario más caro que había visto jamás. Margaret se iba a volver loca cuando volviera.
No tardó mucho en dejarse caer de rodillas y estallar en lágrimas. Había destrozado todo el comedor y la cocina desahogando su rabia y ya solo quedaba tristeza. Sin que me oyera me acerqué a la chimenea y saqué una botella de whisky que tenía ahí escondida. Sí, me di cuenta del peligro de esconderlas allí meses más tarde. Me acerqué a ella tan sigilosa como siempre y solo cuando estuve a su lado se percató de mi presencia.
―¿Quién coño eres tú? ―Aulló poniéndose en pie de repente.
Realmente aquella situación fue tan ridícula que tuve que reírme. Aquella chica había entrado en mi casa, creado un caos de miles de dólares y aun así era ella quien me preguntaba a mí quién era.
―El fantasma de los sueños rotos de tu infancia. ―escupí riéndome a su costa. Encendí la luz del comedor y por primera vez pude verla bien.
Tenía el pelo negro como la noche y lleno de rizos creándole una especie de aura alrededor de la cabeza. Su piel era oscura, muy oscura comparada con la mía, por lo que supuse que tenía ascendencia de raza negra. Pero lo que más me llamó la atención fue su expresión de dolor. Sus ojos color miel estaban rojos por el llanto y la rabia, sus labios hinchados y los hoyuelos formándose en la comisura de su boca por la mueca que había decidido poner. Era realmente preciosa, parecía la mezcla perfecta de inocencia y libertad.
―Eres Zyanya, la princesita de este castillo ¿No? ―espetó intentando hacerse la valiente.
―¿Princesita? ¿Acaso tengo pinta de llevar corona? ―le respondí riéndome de nuevo. Abrió mucho los ojos cuando chuté un trozo de porcelana para recordarle qué estaba haciendo allí― No, morena. Yo soy el puto dragón que lo destroza todo a su paso... Aunque a ti tampoco se te da nada mal, lo reconozco.
Realmente admiraba el caos que había formado en tan poco tiempo. Y para qué mentir, si me hubiese despertado antes la hubiera ayudado, si Margaret quería tener sus putas cosas intactas, que se las llevase a su nueva casa, que era donde vivía.
―¿Vas a llamar a la poli? ―noté el miedo en su voz.
Ciertamente, debería haber llamado a la policía, eso era lo que hacía la gente normal, pero joder, yo no lo era. Aquel destrozo podía pasar perfectamente como obra mía, no sería la primera vez que destrozaba la casa en un arrebato, así que ¿Por qué hacerle cargar con las culpas de aquello? Yo había hecho exactamente lo mismo, un sin fin de veces.
―No, voy a por hielo. ―la tranquilicé levantando la botella. Me miró como si estuviera loca mientras pasaba por su lado y rescataba un par de vasos de entre los pocos supervivientes. En cuanto serví las bebidas, deslicé una de ellas por la encimera haciendo que varios trozos de cristal y cerámica cayesen al suelo― ¿Quieres?
Ella aceptó todavía sin fiarse de mí, pero conforme la noche avanzaba fue dándose cuenta de que hablaba en serio, no pensaba decirle a nadie lo que había pasado aquella noche. A las seis y media de la mañana le pedí que me acompañase a la sala de seguridad, extraje los discos duros y se los di para que no hubiese problemas. También le dije que tenía que irse, a las siete llegaba el guardaespaldas y lo que menos necesitaba era que la viera allí. Le sorprendió que me dejasen sola toda la noche y que la protegiese de aquel modo.
―Tía, eres rara. ―declaró con una sonrisa mientras sacaba un paquete de tabaco.
―Habló, la que entra en mi casa en plena madrugada para romper platos. ―me mofé aceptando el cigarro que me tendía. No solía fumar, vaya que lo había hecho tres veces en mi vida, pero no veía por qué no hacerlo en aquel momento.
―Me llamo Roxanna, aunque todo el mundo me llama Roxie.
―¿Roxie? ¿Roxie Blake? ―no podía creer lo estúpida que había sido al no darme cuenta de lo mucho que se parecía a su madre. Ambas tenían esos ojos color miel tan extraños y expresivos.
―En vivo y en directo ―gritó teatralmente antes de ponerse completamente seria― Oye siento lo del destrozo yo...
―Que le den por culo a la porcelana de Margaret. ―la interrumpí riéndome. Ciertamente, lo que menos me preocupaba era lo que mi tía pudiera decirme, seguramente se volvería loca, pero no haría mucho más.
La acompañé al patio trasero y nos quedamos allí en silencio mientras el sol se decidía a iluminar, un día más, el cielo de California. Me gustaba ver amanecer, solía imaginarme que esa luz rosada se llevaba consigo todos los recuerdos que me atormentaban por la noche. Cómo una especie de atrapasueños gigante. Miré a Roxie de reojo, parecía perdida en sus pensamientos. «¿Qué demonios acechan a una chica como ella?» Me pregunté llevándome el cigarro a los labios.
No sabía muy bien cómo actuar. Yo nunca había perdido a nadie que me importase realmente, al menos no a nadie que quisiera. Cuando mi madre se largó ni siquiera me preocupé por ello y cuando murió mi padre no conseguí soltar ni una lágrima. Pero ahí estaba ella, llorando disimuladamente a mi lado mientras veíamos el amanecer.
»Lo que le ha pasado a tu madre es una mierda. ―murmuré en un patético intento por consolarla.
―Sí, lo es. ―Me maldije mentalmente por la tristeza que había en su voz. No sabía por qué, pero no quería verla así.
―Me caes bien. ―confesé queriendo cambiar a un tema menos doloroso― Aunque la próxima vez que quieras venir a destrozar algo, despiértame, podría ayudarte.
―¿De verdad estás sola toda la noche? ―Parecía sorprendida y horrorizada a partes iguales.
―Sep ―respondí con voz dura. No sabía si debía compartir con ella aquella información, al fin y al cabo no la conocía de nada pero... ¿Qué era lo peor que podía pasar?― Si quieres visitarme es la segunda puerta a la izquierda.
―Quizá lo haga. ―Contestó en el mismo tono cortante.
Joder, me encantaba que me respondiera del mismo modo en el que yo le hablaba. Podía ser yo misma con ella, no se ofendía como el resto de la humanidad, sino que sacaba un cuchillo más grande y lo lanzaba con una sonrisa.
―Quizá deberías largarte ya. ―Me di cuenta por la forma en la que me miró que me había malinterpretado, por lo que me apresure a añadir:― Faltan quince minutos para que esto se convierta en un interrogatorio.
―Gracias, Zyanya. ―no supe interpretar qué emoción tenía en la voz, pero no me gustó oír mi nombre en sus labios. Odiaba ese nombre. Así que no fui muy amable cuando escupí:
―No me llames así. No me gusta.
―Nos vemos pronto, Zett. ―Me tendió la mano y, en lugar de estrechármela como yo esperaba, me la chocó y formó un puño esperando a que le respondiera del mismo modo. Lo hice.
Roxie desapareció saltando la verja y me dejó con cara de imbécil mirando en su dirección. Si hubiese tenido algo más de experiencia, hubiese sabido que aquello solo podía significar una cosa: Esa tía se acababa de meter en mi vida sin pedir permiso ni perdón. Pero como no tenía ni puta idea de cómo iban esas movidas, simplemente me quedé allí, fumando, mientras sonreía.
Aquella fue la primera vez que alguien me llamó Zett. Ella me puso ese nombre y jamás volvió a mencionar el que me habían puesto al nacer. Por supuesto, mi tía entró en cólera cuando se enteró del destrozo de la casa, pero, como era de esperar, creyó que había sido yo, por lo que me amenazó con no volver a ver a Darlie. En su momento pensé que iba de farol, pero me equivocaba.
Mi hermana no volvió a venir a California, no pude quedarme con ella ni una sola noche después de conocer a Roxie y solo me dejaron verla por qué hice lo que me ordenaron, le rompí el corazón, e incluso después de eso mi tía solo me dejaba pasar una tarde cada ciertos meses con ella, bajo la vigilancia de dos guardaespaldas, en un espacio controlado, allí donde estuvieran viviendo.
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VÍSPERA (TERMINADA)
RomanceLa saga Nocturnal no es solo una historia de amor, si no también de redención. Jace y Zett deberán aprender a sobrellevar su pasado si quieren tener un futuro, ya sea juntos o separados. En Víspera no sólo se conocen si no que también saldrán a la l...