Lección XII. Compartir una vida juntos.

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Sus ojos azules se abrieron cuando un frio aire acarició su cuerpo y se percató de que estaba solo en la cama

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Sus ojos azules se abrieron cuando un frio aire acarició su cuerpo y se percató de que estaba solo en la cama. ¿Acaso...eso había sido un sueño? Pero la desnudez de su cuerpo debajo de las cobijas le permitió entender que no podría tener una imaginación tan detallada del cuerpo femenino. Sonrió de forma torpe y vio la puerta entreabierta y las luces en el pasillo. Posiblemente había ido al baño.

Se estiró en la cama, sintiendo el cuerpo entumecido y tan relajado como nunca en toda su vida. Como si las preocupaciones y todos los problemas que había cargado durante tantos años se esfumaran o fueran cosas sin importancia. La puerta de la habitación se abrió y él captó el movimiento femenino ingresando a la habitación, hasta que ella se dio cuenta, al llegar junto a la cama, que estaba despierto.

—Lo siento ¿te he despertado?

Él se estiró, tomándola de la muñeca y tiró de ella, haciéndola entrar a la cama y abrazándola contra su cuerpo, sintiendo la calidez femenina, hundiendo el rostro en su cuello y captando aquella esencia femenina atrapante matutina.

—No, solo sentí tu ausencia.

—Solo salí un momento, lo siento si...

Él levantó el rostro, apoyándolo en la ropa de dormir blanca que ella solía usar y observó por primera vez en la mañana aquellos ojos carmesí dulces.

—Quiero esto, todos los días, a partir de ahora.

—¿Qué cosa? —Yor estaba confundida.

—Dormir contigo, despertar a tu lado —La tomó de la mano y la besó. — Quiero que seas realmente mi esposa, mi mujer y actuar como tal.

Yor pudo ver los ojos azules profundos, consumiéndola en aquella calidez embriagante, el rubor inundó sus mejillas y se inclinó para besar al hombre con intensidad.

—Eso es todo lo que quiero —Habló Yor después de alejarse para tomar aire y viendo a Loid con una sonrisa encantadora y sus propios pómulos sonrosados.

—Hagámoslo.

Era irónico que las cosas terminaran con la misma palabra con la que iniciaron, pero Loid se levantó, atrapando los labios femeninos entre los suyos, estrechándola entre sus brazos y deslizando su mano debajo de aquel vestido blanco, sintiendo su piel erizarse ante su acto.

—Papi, mami donde...

Loid abrió los ojos abruptamente al igual que Yor y se separaron ambos para ver a Anya de pie, con la puerta abierta y dejando caer a su peluche, con la expresión tan sorpresiva que una niña podía hacer. Todo pasó muy rápido, la niña hizo una sonrisa extraña y un grito brotó de los labios de Yor, empujando a Loid en un intento de tomar las sabanas y cubrirse por la vergüenza.


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