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— ¿Entonces quién fue? —pregunto Degel mirando severamente a la menor.

— El no tiene la culpa fue un descuido mío. —lo defendió—. Fue Albafica el vió mi rostro pero no es su culpa fue mía. Yo estaba en el templo sin máscara.

El mayor suspiro frotando su sien hastiado, le preocupaba lo que Albafica fuera hacer. Si no correspondía los sentimientos de Neida, tendrían ambos que enfrentarse y todos saben que es difícil ganarle a un caballero dorado. La regla de las amazonas se tenía que seguir al pie de la letra, si un hombre veía su rostro sin la máscara tenía dos opciones amarlo o asesinarlo.

— Sabes muy bien las reglas, Neida. —suspiro manteniendo la calma.

— Si —bajo la mirada arrepentida—. Pero Degel, yo no quiero matarlo porque y-yo.... lo amo. —admitio sintiendo la vergüenza inundar su rostro por completo.

El caballero abrió los ojos sorprendido, para volver a su postura habitual—. ¿Cómo que lo amas? apenas lo conoces.

Neida mordió su labio inferior con fuerza—. N-no es así, desde que era niña lo he conocido. Aunque nunca he hablado con él, siempre que lo veía el estaba en medio de ese campo de rosas con su maestro Lugonis. —dijo sonriendo diminuta—. Desde aquella vez que lo ví, me dí cuenta que el era la persona con la quería estar el resto de mi vida. Y si no es así por lo menos quería que el se enterará de mis sentimientos hacía él, suena tonto e infantil. Pero yo lo amo Degel, lo amo con toda mi existencia.

El mayor se quedó en silencio
después de todo no podía culparla en también había sido joven alguna vez. Y llegó amar a su más grande amor Serafina esa bella mujer que lo había enamorado desde un principio. Los sentimientos humanos eran confusos sí, lo entendía pero si sentías que aquella persona era la indicada para ti no la dejes ir. Tu cuerpo tu alma sienten que solo esa persona es la indicada, como si fuera algo que los conectara así como la leyenda del hilo rojo aquella leyenda japonesa que alguna vez llegó a leer.

— Está bien —acaricio el cabello de su hermana poniendo un mechón tras su oreja—. Hablaré con Albafica, para aclarar las cosas —junto su frente con la de ella—. Eres mi hermana menor Neida, no quiero que nadie te lastimé. Y si Albafica no ve la maravillosa persona que eres él se lo pierde. Además no es el único hombre en el mundo hay muchos que te esperaron durante tres años, para volver a verte.

— ¿Quién Kardia? —bromeo sonriendo.

— Que tonta, eres el te recibió desde el primer día en qué llegaste.

La de hebras verdes se quedó pensando de quién podría ser. Hasta que recordó la plática incómoda que había tenido con el guardián de la primera casa, Shion de Aries.

— Pero a él lo veo como un buen amigo, casi un hermano. Y no creo poder llegar a más. —dijo dándole la espalda al mayor—. No quiero herir a nadie, el es una buena persona merece algo mejor que yo.  

𝐀𝐋𝐌𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐀𝐃𝐀𝐒; Albafica de Piscis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora