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- Tom, tú no puedes hacer eso - me dijo

- ¿Ah no? ¿Quién va a impedírmelo? ¿Tú? No lo creo - le dije

Tome con algo de furia lo que estaba buscando y sin seguir dando vueltas me desaparecí de allí. Ellos dormían, siempre lo hacían cuando yo no estaba ahí. Y ellos iban a hacer todo lo que yo tenía pensado que hicieran. Siempre fueron mis compañeros, y ahora se que de algún modo ellos me quieren.

- ¡Arriba, perezosos! - dije elevando mi voz

Todos abrieron sus ojos y rápidamente quisieron atacarme. Pero colocando mi mano frente a ellos, no lo hicieron.

- Hoy no estoy para juegos,
muchachos - les dije

Uno de ellos abrió sus gigantescas y negras alas para lanzar un horrible chillido. Esperé a que terminara.

- Ya, ya deja de quejarte Milias. Tengo algo para ustedes - le dije y sonreí levemente

Comencé a escuchar lo que tanto me gustaba escuchar. Gritos, desesperación, desgracia, miedo, dolor, sufrimiento. Todo eso que alimentaba mi oscura alma.Pero de repente eso no causó nada en mí. Nada. Lo único que yo quería era que estuviera bien, y que él la dejara vivir. A ella y a mi hijo. De repente Rachel se apareció frente a mí. La mire bien.

- Tú no quieres esto, Tom. Lo único que quieres es que ella este bien. Pero se que no quieres destruir el mundo
- me dijo. La mire y reí irónicamente

- Tú no sabes nada, Rachel.
Nada - le dije. Se acercó más a mí y se sentó a mi lado

- Se que la amas - dijo

- Yo no puedo sentir eso, porque eso es una mierda - dije enojado

- Solo debes escuchar a tu corazón, y verás que algo se te ocurrirá - me dijo y desapareció.

Tal vez ella tenga razón. Tal vez sólo deba ir y rogárselo, ir y negociar. ¡Eso es! Tengo que negociar con él. Llegué a ese lugar y como tantas veces, esa maldita luz lastimó mis ojos. La puerta estaba abierta y allí la vi a ella. Estaba acostada en la cama. Los ojos cerrados y las manos sobre su vientre. No había nadie en la habitación, comencé a acercarme a ella. Cuando estuve lo bastante cerca, estiré mi mano y toqué la suya. Estaba fría.

- Tú no tienes la culpa Tom, ella quiso esto - me habló él. Gire a verlo

- Por lo que más quieras, déjala ir - le rogué

- Eso no es posible mi amigo

- Te doy mi eternidad por ella

- ¿Qué dices? - preguntó sorprendido

- Eso, que dejo de ser el Diablo por la vida de Aranda

Sus ojos se abrieron bien, para mirarme fijo. Se quedó callado por un largo rato. Y eso ya me estaba poniendo nervioso, más nervioso de lo que ya estaba. Volví mi mirada a Aranda, necesitaba abrazarla, besarla. Saber que ella iba a estar bien.

- ¡Eso es amigo! - dijo de repente y se acercó a abrazarme. ¿Qué demonios era lo que estaba haciendo? Lo alejé de mí - ¡Eso era lo que quería escuchar! ¡Eso!

- ¿De que diablos estas hablando? - le pregunté

- De pensar por primera vez en alguien más que no seas tú - me dijo y se acercó a Aranda - Yo no iba a quedarme con Aranda, no puedo hacer eso. Sólo hice todo esto para que reaccionaras y te dieras cuenta de las cosas

- ¡¿De qué cosas me estás hablando?! - dije totalmente sacado de mí, por no entender nada de lo que estaba pasando

- Te estoy hablando de amor, de entrega, de todo eso que creías que no podías sentir porque eres el Diablo

- ¿Estuviste jugando conmigo? - le pregunté

- Sólo un poco - dijo divertido - Jamás podría quedarme con tu eternidad y ya sabes porque. Aunque no quieras aceptarlo, sabes que somos hermanos

- No, no. No hace falta que me lo recuerdes - le dije

- Ahora eres libre, puedes hacer lo que mejor creas para ella y para el niño.
Eres el señor Diablo, así que piénsalo

De repente él ya no estaba.
Solo estábamos Aranda y yo en la habitación del departamento de ella. Ella estaba acostada en la cama, durmiendo profundamente. La miré fijo ¿Qué era lo que debía hacer ahora? ¿Dejarla y que críe sola a nuestro hijo? Eso va a ser lo mejor, para ella y para él.

Un gusto, soy el Diablo [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora