Dear Hyunjin | HYUNLIX

XV: Hyunjin

Cuando queremos reencontrarnos con alguien que hace mucho no vemos no importa nada más. Se había imaginado miles de escenarios posibles para cuando se volvieran a ver, quizás era eso aquello que el pelirubio tanto anhelaba desde que cada recuerdo quebró, sin permiso ni aviso, su inestable mundo.

La adrenalina corriendo por su cuerpo a distintas velocidades por todo su cuerpo lo hacía sentir eufórico, porque el pecoso ya no es sólo una persona con una mancha negra en el rostro, era alguien en su vida.

Hyunjin corría por la acera sintiendo como esa adrenalina y desesperación se mezclaban con su sangre convirtiéndose en una. Quemaba y ardía como acero hirviendo pero no le importaba, aún si pareciera que en realidad era lava lo que se transportaba en su sistema, él solo quería llegar a aquella casa y abrazar al que alguna vez fue su mejor amigo y primer amor.

Sus pulmones rogaban por oxígeno pero no se detendría, no hasta tenerlo enfrente y decirle todo lo que sabía. No hasta asegurarse de que aún tuvieran tiempo suficiente para estar juntos nuevamente.

"—Cuando te conocí, entendí porqué
hay canciones que hablan sobre
enamorarse por primera vez.

—Te volviste mi obra de arte favorita, una que tuve la fortuna de ver cada día. Nunca te vayas, pecas, porque un artista no es nada sin su musa."

Las calles parecían hacerse eternas mientras los autos y sus bocinas retumbaban en sus oídos pero figurando en un segundo plano.

Todos eran manchas de colores distorsionadas que provocan de aquella imagen una escena digna de película. A lo lejos vio ambulancias y patrullas de policía, su sangre parecía haberse vuelto hielo en sus venas.

—Por favor no, dime que no es tarde aún... — Pero las súplicas de personas como él nunca son escuchadas.

Todo pareció darse en cámara lenta cuando el llanto desgarrador de una mujer de varios años inundó sus oídos y lo quebranto lentamente. Vestía un camisón de dormir color gris y su cabello blanco estaba opaco, todo en ella desprendía una profunda tristeza, la misma que siente cualquier persona cuando un ser amado se va. Sus ojos se conectaron con los de ella y se llenaron de lágrimas inmediatamente.

Toda su infancia pasó frente a él, desgarrando su corazón ya marchito.

"—No, no pequeño, tienes que batirlo para el otro lado sino la mezcla se cortará y tendremos que empezar desde cero.

—Lo siento, lo siento.

—No es algo por lo que debas disculparte corazón, la cocina es algo difícil de dominar. No te sientas culpable por un error que cualquiera puede cometer."

Esa mujer lo había resguardado bajo su techo miles de veces cuando era pequeño, lo había aconsejado y abierto las puertas de su hogar cuando los gritos de sus padre tapaban sus sollozos. Le hizo sentir como si fuera su propio hijo, brindándole un amor que su verdadera madre no había logrado darle por completo.

Ella lo miraba, miraba y miraba. Tal vez porque no creía que el mismo niño con el que había cocinado tantas veces años atrás, ahora estaba nuevamente viéndola cara a cara con los ojos rojos y su pecho subiendo y bajando de manera errática.

Han contemplaba fijamente el suelo negándose a alzar la cabeza, mientras sentía que una presencia aparecía frente a él.

Deseó que fuese mentira.