Pasan las horas tan lentas como la miel escurriendo en mi tostada de las mañanas, en este lapso he visto a tanta gente drogada y ebria que perdí la cuenta después de la número 12, sin exagerar. Lo más caótico de todo esto es que la mayoría de estas personas nos llaman traficantes a mí y a mi gente, siendo que ellos son los que se ahogan en cerveza como barril sin fondo, fuman como chimenea en invierno y toman pastillas como si les pagaran por ello.
No me mal entiendan pero es espantoso que te discriminen porque te tienen miedo, cuando ellos son los que consumen así.
Un fuerte golpe resuena a mi costado para encontrar un tipejo besando y manoseando a una chica tan ebria que no parece siquiera consciente, tal acción me asquea y me levanto para ir a los sanitarios a limpiarme la cara, ya que la siento un poco acartonada por todo el humo.
En mi rumbo veo a un montón de personas bailando de manera indecente o tiradas, definitivamente no vuelvo a venir a una fiestecita de éstas ni aunque me paguen o bueno tal vez... No, no, no ya te afectó el humo mujer no digas tonterías. Llego a un largo pasillo casi en penumbras, paredes rojas con un toque de negro que conducen a dos puertas oscuras al fondo; continúo al baño, entro para encontrarlo vacío en su totalidad, bastante limpio para tener a tanta gente ebria allá afuera. Me dirijo a los grifos, también de un color oscuro que combinan a la perfección con las blancas paredes de palladium, abro el anterior mencionado y listo al fin agua fresca en mi rostro.
Seco mi cara con una toalla de papel y decido quitar el maquillaje que se ha corrido con el agua, dejando una base todavía más ligera pero aun luciendo mayor que mi edad real, palpo los bolsillos de mi chaqueta en busca de mi celular, dando primero con mis gafas oscuras las cuales me colocó y me observo en el espejo, repito la búsqueda; saco mi móvil para revisar la hora y el reloj marca la 1 en punto de la mañana, suelto un gran suspiro por el cansancio y decido que es hora de irse al hotel a relajarme y dormir.
Empujo la puerta para salir de los tocadores pero antes de poder dar un paso al exterior otro ya familiar golpe suena por el pasillo, resoplo esperando encontrar otra escena pre-sexo, pero todo lo contrario es lo que presencio.
Un hombre corpulento de gran altura, castaño y voz grave acorralaba a una jovencita rubia, casi tan alta como él, gracias a los tacones que porta. El semblante enojado de ésta me da a entender que no se encuentra en absoluto cómoda con la situación.
Me detengo a ver qué sucede antes de intervenir o hacer algo para ayudar, los murmullos de ambos individuos son perfectamente perceptibles hasta mi ubicación.
-Aléjate de mí, Patrick. Sabes que no me interesas, tengo una novia a la cual quiero y tú fuiste el imbécil que me besó ese día y a la fuerza -Espeta contra el rostro del chico que la tenía agarrada por las muñecas, inmovilizándola de una forma violenta.
-No mientas, sé cómo me miras y aparte ¿Qué importa tu novia? Cuándo eres una reverenda puta -Intenta besarle en contra de su voluntad y la joven hábilmente le esquiva, solo consiguiendo que la azote contra el muro.
-Suéltame, me éstas lastimando -La muchacha ordena más como una súplica ante los continuos intentos de usurpar sus labios.
-¡Cierra la maldita boca y deja de moverte! -La empuja de nuevo esta vez consiguiendo que la cabeza de la chica suene con un golpe seco.
La rabia me consume de pies a cabeza por ver esta escena tan ruin, mis pies casi brincan hasta con ellos para separarlos pero mi raciocinio reacciona a tiempo antes de hacer una tontería.
No puedo meterme en un escándalo y menos ahora.
Respiro y pienso hasta que mi cerebro arroja algo. Cierro mi chaqueta ocultando lo mejor posible mis pechos y mi larga cabellera la ato en un apretado chongo con ella misma, inflo el pecho y me acerco plantando mi brazo en medio de ambos gigantes.