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Estaba nerviosa no sabía de qué se trataba su presencia en la casa de Piscis. Tal vez iba a interrogarla de porque entró a su jardín de rosas e intento morir envenenada ahí. Vió al hermoso hombre a la distancia, Neida subió los primeros escalones del templo de Piscis.

Su respiración comenzó a faltar, el calor subió por sus mejillas. Porque sentía tan imbécil con tan solo verlo, se detuvo a un metro de distancia de él. Viéndolo fijamente sus piernas temblaban pero se mantenía en pie.

— Sabes porque me mantengo alejado de las personas ¿no? —dijo inexpresivo—. ¿Dime tu qué elegiste?

— ¿Qué?

— De la ley de las amazonas... ¿tu qué elegiste? —interrogo expectante.

— Ya lo sabrás —tomó una bocanada de aire antes de continuar—. Yo nunca podría matarte, Albafica. Tanto en sentido literal como figurado, yo nunca podría hacerte daño. Porque te amo.

— ¡¿Porqué demonios?! ¡Te todos los hombres que te tuviste que enamorar, en la tierra! ¡Me elegiste a mí, Neida! ¡Responde! —grito eufórico, viéndola.

— ¡El amor hacía una persona, no es algo que puedas evitar! ¡Y yo no pude! ¡Te amo, desdé que era una niña! ¡Y eso nunca cambiará! —grito al borde de lágrimas—. ¡No te pido que lo entiendas, solo que lo aceptes!

Albafica la miro con profundo dolor, porque era está mujer tan terca. Tan necia que lo volvía loco.

— Lo entiendo sí, y aunque sea muy egoísta de mi parte. Deseo corresponder a tus sentimientos. —hablo formando una suave sonrisa en su rostro.

Neida se quedó petrificada, sus ojos no dejaban de lagrimear. Se acercó lentamente hacía el hombre, esté se alejó despacio negando con la cabeza.

— No puedes tocarme ¿lo recuerdas? —dijo tranquilo—. Tengo miedo a dañarte, en toda mi vida tengo el suficiente miedo de dañar alguien. También te amo Neida, tanto es mi amor por ti. Que si es necesario no te tocaré para permanezcas a mi lado.

Neida asintió secando sus lágrimas con su antebrazo—. Lo entiendo, pero me permitirás besarte aunque sea una última vez, porfavor. Prometo que lo soportare.

El suspiro rendido asintiendo suavemente. Neida se acercó a el, pasando sus brazos por su cuello. Albafica hizo lo mismo pasando sus manos por su pequeña cintura.

Sus respiraciones se mezclaron, uniendo sus labios en un suave beso. Que transmitía todos esos sentimientos que ambos guardaban hace tanto tiempo. Albafica se separó al sentir como la mujer decaía lentamente en sus brazos. Alejándose nuevamente, Neida cayó de rodillas ante el veneno que tuvo que recibir su cuerpo en ese mortal beso.

𝐀𝐋𝐌𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐀𝐃𝐀𝐒; Albafica de Piscis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora