• Epílogo •

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Había mucha gente dentro de la casa, pero la mayoría estaba distraída con otras cosas, en general con sus respectivos hijos o compañeros. Nadie los sintió mientras con lentitud ellos hacían su camino fuera de las escaleras. En la planta baja, la cocina estaba vacía. La risa de los niños aún resonaba en la distancia, confirmando el hecho de que Zee permanecía en las garras de los hermanos de Saint.

Max salió de la cabaña por la puerta trasera. Sintió a Fighter en las cercanías, pero el otro lobo no apareció. Ellos continuaban patrullando el área de vez en cuando, pero Fighter obviamente se dio cuenta de lo que Max tenía en mente y dejó pasar el asunto.

Pronto, él junto a Tul dejaron atrás la cabaña, y cuando el sonido de las voces y las risas se desvanecieron, Max pudo concentrarse en su compañero una vez más. "Bueno. Finalmente estamos solos".

"Bien".

Esa fue la única advertencia que recibió antes de que su humano se abalanzara sobre él. Sujetó a Max al tronco de un árbol cercano, y Max lo permitió, no, se deleitó con ello. Fácilmente podría haberle dado la vuelta a su compañero, pero no lo hizo. En cambio, lo persuadió para que suavizara su beso, domando la necesidad de Tul con la suya propia.

Otra cosa que Max había notado era que el impulso sexual de Tul estaba por las nubes. Hubieron momentos en los que él simplemente se le arrastró encima y lo sedujo con mordiscos juguetones y besos suaves. Cosa que nunca tardaba en hacerlo rendirse en la batalla, pero esta vez quería que las cosas fueran diferentes.

Cuando se separaron para respirar, Max se quitó la chaqueta y la camisa. El calor en los ojos de Tul siempre era un espectáculo bienvenido, pero Max aún no abordó esa lujuria. En cambio, tiró su ropa sobre el suelo, la comodidad de su compañero siempre era una prioridad.

Tul siguió su ejemplo y se quitó su propia camisa, descartándola junto a la ropa de Max. Luego se sentó en el nido improvisado y extendió su mano hacia el lobo.

En cierto modo, ese simple gesto era un símbolo de todo lo que Tul había hecho por Max. Tomó la palma de su pareja entre las suyas y se arrodilló junto a su humano. Encontrando sus hermosos ojos, le besó la yema de cada dedo individualmente. El viento hizo que las hojas caídas bailaran alrededor de ellos, pero el ligero escalofrío no fue lo que los hizo temblar a ambos.

Estaba tan silencioso aquí, en medio del bosque, tan silencioso que Max podría jurar que podía escuchar su propio corazón acelerado, siguiendo el ritmo del pulso de Tul. Se deslizó encima de Tul, manteniendo su peso fuera de su amante, pero necesitando demasiado la proximidad como para mantenerse alejado.

Eres tan hermoso. Eres mío. Te amo. Gracias. Todas esas fueron palabras que irrumpieron en la mente de Max. Pero ninguna de ellas logró salir a la superficie, aunque eso estaba bien, porque de cualquier forma Tul lo sabía todo.

Cuando volvió a besarlo, lo hizo con el conocimiento del aquí y el ahora, nada podría separarlos. Manos reverentes alcanzaron por la ropa que aún vestían y, con lentitud, se descartó toda barrera de material. En alguna ocasión, tuvieron que removerse un poco para facilitar las cosas, pero se las arreglaban sin llegar a en realidad separarse el uno del otro.

Cuando al final estuvieron desnudos, Max se tomó unos momentos solo para respirar. Casi pensó que sus pulmones iban a paralizarse simplemente ante la vista de Tul, yaciendo allí, esperándolo, con sus pupilas dilatadas por la lujuria. ¿Se acostumbraría alguna vez a esa visión tan obscenamente hermosa? No lo creía así.

La oleada de emoción en su pecho guió a Max a bajar la boca sobre el cuello de su amante, en el mismo lugar en el que lo había mordido cuando lo reclamó. Sus instintos se alzaron dentro de él, pero el lobo no estaba demandando, todavía no. Él quería acariciar, cortejar y mimar, ir acostumbrándose a cada centímetro de su compañero de la manera en que rara vez tenía tiempo de hacerlo.

5. Su Silenciador Hombre Lobo ⁓ MaxTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora