Lección IV. Aprender a cocinar

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Parpadeó conmocionada por lo que había escuchado y tragó saliva, incapaz de unir lo que había dicho

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Parpadeó conmocionada por lo que había escuchado y tragó saliva, incapaz de unir lo que había dicho. Tal vez había escuchado mal, pero cuando él lo repitió, se terminó atragantando con su comida, incapaz de creérselo. Porque era imposible que él estuviera sugiriendo algo como eso.

—¿Qué? —Mencionó Yor, después de tomar el agua en su vaso.

El hombre enfrente suyo, sonrió con la intención de darle algo de valor, de que aquello fuera un tema bastante normal y despreocupado. Pero ver a la mujer atragantarse tanto, fue algo que no prevenía.

—Es algo que teníamos que hacer tarde o temprano...por lo que es mejor que sea ahora.

Yor se quedó tensa en su sitio, viendo al hombre observándolo tan cerca. Incapaz de desviar la mirada, Y con la idea abriéndose paso en su interior, como una ola de incertidumbre y de temor ante lo que podría pasar entre ellos con esa decisión.

—Pero...—Intentó, pero el hombre simplemente negó.

—Esta ha sido idea tuya ¿quieres que nos detengamos?

Yor presionó sus labios con indecisión, pero terminó negando. No quería hacerlo, no cuando habían llegado tan lejos. Por lo que observó el plato que comida que tenía enfrente suyo y volvió a mirarlo con mayor decisión.

—Hagámoslo.

—Vamos a morir con la comida de mami —Dejó salir Anya, que había estado siguiendo la discusión de sus padres en el comedor, completamente callada.

La idea de su padre de hacer a su mama cocinar, era la peor idea que pudo tener. Anya siempre pensó que él era más inteligente al ser un espía, pero ante esa decisión, se daba cuenta de lo equivocada que estaba. Cualquiera que haya probado la comida de su madre y haya sobrevivido, sabría que era una muy mala idea dejarla entrar a la cocina. De vez en cuando cocinaba aquel estofado delicioso que había dicho que era de su madre. La misma Anya había disfrutado enormemente cuando su mamá cocinaba eso...pero fuera de aquel platillo. Todos sabían que Yor no sabía cocinar.

Por eso la misma Yor había reaccionado de esa forma cuando él lo sugirió.

—¡Anya! No digas eso —La reprendió Loid, y más al ver el rostro desalentado de Yor.

—Solo he dicho la verdad. —Susurró para sí misma, por el regaño de su padre.

Se bajó de la mesa, yendo directamente a la televisión para ver su programa. No quería meterse en problemas y menos por aquel mal plan de su padre. Tal vez en su agencia debían reconsiderar su título como uno de los mejores agentes. O eso era lo que su padre solía pensar de vez en cuando. Comenzó a preguntarse si pensaba mentiras.

Yor miraba la mesa con cierto sentimiento de desgane. Sabía que Anya tenía razón, no había mucho que hacer con eso. Se sorprendió cuando Loid se inclinó hacía ella, tomando su mano sobre la mesa con tanta sencillez, que la propia Yor se quedó observando el enlace entre ellos. Su rostro se coloreó... ¿acaso eso de tomarse de las manos no sería solo cuando estuvieran fuera de casa? La idea de que aquellos contactos siguieran aún en casa la superaron y los nervios de aquel pequeño gesto se reflejaron en su rostro sonrojado. Aun así...no apartó la mano, no cuando la mano masculina se sentía tan agradable...

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