iv

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Ya era de mañana, y ambos estaban dormidos, abrazados el uno del otro mientras que el sol brillaba desde el otro lado de la ventana. La percepción del tiempo se había vuelto invisible luego de haber pasado casi la noche entera haciendo el amor como si así pudieran recuperar el tiempo perdido en los últimos meses. La piel no mentía, y si lo hacía... No se sabía dónde Richard iría a parar, pero los brazos gentiles de George parecían estar dispuestos a esperarlos cuanto fuera necesario.

Richard fue el primero en despertar, casi por inercia al sentir el cálido cuerpo de su amante entre sus brazos, como si su inconsciente le dijera que debía despertar para poder disfrutar de esa escena un poco más antes de marcharse y vivir la mentira que era su vida. Su dedo índice se paseaba con cuidado por la piel de su rostro, tocando su frente, sus cejas, la punta de su nariz y sus rosados labios; una obra como esa no tenía comparación, y sabía bien que era poco probable que pudiera encontrar otra.

Pasó al rededor de una hora antes que, con pesar, comenzara a desprenderse del enredo de su cuerpo con el de su amor para poder vestirse, ya era hora de volver a la realidad. Un suspiro que no quiso soltar, fue suficiente ruido para que él despertara, como si hubiera sentido inevitablemente el frío de la ausencia de su cuerpo junto al propio.

"Dame un minuto nada más antes de irte." Pidió aún adormilado, incorporándose en la cama para poder ver su figura detenida a un lado de ella. "Sólo un minuto." Richard asintió apenas, sentándose a su lado, tomándose la libertad de apartar el cabello rebelde del rostro de su amado.

"Es algo tarde." Susurró con pesar, buscando sus ojos color marrón, que le hicieron sonreír apenas tuvo contacto con ellos.

"Voy a estar esperándote." Afirmó, asintiendo un par de veces con su cabeza, cada vez que llegaba el momento de despedirse, su mundo parecía desmoronarse un poco. "Cada vez que te vas siento que es un viaje sin regreso..." Continuó, soltando un suspiro que parecía estar guardado en el espacio más escondido de sus pulmones. "Por eso, cada vez antes de que te vayas, por favor... No me niegues el sabor de un último beso."

Los labios del ojiazul se estiraron en una suave sonrisa, que demostraba cuanto le disgustaba aquella situación, cuanto odiaba dejarlo solo luego de que ambos se prometieran el cielo y la luna cuando la noche los abrazaba con su pasión. Sólo se limitó a asentir a lo que su amor le solicitaba, haciéndose la promesa de nunca olvidarlo, de jamás volver a escapar como si amarlo fuera el más peligroso de los pecados.

"No voy a hacerlo." Susurró en forma de respuesta antes de haber sujetado su esbelto rostro entre sus manos, sólo para así unir sus labios en un beso algo amargo por el atisbo de despedida que en él tenía, no le importaba demasiado mientras que supiera que siempre, cuando volviera, iba a haber un primer beso que lo recompensaría todo. "Ya debo irme." Sentenció un par de segundos después sobre sus labios, cuando el sabor de sus bocas unidas aún no había desaparecido por completo. "Te amo."

George quedó casi estático al haber oído aquello mientras que Richard se levantaba de la cama para seguir vistiendose. Jamás, ninguno de los dos había dicho algo como aquello, misma razón por la que su corazón pareció salir de su pecho a través de su boca y correr por toda la habitación. Cuando quiso responder, ya había sido demasiado tarde, pues sólo salió de su trance cuando escuchó el auto de Richard partir en busca del hotel en que había dejado a su esposa. Sólo pudo sonreír como un tonto, como un adolescente enamorado en la espera de la venida de su príncipe alguna otra vez, esperaba que pronto.

El ojiazul manejaba con tranquilidad a través de las calles de Londres, como si no quisiera llegar a su destino y sólo quisiera retroceder hasta su inicio, donde sabía que probablemente aún lo esperaba un amor matutino y las sonrisas de George; soltó un suspiro de sólo en pesarlo. Entre los brazos del muchacho tenía el amor que nunca antes alguien le había dado, ni siquiera su esposa cuando eran sólo unos adolescentes supuestamente perdidos el uno por el otro.

"Que mala suerte." Susurró para sí mismo, con pesar por su propio destino y con dolor por las decisiones que había tomado en el pasado y de las que ahora se arrepentía. "¿Cómo podría no tenerlo nunca más?" Se preguntó a sí mismo, aunque le resultaba difícil conseguir una respuesta.

Toda su vida lo habían tomado por alguien que elegía la sensatez y la razón a cambio de la sensibilidad y el sentimiento. Para su entorno era alguien serio, que no dejaba quebrantarse y que conseguía lo que necesitaba costara lo que costara... Pero todo eso había cambiado en la oscuridad del amor que le había ofrecido aquel ojipardo, cuando por casualidad, se habían atravesado en el camino del otro. Con él había vuelto a ser el pequeño lleno de alegría, felicidad y tranquilidad que habían criado sus padres, disfrutaba del toque de sus manos, de sus besos, de respirar su respiración.

"Me estoy volviendo loco." Murmuró en cuanto estacionó el auto fuera del hotel en que había dejado a su esposa la noche anterior antes de haberse marchado para recibir una gota de amor y felicidad.

Su esposa lo había convertido en el hombre que intentaba ser, en aquel que todo el mundo conocía y que se había desmoronado con la aparición de George, como dos opuestos distintos que intentan atraer al mismo elemento. No estaba orgulloso de lo que hacía, pero mientras ella estuviera tranquila, él podía disfrutar de la vida y el amor que su amante le daba... Sabía que no lo descubriría, y sí lo hacía, probablemente se quedaría callada por la vergüenza que eso le llevaba.

"Buenos días." Le dijo en cuanto entró a la habitación, aunque ya eran casi pasadas las dos de la tarde. Ella comía su almuerzo, casi radiente y con una sonrisa en sus labios. "¿Muy cansado?"

"Un poco, creo que más que cansancio un poco de resaca." Soltó una pequeña risa al tiempo que se inclinaba sobre ella para dejar un beso sobre su rubio cabello, esperando a que siguiera creyendo que había estado afuera por un negocio. "Te ves hermosa."

Estaba decidido, y creía que no lo pensaría más, no estaba dispuesto a perder a ninguno de los dos y si su destino era ese, estaría más que satisfecho.

Someone Will Come [Starrison]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora