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Era tarde ya cuando el ruido de las conversaciones pasaba desapercibido ante sus sentidos, la luz era tenue en el lugar, casi acogedora... Pero aunque estuviera repleto, se sentía tan solo que terminaba perdiéndose en el pasar de sus pensamientos. La copa de vino en su mano parecía bailar sobre la mesa mientras que la mujer a su lado intentaba impresionarlo, mas no lograba su cometido, él estaba concentrado en otra cosa ya hacía un rato; a lo lejos, en una mesa bajo un gran candelabro pudo divisar aquel esbelto y frágil cuerpo una vez más, con la figura de un ángel y una sonrisa brillante como el sol. Le vio pasar, tomado del brazo de alguien más, tal vez viviendo su mejor vida, o tal vez una mejor de la que tenía con él. Con tan sólo verlo podía percibir el aroma de su perfume llenar sus pulmones, con tan sólo divisarlo su piel se erizaba por el recuerdo, su mente se volvía un torbellino y su corazón una motocicleta sin destino.

"¿Estás bien, amigo?" Escuchó de pronto aquella voz, con un pesado brazo cayendo sobre sus hombros como acompañamiento. "Te veo algo aburrido."

"Para nada." Él negó un par de veces con su cabeza, evitando soltar una pequeña risita. "Creo que esta ha sido la mejor noche que he tenido en meses."

"Me alegro de escuchar eso... Te dije que te serviría salir un poco." Si su amigo supiera las verdaderas razones del porqué esa era una de sus mejores noches, posiblemente lo arrastraría hasta su carro para llevarlo lejos de ahí.

Su mirada color pardo no se despegaba de las figuras animadas que celebraban bajo la luz de ese enorme y hermoso candelabro, desde donde estaba podía oír sus conversaciones animadas y sus risas, sobretodo su risa, aquella que hacía meses había dejado de oír... Saber que estaba bien lejos de él le tranquilizaba, pero esa tranquilidad era parte de la dualidad de su alma que pugnaba constantemente con el enojo y rabia consigo mismo por no haber sido capaz de entregarle ese bienestar, por no hacer que esa sonrisa estuviera en su cara, aún esperaba a que volviese, no le importaba el tiempo, sólo le importaba que volviese.

Estaba desesperado, decidido a aceptar lo que fuera con tal de tenerlo una vez más a su lado, sin él era un hombre acabado y sin ganas de vivir la mayoría del tiempo.

Se levantó con pesar de su silla, dejando de lado su copa cuando sus ojos al fin lograron chocar con los de él, sorprendiendolo, haciéndolo sentir culpable. Él se había marchado, lo había dejado atrás ¿Por qué se sentía culpable ahora que lo veía entre tanta gente luego de tantos meses en los que no tuvo noticias de él? Sin haberlo pensado siquiera se dirigió hacia donde su verdugo lo hacía, como si con una sola mirada le hubiera dicho "ven aquí, sígueme, ponte a mí merced".

"¿Tú decisión sigue siendo la misma?" Preguntó con sus palabras algo arrastradas, evitando ver sus ojos para no caer a sus rodillas como él así lo quería.

"¿Que tal la tuya?" Le interpeló con aquella voz, que alguna vez había sido suave como un pétalo contra sus labios, ahora dura e inderrumbable chocando con su vergüenza. "Si sigue igual, también la mía."

Sus ojos pardos al fin se levantaron del suelo para poder ver aquel azul marino, tan frío como los glaciares del ártico, le fue casi imposible no sonreír. Él estaba ahí, frente a su cuerpo, frente a sus ojos, haciéndole trizas el corazón sólo con un par de palabras, haciendo de él el alma que había abandonado una vez más.

"Eres alguien completamente distinto a de quién me enamoré." Susurró de forma gentil, cuando las puntas de sus narices se tocaban, sus respiraciones se tensaban y sus manos hacían el esfuerzo por no buscarse entre sus cuerpos. "Parece que te has manchado de todo lo que te rodea, y lo disfrutas." Los jóvenes ojos azules de su amor, parecían ablandarse con cada palabra que escapaba de su boca. "¿Crees que eso me importa?"

A él no le importaba que fuera otro, ni que fuera distinto, tampoco le importaba si había pecado, no le importaba quién fuera... Sólo le importaba que volviera, y como las cosas se estaban llevando, todo parecía un poco más lejano de lo que ya se había visto antes, como una copa trizada apunto de explotar en miles de pedazos por un poco de presión.

"Vuelve." Pidió en un susurro, sin importarle ya la vergüenza ni tampoco su dignidad. "Soportaré lo que sea con tal de que vuelvas, ya nada me importa."

Una suave sonrisa se coló por los labios del más bajo, sólo por lo que pareció ser un milisegundo, pues con ella él se marchó de su lado una vez más, con el corazón en su mano, latiendo como si suplicara quedarse con el ojipardo. George no se permitió hacer nada además de ver cómo era que se alejaba de espaldas a él, con la cabeza algo gacha, pero siendo recibido por unos gentiles brazos abiertos que lo aferraron a un cuerpo extraño en cuestión de segundos, haciéndole fingir una sonrisa.

Volvió a dirigirse hacia su mesa, con la boca seca, encontrándose a medio camino con el muchacho que estaba encargado de atenderlos. Pidió una copa whisky, un lápiz y un papel sólo para así poder dejarse caer sobre su silla; en su mesa ya no estaban sus amigos, al parecer habían encontrado algo mejor que hacer en ese lugar, iba a ser la excusa perfecta para volver solo a casa.

"Gracias." Dijo con cordialidad al chico que le atendía cuando llegó con todo lo que había pedido. Se tomó el contenido de su copa de un tirón sólo para luego soltar un leve suspiro y poder escribir el mensaje. "Cuando me vaya... ¿Puedes entregárselo al muchacho del traje negro que está en la mesa de allá? No será necesario que le digas quién soy, él sabrá... Somos viejos amigos." Junto con la nota, entregó al joven un billete como recompensa de su trabajo, tomando así su chaqueta para marcharse del lugar, sintiendo a sus espaldas, como el mesero se dirigía hacia donde lo había enviado a paso lento para seguro.

"Vuelve, aunque sea de Dios sabe dónde, aquí está tu casa." Fue lo que había escrito con pesar y casi con cobardía en el pequeño papel.

La noche era oscura, parecía ser ya pasada de las doce de la noche, las estrellas brillaban con fuerza en el cielo mientras él intentaba encontrar las llaves de su auto. A los pocos segundos lo logró, y cuando las había metido en la puerta, pudo sentir un escalofrío recorrer su espalda casi de inmediato con el sólo hecho de haber escuchado esa voz tan de pronto en esa calle silenciosa, dónde sólo se escuchaba el murmullo acumulado de la gente en los bares, restaurantes y pubs.

"¿Qué crees que dirá la gente?" Escuchó el eco de su voz por todo el lugar.

Una sonrisa en sus labios apareció en sus labios sin siquiera pensarlo, había vuelto.

Someone Will Come [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora