Habían pasado exactamente cinco días desde la última vez que se habían visto, y no sabía nada de él. Todo el tiempo estaba distraído, en el trabajo no estaba rindiendo, incluso el apetito se le había ido, el insomnio había llegado y la pena comenzaba a consumirlo. Se supondría que su amado iba a llegar aquel mismo día por la tarde, pero no supo más de él desde entonces, como si la tierra se lo hubiese tragado para escupirlo lejos de él.
Era algo obvio que algo malo había pasado.
Se sumía en sus pensamientos cuando alguien le hablaba, estropeaba ramos de flores que tenía por entregar, regaba demás las plantas y las terminaba ahogando y su café más de una vez había ido a parar en alguna maceta en vez de un recipiente con agua. Intentaba convencerse a sí mismo, de que sólo eran cosas de su mente e imaginación, que una separación, pese a ser sólo de hecho por el momento, llevaba tiempo.
Se encontraba detrás del mostrador, perdido en sus pensamientos, cuando la puerta de su florería se abrió, apenas llamando su atención, pero su corazón pareció más atento que él, pues comenzó a latir con fuerza con la sóla presencia de esa figura en su local. Levantó sus ojos de la revista que ojeaba, sonriendo apenas al ver a su amado detenido en el medio del lugar, aunque sin duda, se preocupó al momento que lo vio. Debajo de sus ojos azules habían unas enormes ojeras, su rostro estaba pálido y parecía cansado, completamente agotado.
"Richard..." Susurró saliendo de su escondite para ir hacia él. "¿Qué ocurre? Te he esperado todos estos días en casa y sólo ahora apareces." Río apenas un poquito, casi incómodo por su presencia. Su amor parecía ido, como si hubiera estado perdido hace días y sólo entonces había encontrado su destino. "Me estás asustando."
El silencio fue sepulcral por un par de segundos, segundos en los que Richard se ahogó en el reflejo de sus ojos sobre los de George ¿Cómo iba a decirle que sus planes habían cambiado y que nada de lo que había prometido se iba a cumplir? Tenía una responsabilidad como hombre, como esposo, como padre... Una responsabilidad que no podía dejar de lado por el capricho de su corazón.
"No pude hacerlo." Susurró apenas, sintiéndose avergonzado de su propia voz, de lo que había hecho, de lo que había prometido, del hombre que era. "No pude dejarla, George."
La noticia le cayó como una gota de veneno sobre la punta de su lengua; la respiración se le cortó por apenas un momento y su cabeza se movió en forma de negación, como si no pudiera creer lo que su amado le había dicho. Tenía la sensación de que era una mala broma y pronto escucharía su risa, diciéndole que era una mentira y que ahora podían ir a casa y vivir su amor tranquilos. Pero nada de eso llegó, sólo pudo ver el mar de sus lágrimas resbalandose por sus mejillas, confirmandole así que todo era una verdad.
"No quiero que nos perdamos." Dijo luego de un momento. "No quiero perderte, quiero estar contigo... Podemos seguir como estábamos." George le observa incrédulo, con una sonrisa incómoda sobre sus labios ¿Cómo había podido creer todo lo que le había dicho?
Se alejó apenas de él, caminando hacia la puerta de su tienda para poder cerrarla con seguro y así evitar que alguien entrara. La rabia en su cuerpo comenzaba a hervir desde sus pies hasta su cabeza, y el malestar de su enojo le erizaba la piel. Su corazón estaba destrozado, parecía no haber ninguna parte de él que no estuviera trizada, ni siquiera podía llorar, lo único que podía hacer era verlo con aquellos ojos que, alguna vez, habían estado llenos de amor sólo para él, ahora eran el glaciar más gélido de todo el universo. Parecía estar hecho de piedra.
"Dime algo." Suplicó el ojizarco. "Maldiceme, dime que soy un idiota... Di algo, pero no me quites tu amor." Pidió mientras se acercaba a él, con el temblor de su voz haciéndole temblar todo su cuerpo.
"No quiero volver a verte." Fue lo primero que escapó de sus labios, sintiendo la liberación de su pena justo en el centro de su pecho. "Hoy renuncio a tí definitivamente y esta vez para siempre, Richard." Su mirada era fría como el hielo, y la mueca en su rostro podría llegar a causar temor. Se veía cansado, arrebatado, como si toda la vida se le hubiera escapado en cosa de segundos.
Todo parecía gris, aunque el sol brillara afuera, todo en aquel lugar parecía blanco y negro mientras que sus corazones explotaban del dolor. Richard lo veía con sus ojos suplicantes mientras que George intentaba mantenerse fuerte como el mejor de todos los soldados. Si ese era el fin de su amor, el ojipardo estaba dispuesto a aceptarlo, no quería migajas, no quería un último beso, quería un amor verdadero que le hiciera sentir vivo frente a la gente... De pronto se arrepintió de haberle buscado aquella noche, el remedio había sido peor que la herida, agrandando su agonía.
"No quiero que me busques, no quiero que vayas a mi casa... Y no quiero verte por los sitios que paso." Una de sus manos se fue hacia el mentón de su amado, viendo a sus ojos azules por última vez en lo que le iba a restar de vida. "Estoy dispuesto a renunciar a ti como lo hace el mendigo ante el juguete caro que llevaría a su hijo..." Sus ojos color pardo se llenaron de lágrimas a causa de sus propias palabras, aunque hubiera querido evitar su dolor, no lo hubiera podido hacer. "He renunciado a ti ¿Me entiendes?"
Dejó una última caricia sobre aquella tersa mejilla antes de haberse dirigido, con más fuerza de voluntad que cuerpo, hacia la puerta del lugar para abrirla y así invitarle a que se marchara, a que su amor se acabara y a que todo lo que habían planificado se enterrara. Sus pasos fueron silenciosos cómo lo son los de la muerte ante aquel que busca, y sólo se detuvieron cuando estuvo enfrente de él una vez más.
"Te amo." Fue lo único que pudo escuchar salir de su boca antes de que se marchara sin más, dejándolo solo con su soledad en un par de segundos, con el mundo derribado sobre sus hombros.
El ruido de la puerta cerrandose luego de haber dejado ir a su amor había sido seco, casi perturbador, pero no más que aquella expresión que abordó su cara apenas unos segundos después; era de completo dolor mientras caía sobre sus propias rodillas, sintiendo como el aire le faltaba y como era que su alma parecía agrietarse en lo más profundo de su ser. Las lágrimas no podían detenerse, y el temblor de su cuerpo era fuerte, se encontraba totalmente roto en ese mismo momento. Richard no era muy diferente a aquel desastre mientras caminaba por la calle, ocultando el mar desparramado de sus ojos por sus mejillas, y respirando fuerte y tembloroso cuando sentía que moriría en cualquier momento.
Su amor había sido una pura fantasía, ilusiones que se forjaron en el tiempo, pero era tanta la distancia entre ellos dos que era difícil que llegarán a entenderse. George había renunciado a su primer amor como renuncia a ser flor lo que es hierba, como el pájaro a las estrella... Richard había aceptado aquello, sabiendo que en sus manos no había otra cosa que entregarle además de amargura, dolor, decepción y dentro de todo aquello, sólo una gota de amor que nunca sería suficiente, que no merecía ni el peor de los delincuentes. Habían renunciado a su amor como cualquier hombre a ser niño, para romper la ilusión que había creído.
Habían renunciado al fin.
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Someone Will Come [Starrison]
Fanfiction[STARRISON] Ha dejado de importarme todo lo que dicen los demás porque estoy desesperado. Desesperado a tu amor. Desesperado a tu mirada. ¿Cuándo será el día en que alguien llegue a mi puerta para ofrecerme el amor que tú no me ofrecías?