Violenta

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El ajetreo del salón en las últimas horas se intensificaba.

Eran las clases de la carrera y por ende, las más relajadas y con poca supervisión. Todos hacían de todo menos el trabajo, debido a que eran revisados en la clase siguiente.

Por lo tanto, muchos pasaban el rato en sus celulares, platicando o jugando.

—¿Por qué lo haces?

Voltee hacia la conversación que se estaba teniendo una banca atrás entre Gus y Frank.

Gus inspeccionaba el brazo de Frank, mientras este se negaba y reía nerviosamente, hasta que la insistencia del chico fue demasiada, provocando que Frank se apartara de golpe.

Dejó de insistir para tomar sus cosas y salir del salón, detrás de los otros chicos, los cuales iban a comprar durante el descanso.

Los había observado por un buen rato, después de que su conversación interrumpiera mi lectura y no pudiese prestar atención a otra cosa que no fuera a su conversación que trataban de mantener en secreto.

Escuché lo suficiente para poder sumar dos más dos y llegar a la conclusión de a qué se referían.

Frank había estado un poco desanimado, se encerró en su propia mente, alejándose de nosotros. Pasaba su rato libre escuchando música y haciendo garabatos en su cuaderno.

Al mirarlo, se encontraba con el ceño fruncido, con la vista fija en el garabato de su cuaderno, mientras se agarraba con fuerza su brazo izquierdo.

A veces las señales son tan obvias, pero preferimos pasarlas por alto, porque es algo que no nos concierne, algo que no nos importa. Sin embargo, si pudiéramos hablar con alguien sin que este nos juzgue, estoy segura de que habría menos gente deprimida, o menos personas deprimidas que tengan que superarlo solas.

La depresión no tiene género, aunque es mayormente diagnosticada en mujeres, es verdad que cualquiera puede padecerla.

A pesar de ello, la sociedad puede presionar a los hombres para que no muestren esa vulnerabilidad, lo que dificulta que busquen apoyo o hablen de sus problemas emocionales, justificándolo con un "Soy hombre", como si aquello fuera razón suficiente para no padecer dicha enfermedad.

Y es que normalmente se engañan a sí mismos, debido a que los síntomas se manifiestan de diferente manera en ellos: a través de comportamientos de riesgo, abuso de sustancias o ira, en lugar de tristeza o desesperación.

No importa tu género, está bien sentirte mal, no eres menos que otros, puedes equivocarte y no pasa nada, está bien no estar bien.

No importa lo que la gente allá afuera diga, ellos no han pasado por lo que has pasado. Tu dolor es válido, tus sentimientos son válidos, no los menosprecies.

No todos tenemos que pasar por lo mismo para que sea justificado.

¿Otras personas sufren más que tú? Puede ser, pero no por eso significa que lo que estás sufriendo carece de importancia.

Es difícil llevarlo en marcha, pero poco a poco vas sanando esas heridas.

Durante ese tiempo con Frank, había notado todas esas claras señales, una de las razones por las cuales simpatice con él.

Entendía lo que le llevó a ello, no exactamente la situación, pero esa sensación pesada, abrumadora y un constante sentimiento de que no pertenecía a un sitio podía obligarme hacer cosas que si bien no me gustaban, mi cerebro aceptaba.

Es más fácil callar la mente del dolor emocional, con dolor físico.

Dejé escapar un largo suspiro antes de girarme hacia él, para confrontarlo.

Completa Extraña [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora