Después de ducharme por segunda vez y ordenar toda la casa, me puse a tocar el bajo mientras hacía tiempo hasta las siete de la tarde. Jace no había aparecido en todo el día, pero no podía estar menos preocupada por ello, no esperaba que volviese ni que enviase ningún mensaje realmente.
Aproveché el día para dejar que mis recuerdos volvieran, al menos, parte de ellos. Me empapé en la imagen de Darlie la última vez que la había visto, cerré los ojos recordando como Roxie se sentaba detrás de mí para jugar con mi pelo mientras yo tocaba, toqué de nuevo los primeros acordes que él me enseñó, me reí al recordar el día en el que Roman decidió saltarse las normas y llevarme a un concierto de rock e incluso sonreí cuando un Steven de diez años, con sus mejillas sonrojadas y su pelo pelirrojo revuelto, apareció en mi mente.
Cómo siempre no pude evitar la ironía de mi vida. Aquellas personas que me estaban haciendo sonreír sola en mi nueva habitación me habían partido el corazón de una u otra forma, pero ahí estaban, guardadas en lo más profundo de mi mente, sus palabras para animarme cuando no había nadie más que lo hiciera.
Ahí estaba yo, tumbada en la cama, con los dedos acalambrados contra las cuerdas, cuando mi móvil se volvió loco. Fruncí el ceño al ver el nombre de Jace en la pantalla. Dejé el bajo a un lado y contesté a su llamada de forma automática.
―Has llamado al contestador de Zett, por desgracia no puede o no quiere atenderte, probablemente lo segundo. Deja tu mensaje después de la señal ―imité la voz robótica del contestador. Al otro lado pude oír como soltaba una carcajada.
―Estás de buen humor, eso es nuevo ―murmuró divertido― ¿Dónde estás?
―Todavía no he dicho: Piiii ―Me quejé. Lo cierto era que sí, estaba de muy buen humor aquella tarde― En casa ¿Por?
―Zett son las ocho y media, llevamos más de una hora esperándote ―«Mierda» Había perdido la noción del tiempo totalmente.
―Se me ha ido la olla, voy para allá. ―salté de la cama, cogí unos pantalones, una camiseta y una sudadera y me vestí mientras bajaba por la escalera intentando no matarme en el proceso.
―Tu coche está aparcado delante de casa de Deb. ―Me recordó con esa voz suya que parecía decir "¿Dónde tienes la cabeza?"― ¿Cómo piensas venir?
―Buen punto. ―No necesitaba tenerlo delante para saber que estaría pasandose la mano por el pelo mientras sonreía como un idiota― ¿Pasas a buscarme?
―Estoy en el portal. ―Fui a salir por la puerta cuando recordé que no tenía las llaves y no sabía dónde podrían estar. No recordaba haberlas guardado. Pero Jace parecía tener el poder de leerme la mente, incluso por teléfono porque se rio mientras decía:― En la encimera de la cocina.
Efectivamente, ahí estaban. Puse los ojos en blanco y salí por la puerta a toda prisa. Cuando llegué al portal, Jace me esperaba apoyado sobre el muro de ladrillo fumándose un cigarro. Me detuve a observarlo antes de abrir la puerta.
Llevaba unos pantalones ajustados de color negro con roturas y cadenas por todos lados, una camiseta oscura con el estampado de una calavera sacando la lengua y una chaqueta de cuero caída hasta los codos. Sí, me volvía loca con solo mirarlo.
―Si vas a hacer una fotografía, hazla ya, llegamos tarde ―bromeó sobresaltándome.
Maldije al darme cuenta de que me estaba viendo por el rabillo del ojo, pero sonreí con malicia al sacar mi móvil y hacerle una foto espectacular. Tras él se veían los edificios con el atardecer irrumpiendo a través de ellos.
Abrí la puerta y me dirigí directamente a su coche, él me siguió en silencio con una sonrisa en la cara. Me detuve frente al mustang calibrando mis opciones, estaba de buen humor y eso significaba que quería correr, Jace conducía como una abuela y yo quería adrenalina. Sabía qué era capaz de poner aquella bestia a más de ciento cincuenta kilómetros por hora, ya había llevado coches parecidos.
―¿En qué piensas? ―Susurró seductoramente contra mi oreja abrazándome por la espalda. ― ¿Qué estás tramando en esa cabecita tuya, Piccola?
―¿Dónde aprendiste a hablar italiano? ―quise saber. No era la primera vez que me llamaba por algún apodo italiano, pero nunca había mostrado ningún indicio de hablarlo más allá de unas cuantas palabras.
―Todavía me debes una pregunta... ¿Quieres que sean dos? ―Me amenazó divertido. Me mordí el labio tentada a aceptar su propuesta, pero decidí que mi curiosidad podía esperar.
―¿Puedo conducir yo?
―No.
Y adiós a su sonrisa. Puse los ojos en blanco cuando se tensó ante mi pregunta. Sabía que era un tema delicado para él, pero joder, no iba a despeñarnos por un precipicio, llevaba conduciendo desde los catorce años.
―Vamos, Jace, es solo un coche. ―intenté negociar con él dándome la vuelta para quedar de frente. Tenía la mandíbula apretada.― Sé conducir. He llevado coches mucho más potentes y sigo aquí.
―La última vez que oí esa frase acabó muy mal. ―Me encogí en sus brazos ante la dureza de su voz. Sí, era un tema más que jodido para él.
Apoyé las manos detrás de su nuca, atrayéndolo hacia mí. Se dejó arrastrar hasta que nuestras frentes se rozaron. Sabía que aquello no funcionaria con Jace, no iba a dejarse distraer tan fácilmente, pero tenía que intentarlo. Pasé los dedos por su pelo sin apartar la vista de él, eso le encantaba.
―Confía en mí. ―Susurré mordiendo el labio. Como era de esperar no funcionó, se apartó de mí como si mi tacto le quemase. Me quedé quieta esperando su contestación, era consciente de la negativa que estaba por venir, pero no esperaba que se pusiera a gritarme.
―No Zett. No voy a ceder en esto. Metételo en la puta cabeza ¡No vas a llevar el puto coche!
―Conduces como una abuela, Jace. ―le piqué sonriendo, solo estaba bromeando, pero él no lo entendió.
―¡Vete a la mierda, Zett! ¡Que te jodan! ―rugió subiéndose al coche para dar marcha atrás y salir del parking. Ni siquiera me moví, vi como conducía entre los coches de mis vecinos sin saber qué hacer.
Solo había intentado conducir un coche, no era la gran cosa, pero él había estallado como una bomba de relojería con patas. Ahí fue cuando lo supe, Jace había perdido a alguien en la carretera y no pude evitar preguntarme si él estaría tras el volante cuando ocurrió, quizás incluso fuese en el mismo accidente que marcaba su piel. Ese hombre estaba tan roto como yo y, del mismo modo que él podía entender mis miedos, podía entenderle o al menos lo intentaría.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, Roman me dejó frente al apartamento de Debbie para que pudiera recuperar mi coche. No tenía pensado llamarle, pero tampoco podía quedarme sentada a esperar a que al capullo de Jace se le pasara el arrebato. Subí únicamente a buscar las llaves, pero en cuanto puse un pie en aquel piso todo se descontroló.
Debbie se había emperrado en que teníamos que ir a una fiesta para celebrar que había comprado un apartamento. Intenté negarme. Bueno, realmente me negué durante más de dos horas, pero al final cedí. Eran las doce de la noche cuando salimos del apartamento los tres juntos: Leo, Deb y yo.
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VÍSPERA (TERMINADA)
RomanceLa saga Nocturnal no es solo una historia de amor, si no también de redención. Jace y Zett deberán aprender a sobrellevar su pasado si quieren tener un futuro, ya sea juntos o separados. En Víspera no sólo se conocen si no que también saldrán a la l...