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Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Habían pasado exactamente tres años desde todo lo ocurrido, la llegada de Athena al santuario, los nuevos aspirantes a caballeros entre ellos destacaba el joven Tenma.

La relación de Neida y Albafica se había fortalecido, aunque nunca volvieron a tener contacto luego de ese beso. Pero siempre se la pasaban platicando animadamente cada que podían y no tenían ninguna misión o pendiente. Ambos llegaron a contraer matrimonio luego de que Albafica le preguntará al patriarca si aún caballero dorado se le permitía tener una esposa y contraer matrimonio. El mayor no se opuso ante tal cosa, nunca había visto al joven santo tan entusiasmado.

Mientras que Degel, se mantenía feliz por su hermana menor. Al fin era feliz y si ella lo era, él también.

En estos momentos la pareja se hallaba en un pueblo cercano al santuario, regresando de una misión en específico. Albafica traía consigo una rosa con pétalos escarchados de nieve, producto de un experimento de su esposa.

Algunos menores de la aldea rodeaban a la de orbes esmeralda, interrogandola de su deber de santo. La mujer le causaba ternura su curiosidad, ella alguna vez también había sido una chiquilla curiosa.

Albafica la mirada constantemente sobre su hombro, sonriendo diminuto al pensar que Neida sería una excelente madre para cuando decidieran tener hijos. Era amorosa, cariñosa, comprensiva las cualidades de una madre.

Cuando por fin los menores dejaron a su esposa ambos volvieron su caminata rumbo al santuario. Pasando alado de una niña de cabellos castaños, Neida la vió de reojo lanzando hacía atrás la rosa que tenía en su mano.

Agasha atrapó la rosa mirando expectante a aquella mujer.

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— ¿Su misión resultó un éxito, señorita Neida? —pregunto curioso el joven Tenma.

— Sí, pudimos detectar los espectros que atormentaban otras aldeas. —contesto con una sonrisa—. ¿Qué hay de ti? ¿cuándo será el combate de la armadura de pegaso?

— Dentro de unas semanas —agacho la mirada—. Señorita Neida... ¿usted nunca a sentido miedo a morir?

— No, estamos preparados para morir en cualquier momento uno se acostumbra —dijo sincera—. Solo no me gustaría, morir tan fácilmente sin haber dado pelea ¿me entiendes?

— Si lo entiendo —miro que alguien se aproximaba, no distinguía quién era hasta que notó esa peculiar cabellera—. Nos vemos luego, señorita Neida.

La mujer de hebras verdes lo miró algo confundida, el adolescente se retiró dejandola sola en el Coliseo. Neida volteó hacía la dirección contraria donde se había ido el jovén, para encontrarse con su esposo y su típica expresión neutral.

— Sabía que podía encontrarte aquí, Neida. —hablo manteniendo una distancia considerable de ella—. ¿No crees que pasas mucho tiempo con ese niño?

— Oh, vamos Tenma es como el hermano menor que nunca tuve. —sonrío risueña—. Es buen chico tiene un corazón muy noble.

Albafica le dió la espalda para comenzar a caminar, la amazona de Cisne imitó su acción. Miró la rosa en la mano de su esposo acelerando el pasó, tomo la flor rápidamente poniéndose frente a él. Impidiéndole el paso Albafica la miró con una ceja enarcada de que rayos estaba tramando. Neida con su mano libre escarcho la rosa casi hasta el punto de congelarla. Extendiendole la flor nuevamente a su esposo.

— Toma para ti —Albafica confundido tomo la rosa con cuidado, sin dañar a la de orbes esmeralda.

— Está congelada —dijo mirando la rosa en su mano.

Neida sonrió ampliamente—. Cuando está rosa se muera mi amor por ti lo hará. Pero como vez está congelada y eso representa que mi amor por ti siempre será eterno.

Confesó sincera, mientras que Albafica sintió un calor que había subido por sus mejillas. Estaba sonrojado, solo Neida podía provocar eso en él.

— Eres hermoso cuando te sonrojas. —admitio la mujer.

El caballero de piscis frunció levemente el ceño—. Nunca en mi vida permití a alguien llamarme hermoso, siempre me denominan así y piensan que soy débil. Sin embargo cuando tú me llamas así no puedo más que sentirme halagado.

Neida desvío la mirada avergonzada al ver esos ojos, que transmitían todo el amor que él sentía por ella.

— Mi querida Neida eres más hermosa que todas mis rosas juntas. —declaro sonriendo diminuto.

La de hebras verdes le dió la espalda tapándose el rostro, ahora ella la sonrojado y no él.


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— ¿Entonces van a tener una reunión, todos los caballeros dorados? —interrogo Neida pasando por la casa de capricornio junto con su esposo.

Caminando los dos a una considerable distancia.

— Sí es para hablar sobre las recientes apariciones de los espectros y todo eso. —respondió serenó.

— Albafica tengo miedo.

— ¿Porqué?

— Por primera vez en mi vida, tengo miedo a morir. No quiero morir quiero vivir una vida contigo y los demás, una vida sin preocupaciones un vida "normal" —confeso apretando sus nudillos hasta volverlos blancos—. Suena egoísta, lo sé. Solo promete que si sobrevivimos viviremos una vida en una tranquila.

Albafica la miro expectante, su petición era tan estúpida e ingenua. Pero no la culpaba el también estaba cansado de su deber como santo sólo quería descansar y tener una vida entre comillas "normal".

— Lo prometo Neida —aseguro apretando sin tanta fuerza la rosa entre sus manos.

𝐀𝐋𝐌𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐀𝐃𝐀𝐒; Albafica de Piscis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora