Había pasado la noche intentando entrar en el apartamento, llamé al tío de la agencia para que me diera otra copia de la llave pensando que Zett estaba allí, demasiado enfadada conmigo como para abrirme la puerta. Al principio no querían dármela, pero conseguí convencerle, al fin y al cabo el piso también era mío.
Me volví loco cuando vi que no estaba allí, sin pensarlo dos veces fui a casa de Deb, pero no había rastro de ellos. Llamé a Leo un millón de veces, pero el muy cabrón no me quiso contestar hasta las cinco de la mañana. Zett no había vuelto a casa ni estaba en el piso de Deb, pasé horas yendo de un lugar a otro esperando verla. Cuando por fin mi hermano se dignó a cogerme el teléfono me dijo que estaban en una fiesta, fui para allá más furioso de lo que había estado en mi vida.
Lo último que me apetecía era verla bailando, rodeada de babosos borrachos, joder, iba a matarlos a todos si hacía falta. No me gustaba esa parte de mí, la había controlado hasta ese momento, pero solo con pensar en otro capullo con las manos sobre Zett me volvía loco. Me había costado mucho conseguir que me dejase acercarme a ella, no permitiría que otro tirase mi trabajo por tierra.
Leo y Deb me esperaban en la puerta cuando llegué a la casa. Ni siquiera me detuve a mirar cómo era. Apagué el motor y fui directamente hacia mi hermano.
―¿Dónde cojones está?
―No lo sabemos ―masculló Debbie escondiéndose detrás de él.
No juzgue su comportamiento, fue algo instintivo y, aunque me toco mucho los cojones, intenté recordar quién era y por qué estaba allí. Mi prioridad era mi reina de hielo.
―¿Qué coño significa que no lo sabéis?
―Tranquilízate, Jace. ―intentó mediar Leo dando un paso hacia mí. Quise matarle en cuanto añadió― Está dentro, solo que hay mucha gente y no la encontramos.
―¿¡La habéis dejado sola!? ―Brame histérico cogiéndole por la camisa.
El muy imbécil había dejado a Zett sola en medio de un mar de hijos de puta borrachos que solo la verían como un pedazo de carne.
―No soy su niñera, hermano. Si querías controlarla haber venido antes.
―No os peleéis, vamos a buscarla.
Por muchas ganas que tuviese de matar a mi hermano, decidí aceptar lo que Debbie proponía. Buscamos en toda la parte de abajo, pero no la encontramos por ningún lado. Entré en la cocina de muy mala hostia esperando verla allí, pero en lugar de eso me encontré con cuatro pavas, parecían preocupadas por una de ellas en particular.
―Me he bebido solo una copa ―se justificaba una de ellas
―¿Recuerdas si alguien se te ha acercado mientras bebías? ―Aquello llamó mi atención, no supe por qué, pero sentí un escalofrío recorriéndome la espalda. No era ningún secreto que las universidades, y sobre todo las fiestas que se hacían en ellas, eran un coto de caza habitual para los violadores.
Salí de allí corriendo en dirección a la escalera, una parte de mí esperaba encontrarla vomitando en el baño o haciendo cualquier cosa menos lo que se me estaba pasando por la mente.
Leo debió verme subir porque apareció a mi lado en el pasillo de arriba. No me lo pensé, empecé a abrir las puertas que encontraba en mi camino sin importarme una mierda encontrarme con el culo de las universitarias de frente. Maldije cuando la tercera estaba cerrada, pero no me importaba, la echaría abajo si hacía falta.
―¡Jace! ―gritó Zett desde algún lado, me había encontrado. Me giré aliviado y furioso buscándola, pero no la vi. Tuve un mal presentimiento cuando, después de unos minutos de silencio, volvió a gritar mi nombre. ―¡Jace! ―No me estaba llamando porque me hubiera visto, estaba acojonada y pidiendo ayuda. Pidiéndome ayuda a mí.
Miré a Leo, parecía totalmente perdido, abriendo todas las puertas que estaban a su alcance e ignorando las quejas de la gente. No sé como, pero en cuanto volvió a decir mi nombre supe donde estaba. Me detuve delante de una de las últimas puertas e intenté abrirla, estaba cerrada con llave.
Oí como alguien decía algo sobre cicatrices al otro lado y todo se volvió rojo. Tiré la puerta de una patada sin importarme si me detenían por ello, me daba igual. Lo único que tenía importancia era sacar a aquel hijo de puta de encima de mi chica. El otro cabrón estaba tan borracho que no podía ni huir de aquella habitación.
Leo fue a socorrer a Zett y ella le golpeó aterrorizada. Tenía los ojos muy abiertos, la camiseta rota y sangre en el labio. La habían golpeado, joder la habían golpeado y yo no había estado ahí para ella.
Intercambié mi posición con Leo y le di mi camiseta para que pudiera llevársela de allí. En cuanto salió de aquella habitación perdí el control. Ninguno de los dos gilipollas se defendió mientras le golpeaba, se quedaron allí, intentando huir a rastras mientras les partía la cabeza. Podría haberles matado, quería hacerlo, pero tenía que encontrar a Zett y asegurarme de que estaba bien.
Leo la había sacado al patio trasero de la casa. Parecía tan perdido que no sabía ni qué hacer con ella mientras esperaba a que llegase. En cuanto me vio se largó a buscar a Debbie y me dejó a solas con ella. Intenté acercarme, pero estaba asustada, más asustada de lo que jamás la había visto. En cuanto me vio retrocedió huyendo de mí. Joder, no sabía qué mierdas hacer. Le dije algo para tranquilizarla, pero no me contestó, ni siquiera levantaba la vista del suelo.
Al cabo de un rato vio mis manos llenas de sangre y se desplomó. Pude evitar que se golpeara la cabeza de milagro. No sabía qué hacer, era menor, así que no podía llevarla al hospital sin que se formase un escándalo increíble, pero tampoco podía dejarla así.
Saqué mi móvil y llamé a la única persona que sabía que acudiría en su ayuda antes de cogerla en brazos y llevarla hasta mi coche. La senté sobre mí mientras conducía hacia casa.
―Has venido, sabía que lo harías. ―susurro contra mi cuello cuando abandonamos aquella puta casa.
Tenía los ojos cerrados, pero me abrazó sin fuerza. La apreté contra mí queriendo meterla bajo mi piel, lejos de cualquiera que pudiera hacerle daño.
―Lo siento, Zett. Lo siento muchísimo, no debería haberme largado...
No encontraba las palabras entre la rabia y el miedo que me invadían. Si le hubiese pasado algo, sería culpa mía. Yo la había abandonado, se suponía que tenía que protegerla de todo, pero la dejé tirada a merced de esos hijos de puta.
―Todos se han ido, Jace. ―continuó hablando en voz baja.
―Yo sigo aquí. No pienso irme a ningún lado. ―Seis palabras. Una promesa.
Pisé el acelerador sin importarme una mierda las consecuencias. Estaba empapada en sudor, temblando y semiinconsciente, necesitaba ayuda de inmediato.
―Si lo harás, porque te quiero y todas las personas a las que quiero se van. ―Sentí un escalofrío al oír esas palabras.
En ese instante me invadieron emociones totalmente contradictorias, por una parte, sentí una rabia ciega hacia quien fuese que le hubiera hecho daño, por otra parte, me sentí aliviado, le importaba. Quizás nunca consiguiera que me lo dijera de nuevo, pero me quería y haberlo oído una única vez fue suficiente para mí.
Lo mío con Zett era un rompecabezas imposible de montar. Me atraía como un imán, ocupaba mis pensamientos gran parte del tiempo y joder, mi cuerpo reaccionaba a ella como lo había hecho jamás con nadie. Ni siquiera Krystal consiguió nunca hacerme sentir como lo hacía ella con solo mirarme. Era una completa locura, pero era la verdad, Zett me hacía sentir vivo y a salvo, con ella podía echar a un lado toda la mierda que había en mi vida. Un lugar tranquilo en el que cerrar los ojos y descansar al fin de todo el caos que había invadido mi pasado.
Sabía que tenía secretos, luchaba contra sus propios demonios y no dejaba que nadie entrase en su mundo, pero joder, quería hacerlo, deseaba con todas mis fuerzas que me dejase formar parte de él. No iba a ser fácil, nada lo era con ella, pero al menos confiaba en mí y ya era un paso. Tendría que demostrarle mis palabras, era consciente de ello, pero estaba dispuesto a ello y mucho más.
―Creo que ya no hay fuerza humana que pueda separarme de ti, Zett. ―confesé escuchando su respiración. Se había dormido.
Conduje con una mano haciendo rugir el motor del mustang hasta casa, no me importó la luz que iluminó la carretera al pasar delante del radar, podía pagar la multa, pero si le pasaba algo jamás me lo perdonaría. Durante aquellos instantes en los que la tuve en brazos olvidé mis miedos, todo lo que importaba era ella y que se recuperara. No había sentido tanto miedo en mi vida, ni siquiera cuando tuve el accidente, si la perdía no podría recuperarme.
Zett era de esas personas que ponían tu mundo del revés, que te sacaban de la oscuridad y se convertían en parte de ti mismo sin que pudieras hacer nada por evitarlo. Pero también era de esa clase de personas que viven en la oscuridad, estaba tan sumida en su propio tormento que se había vuelto inalcanzable para todo el mundo. Demasiado fría. Demasiado rota. Pero sobre todo, Zett era una persona demasiado humana.
Cuando llegué al parking casi no lo reconocí, estaba tan inmerso en mis propios pensamientos que no me di cuenta de que estaba allí. El trayecto se me hizo eterno. Tenerla sobre mí sin saber cuáles podrían ser las consecuencias de aquella noche me estaba matando.
Por suerte sabía que Zett era inteligente, ella confiaba en Roman y seguramente él fuese el único al que podía acudir en una situación como aquella. No era idiota, era consciente de que lo mejor para ella hubiese sido llevarla a un hospital, pero podía oírla gritando que no quería ir antes sin tener que preguntarle. Zett era muy celosa de su intimidad y no soportaría la idea de que la prensa y su tía se enterasen de lo que había ocurrido aquella noche. No compartía su dolor con nadie, ni siquiera conmigo.
De haber estado consciente ni siquiera hubiese llamado a Roman. No, cómo ella solía decir: Era capaz de salvar su propio culo sin ayuda.
―¿Qué ha ocurrido? ―Inquirió Roman en cuanto bajé del coche todavía con ella en brazos― ¿Está bien? ¿Qué ha pasado? ¿Quién le ha hecho esto?
Me aliviaba ver su preocupación, confirmaba mis sospechas, pero no me pasó por alto el tono acusador de su voz. Controlé la rabia lo mejor que pude, fulminándolo con la mirada y apretándola contra mi pecho de forma protectora antes de espetar:
―Luego
Mi voz fue dura, seguramente Zett se hubiese vuelto una fiera al oír como me había dirigido a su protector. Él asintió y me siguió hasta el apartamento en completo silencio.
―¿Qué le han dado? ―vaciló cuando la dejé en el sofá. Nos miramos preocupados cuando gimoteo quejándose ante la ausencia de contacto.
―No tengo ni puta idea. ―me ponía nervioso verla tan quieta, sin ningún signo de frialdad o dureza me jodió más de lo que me pudiese haberme imaginado. Odiaba aquella actitud suya tan distante; pero, joder, como desearía que soltase alguno de sus comentarios sarcásticos e hirientes.
―¿Qué síntomas tiene?
―Sudores, habla de vez en cuando, cansancio... ―Mientras lo decía intentaba averiguar con qué podrían haberla drogado― ha vomitado, pero no tiene fiebre ni parece notar los cambios de temperatura.
―Seguramente se trate de algún tipo de sedante ―pensaba en voz alta. Se detuvo frente a mí esperando a que le dijese algo más― ¿La consciencia le va y le viene?
―Ha bebido mucho ―confesé acariciándole el pelo.
Ella parecía no notar mi tacto. Estaba fría, lívida y totalmente inconsciente. Tras los párpados cerrados, Zett movía los ojos con desesperación.
Nos quedamos un momento en silencio viendo como se removía inquieta, sin saber qué hacer para ayudarla. Roman parecía estar meditando algo.
―Hay que hacerla vomitar todo lo que ha bebido, así sacaremos parte de la droga de su organismo. ―dijo al final asustado y preocupado― La controlaremos durante la noche, si sufre taquicardias, convulsiones o le sube la fiebre habrá que llevarla al hospital de urgencias.
Por cómo me miró deduje que él también sabía que nos mataría si lo hacíamos, perderíamos su confianza por completo si aquello salía a la luz y con Zett no había segundas oportunidades. Pero no había nada que pensar, si tenía que elegir entre salvarle la vida, alejándome así de ella para siempre, o verla morir en mis brazos... No, su corazón podría odiarme el resto de su vida, pero por mis cojones seguiría latiendo.
―Yo lo haré. ―decreté cogiéndola de nuevo en brazos. Joder ni siquiera se movía, pesaba tan poco que me dio miedo hacerle daño al levantarla del sofá.
Por suerte mi época en Kentucky me enseñó a eliminar la droga del cuerpo. Recordaba perfectamente el tiempo en el que a quien metieron en una bañera de agua fría y le obligaron a vomitar fue a mí. El contraste de temperatura la despertó mínimamente, no lo suficiente para que hablase, pero me abrazó enterrando la cabeza en mi cuello.
Zett tenía una resistencia a las drogas sorprendentemente buena, no tuvo más complicaciones en toda la noche: su corazón se mantuvo estable durante todo el tiempo y, quitando algún leve temblor, parecía que estaba profundamente dormida.
Roman calculó que la droga le afectaría aproximadamente hasta las cuatro o las cinco de la tarde, pero aunque ya estaba casi convencido de que estaba a salvo, insistió en quedarse hasta que despertase.
Pasamos el resto de la madrugada vigilando su estado cada poco tiempo.
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VÍSPERA (TERMINADA)
RomanceLa saga Nocturnal no es solo una historia de amor, si no también de redención. Jace y Zett deberán aprender a sobrellevar su pasado si quieren tener un futuro, ya sea juntos o separados. En Víspera no sólo se conocen si no que también saldrán a la l...