- Vamos a probar la nueva canción – Dice Marina – Un, dos, tres, y- La menor cuenta a la par que choca las baquetas para marcar el tempo de la canción.
Puedo sentir como mi pecho revolotea con cada acorde que coloco en la guitarra, nunca creí poder sentirme así de plena en esta vida.
Es mi mejor momento hasta ahora, tengo una novia increíble que me ama tanto como yo a ella, voy a se tía de una pequeña niña, mi familia aceptó mis decisiones; ¿Qué más podría yo pedir?
Continúo tocando, siento que podría escupir fuego en cualquier momento.
Con los movimientos involuntarios que he ido haciendo en la práctica, veo como mi tahalí se rompe en la zona del cuero, no puedo culparle, hace años que no agarraba esta guitarra para tocar; no es de la mejor calidad, pero es mi primer instrumento.
Alcanzo a afianzar la guitarra a mi cuerpo.
La adrenalina recorre todo mi ser.
La canción termina.
- Funciona muy bien, para ser una las letras más cursis que te has aventado en tu vida – Laura dice burlándose.
Siento los colores subir a mi rostro, tiene razón.
No pude evitar escribirle algo a Cara, solo que ella no lo sabe.
- Mírala, de solo pensar en su nalguita se pone colorada – Marina continúa molestándome junto con su hermana.
- Muy graciosas, a decir verdad. No sé si la aceptarán en la disquera justo por eso – Respondo cambiando el tema – Desde que despidieron a David se han puesto muy roñosos.
Las otras dos tuercen los labios en señal de acuerdo con sus palabras.
Mi celular suena y miro la pantalla.
5 llamadas perdidas de Lena.
Esto es extraño.
Regreso las llamadas y me responde una fina voz con un ligero tono de preocupación.
- ¿Te encuentras bien, Lena? – Pregunto sin más.
- Yo sí, es Fran. Va para tu casa y me preocupa, salió desesperado.
En la entrada se escucha un portazo y fuertes pisadas subiendo a toda velocidad hacia nuestra dirección
- Creo que ya llegó – Le digo a la pelirroja en la línea.
- Por favor, cálmense. Voy para allá.
La chica cuelga y Fran entra a la sala de ensayo como un demonio.
Todas le vemos sorprendidas.
- ¿Qué pasó? – Pregunto intentando mantener la calma.
Su rostro se desfigura.
- Mamá amaneció muerta...
Mis piernas se tornan como gelatina, mi cabeza quema y siento que mi cuerpo se olvidó de que tiene músculos.
Mamá, mamá, mamá, muerta.
El aire me comienza a faltar y veo oscuras formas distorsionadas.
Huyo a mi habitación.
Está muerta y no pudiste hacer nada, ni despedirte, ni verla, ni decirle que la querías.
Mi pecho golpea con tanta fuerza que duele, puedo sentir mis oídos y manos punzar, acompañado ese insoportable pitido de la sangre corriendo por mi cuerpo.