Yo la queria.

32 6 0
                                    

El día que me plantee acabar con mi dolor, fue justo después de ver cómo Rayna pasaba de mí, de que Nancee no estaba tan cerca como antes y como Ansel estaba ocupado apartándose de mí lo más posible.

En mi mente todos se habían alejado porque no les importaba, pasaban de mí y eso hizo que una soledad tremenda me abrumara por las noches, sin poder dormir, pues pensaba que había hecho algo mal en todo ese tiempo.

Esa noche, salí a hurtadillas al baño, descalza con el pijama ya puesta. Había pasado bastante tiempo dando vueltas sobre la cama sin poder dormir en absoluto.

No era la primera vez que el insomnio me atacaba, pero en esa ocasión se sentía más abrumador. Era un manojo de emociones reprimidas y nada de lo que hiciera me funcionaba.

Me quedé un rato, de pie frente al espejo, con las manos apoyadas sobre el lavabo, mirando fijamente mi reflejo. Observando cada centímetro de mi rostro, tratando de herir poco a poco y cada vez más la percepción que tenía de mí.

El cabello castaño con rizos esponjosos, el rostro redondo adornado con varios lunares. Las cejas finas y puntiagudas, y ojos marrones con una neblina sombría.

Lo único que me gustaba de mi rostro era mi nariz de botón. Ni tan grande, ni pequeña, ni ancha, ni delgada. Era simplemente perfecta.

Pero una cosa positiva no le ganaba a las miles negativas que tenía en lista.

«¡Soy horrible!» Quise gritar.

Comencé a llorar mientras me hacía menos con los pensamientos, atacando cada parte de mi ser, hasta destruirme, hasta derrumbarme.

Solo quería que parará, que esos pensamientos abusivos se detuvieran, pero no lo hacían si lo trataba con calma. Decirme cosas positivas tenía el efecto contrario y me carcomía horriblemente.

Solo quería estar en paz, quería que alguien me quisiera de verdad y viera la mierda que estaba hundida y me sacara de ahí. Lo anhelaba.

Constantemente me imaginaba sumergida en un fango muy oscuro, hundiéndome de poco en poco, con la esperanza de que alguien tirará de mi cuerpo hacia la superficie.

Sin embargo, solo tenía esa presencia delante de mí, riendo en mi cara, murmurando y recordando todo lo que he hecho mal en todo este tiempo.

«Quizá deberías morirte.» La voz de mi cabeza me acribilló.

—Sí —me respondí sumida en esa realidad.

Me sentí satisfecha con mi respuesta, como si mi yo del espejo lo esperara, como si una mariposa de aprobación revoloteara en mi pecho.

«No le importas a nadie.»

—Ya no tengo a nadie. —Pensé en mis amistades, con un nudo en la garganta que quemaba.

«Rayna se dio cuenta de lo insignificante que eres y por eso se alejó.»

—Quizá fue lo mejor —coincidí.

«Si te mueres ahora, nadie lloraría por ti.»

—¿Nadie? —La dureza de esas palabras realmente tuvieron un gran impacto.

No era la primera vez que lo pensaba, pero era la primera vez que lo tomaba más en serio. Con más decisión.

«No le importas a nadie.»

—No le...

«Nadie te quiere.»

—Nadie me...

«Le harías un favor al mundo si solo te pudres bajo tierra.»

—Yo... —Estaba siendo demasiado cruel, pero no podía callarla. Y no tenía la fuerza suficiente para poner resistencia.

Completa Extraña [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora