Lo miré de reojo mientras caminábamos por la feria. Él miraba extrañado y curioso. Parece un niño. Es tan tierno. Y al mismo tiempo tiene algo tan siniestro y excitante. Frunció el ceño cuando vió a un gran grupo de niños jugando y corriendo. Lo mire divertida.
- ¿Pasa algo? - le pregunté. Se giró a verme
- Si, nunca he estado con tanta gente en un mismo lugar - me dijo
- Eres muy antisocial para ser el Diablo - dije divertida
- ¿Ah, sí?
- Sí - dije sin dejar de reír. Él también lo hizo. Es tan devastador cuando sonríe
- ¿Y qué haremos? - me giré a verlo
- Jugaremos un poco - tomé su mano para arrástralo hasta uno de los juegos
- Buen día, ¿desean jugar? - nos preguntó el hombre del lugar
- Sí. Dos fichas por favor - pagué y me pasó seis pelotas
Tenía que tirar la mayor cantidad posible de botellas, para ganar un oso. Miré a Tom, estaba bastante serio. Un poco más de lo normal. Parecía que algo le molestaba o dolía, no sé bien con exactitud. En un acto fallido me encontré colocando mi mano en su nuca. La arrastre hasta sus cabellos y acaricié su cuero cabelludo.
- ¿Qué sucede? - le pregunté. Corrió su mirada a la mía
- Me gusta que acaricies mi pelo - Dejé de hacerlo y tragué saliva
- Déjame enseñarte cómo se hace esto Tom - él rió por la bajo
Tiré la primera pelota y fallé. Rió. Lancé la segunda y volví a fallar. Volvió a reír. Tomé la última que me quedaba. La tiré. ¡mierda, fallé! Tom reía divertido, y pude notar como el hombre de la tienda también estaba tentado a reírse.
- Oh preciosa, no pensé en reírme tanto - dijo mientras refregaba sus ojos
- Veamos si tú puedes hacerlo - le dije y me acerque a su oído - Señor Diablo
Le di las otras tres pelotas. Se acerco más al estante. Lanzó la primera pelota. Varias botellas cayeron. Lo miré sorprendida. Lanzó la segunda y más botellas cayeron. Sólo quedaba una botella. Se giró a verme.
- Así es como se hace, preciosa - me dijo y lanzó la pelota sin dejar de mirarme.
La última botella cayó. Giré sorprendida ante el sonido de eso- Felicitaciones, ha ganado el premio mayor - dijo el hombre. Le alcanzó un oso enorme y peludo. Era extremadamente lindo
- Toma preciosa, para ti - me dijo y me lo dio. Tomé el oso y lo miré
- Es muy lindo - dije bobamente. La última vez que me habían regalado un oso tenía 14 años. Y era del tamaño de mi mano
- Como tú - Mordí levemente mi labio inferior
- ¿Quieres comer algodón de azúcar? - le pregunte
- No es de mi agrado - lo miré divertida
- Bueno, lo tendrá que ser - dije desafiante
Seguimos caminando hasta encontrar un puesto de manzanas acarameladas, palomitas de maíz, caramelos, chupetines y algodones de azúcar. Compré el más grande y mullido de todos. Me acerqué hasta él.
- Vamos, come un poco - le dije. Me miró bien
- De verdad preciosa, no es de mi agrado - dijo sin dejar de mirar el colorido dulce que tenía en mis manos
- ¿Lo has probado? - pregunté y me miró
- No, pero algo que es rosa y se te pega en las manos como chicle no debe ser nada agradable - reí divertida
- Oh vaya, eres peor que un niño.
Pruébalo, juro que te gustaráMe miró sin estar muy seguro. Tomó un pequeño pedazo con la punta de los dedos. De verdad parecía un niño al cual estabas obligando a comer verduras.
Lo levantó lentamente hasta su boca y lo comió con cierto asco. Yo sólo lo miraba.- ¿Y? - lo miré con curiosidad
- Es asqueroso - dijo frunciendo el ceño
- ¡No seas mentiroso! - le dije divertida
- ¡Yo no miento! - dijo como si eso fuera lo más verdadero que hubiera dicho en su vida
- Si claro, y yo soy Megan Fox - rió con ganas
- Ay, preciosa eres tan graciosa - tomé un poco de algodón y lo metí en mi boca
- Y tú eres tan extraño
Volvimos a caminar. Y sin darme cuenta las horas fueron pasando. La noche se hizo presente en Los Ángeles, fue tan rápido. Es tan extraño todo esto, es extraña la sensación de estar con él. Hay momentos en los que se me olvida y pienso que es un hombre normal, común y corriente. Pero cuando recuerdo que y quién es se me eriza la piel. Este hombre, que ni siquiera es un hombre, sólo ha venido a mí con la intención de llevarse mi alma. Nada más que eso.
- ¿Tienes hambre? - me preguntó cuando llegamos al departamento. Lo miré
- No, estoy que exploto - se quitó el saco y ese deseo ardiente hacía él me consumió
- Y sí. Si te la pasaste comiendo porquerías
- ¡Ay, aja! ¿Ahora eres mi padre? - le pregunté
- No, gracias a Dios - dijo. Lo golpee levemente en el brazo. El teléfono comenzó a sonar y corrí hasta el
- ¿Hola?
- Tiene un mensaje de voz, desea escucharlo - dijo la fría voz de la operadora. Fruncí el ceño - Para escuchar su mensaje marque uno
- Aranda, soy Sea. Parece que no estás en casa, linda. ¿Dónde y con quien estarás?
¡Ay ya me lo imagino! Bueno, pero después me cuentas sobre eso. Solo llamo para decirte que esta noche tampoco voy a casa. Jared está más ardiente que nunca y no voy a dejarlo en estas condiciones solo. Nos vemos mañana cariño, te quieroDejé el teléfono y reí por lo bajo. De verdad está loca. Negando divertida con la cabeza volví hacía la sala. Mi querido invitado estaba sin camisa. Todo el aire salió de mi cuerpo. Mis piernas temblaron levemente. Ese pantalón negro se amoldaba bien a sus masculinas piernas y cada músculo de su estómago parecía estar hecho de roca y carne fibrosa. Mordí mi labio al imaginarlo sobre mí, su peso calentando mi cuerpo. Sus fuertes manos sosteniendo las mías mientras estábamos íntimamente unidos. Sacudí mi cabeza.
- Voy a tomar un poco de aire - le dije y salí de ahí antes de volverme loca
Subí hasta el último piso de mi edificio. Entré a la abandonada terraza. Este lugar está más desierto que el desierto del Sahara. Miré hacia el cielo. Era azul oscuro y por la luz de la cuidad apenas se veían las estrellas. La luna estaba blanca y casi redonda. Una linda noche. Ni frió, ni calor. Ni viento, ni humedad. Nada. Me senté en el suelo y saqué un cigarrillo. No había fumado en todo el día, algo muy raro en mí. Ahora necesitaba uno con desesperación. Lo prendí. Aspiré ese envenenado humo que lograba calmarme un grado. Suspiré levemente y me puse de pie. Me acerque hasta las rejas de la terraza. La gente se veía pequeña, la cuidad ruidosa.
- Es tan misterioso todo, ¿Verdad? - me sobresalté ante su profunda voz en mi oído. Me giré a verlo. Estaba tan cerca que solo debía estirarme y podría besarlo
- ¿Qué... que haces aqui? - le pregunté nerviosa.
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Un gusto, soy el Diablo [Tom Kaulitz]
Fanfiction¿Nunca pensaron en venderle su alma al Diablo por conseguir todo lo que quieren en su vida? Yo sí, lo pensé y lo hice pero ¿Qué pasa cuando te terminas enamorado de él? No solo se lleva tu alma, sino que tu corazón también La ciudad, es el centro de...