Reencuentro

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Tonta, tonta Amaris.

¿En qué estaba pensando? Nunca había tenido una relación como tal.

Mi experimento fallido con Ryan no contaba para nada, solo lo estaba usando a mi conveniencia y, la relación con Gabriel tampoco fue una grata experiencia.

¿Cómo se supone que se debe sentir? Mejor dicho ¿Cómo se supone que me debo sentir? En los libros pintan el romance de una manera tan práctica y sencilla, sin olvidar las películas.

Era de esas niñas que soñaba con su amor de preparatoria, claro que sí, ese del que te enamoras profundamente que terminan casándose. Lo que me llevó a mi siguiente pregunta. ¿Quiero casarme?

Quizá estoy siendo demasiado paranoica, imaginando cosas que claro no van a suceder. Pero es que toda la vida te preparan para tu relación larga y duradera que me era imposible pensar en otra cosa.

Mis abuelos se conocieron, se casaron y vivieron felices el resto de su vida (por lo menos un par de años), mis padres se casaron al año de conocerse, y estoy casi segura que los padres de sus padres, de sus padres, hicieron lo mismo.

¡Por todos los dioses! ¿Por qué nadie te dice que tú primer amor no es el amor de toda tu vida?

Te venden esa idea de que el amor es eterno, que es para siempre, que todo lo puede. Pero no es verdad, para nada.

El amor cambia, se transforma de muchas maneras y para nada es eterno. Nos cegamos al creer que hacer todo por permanecer con esa persona es lo correcto, aún cuando nos han lastimado de diferentes maneras.

Me aferre al amor que le tenía a Ansel, ¿y para que? Él no me amaba de la misma manera, es más, ni siquiera me amaba en absoluto, era un amor unilateral que nunca vio frutos, a pesar del máximo esfuerzo que hice.

Bien, quizá no hice un gran esfuerzo, pero las intenciones eran claras.

Y ¿qué hay de Neill? Un chico espléndido sin duda, atento, cariñoso, que apoyaba todas mis ideas por muy locas que estuviesen. Sin embargo, estaba tan acostumbrada a no recibir cariño que cuando me lo daba se sentía extraño. Se sentía asfixiante.

Pero era lo que quería, quería que alguien me viera, que estuviera conmigo, que fuera su prioridad. Incluso eso sonaba más horrible de lo que pensaba.

¿Por qué querría que alguien me tuviera como prioridad? ¿Qué no uno mismo tendría que ser su prioridad? Primero yo, luego yo, y al último yo. Puede sonar egoísta, quizá lo sea. Pero creo que eso nos evitaría problemas si tan sólo pensáramos más en nuestro bienestar.

Las personas tendemos a priorizar a los demás que no somos capaces de ver cuándo nos lastiman. Nos enfrascamos en mantenernos bien por la felicidad del otro, por la comodidad del otro, entonces ¿Dónde queda la tuya?

¿Por qué quedarte a ayudar a una persona que no aporta nada en tu vida? ¿Por qué quedarte a amar a una persona de la cual ya no sientes lo mismo solo por esa tonta idea de que el amor todo lo puede? ¿Por qué te quedarías con alguien que te lastima?

¿Por comodidad? ¿Por capricho? ¿Por codependencia?

¡Bien! Lo admito, no soy quien para decir todo eso, yo misma me enfrasque en esa estúpida idea de que en algún momento Ansel me iba a querer de la misma manera.

Esperé pacientemente a que me volviera a hablar, aun cuando sus acciones me lastimaban. Seguí ahí, como estúpida, lamentándome porque no lo hacía, en un hoyo de desconsuelo, porque me sentía abandonada, un abandono que solo estuvo en mi mente, en uno donde sola me metí, porque me mentía a diario.

Completa Extraña [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora