Soledad

5 2 0
                                    


Nunca tuve objeciones en cuanto a mis calificaciones, si bien no eran buenas tampoco eran malas. Pero esas eran horribles. No era el primer extraordinario al que me enfrentaba. Había ido a unos anteriores por un par de proyectos que no entregué. Eran materias tan fáciles que no tuve problema alguno.

Pero química, simplemente ese no era mi fuerte. Debí ponerle más empeño, pero el profesor tampoco ayudaba mucho, era malísimo explicando y te mandaba a la mierda si tenías dudas.

¿Creen que alguien con miedo a la humillación pública iba a animarse a pedir ayuda? Obviamente no.

Acepté mi destino. La verdad ni siquiera quería presentar ese jodido exámen, es más, planeaba morirme antes que enfrentarme al fracaso. Podría entrar una manera, lo haría.

Mis días se oscurecieron durante un tiempo, no comía, dormía en exceso o simplemente me mantenía un insomnio despierta durante toda la noche.

En servicio social, al no tener nada que hacer, con la terrible sensación de fracaso, simplemente opté por esconderme en la sala de exhibición arqueológica. Junto a los seis cráneos humanos.

Fue hasta cierto punto, reconfortante.

Escuché el sonido de unos pasos crecieron por el pasillo, manteniendo alerta en caso de que fuera gente que había decidido subir a observar un par de cadáveres.

Me relajé al escuchar la característica risa de Leonel seguida de una muy sutil de Clara. Parecían discutir algo. Las voces cesaron y el caminar de alguien hacia mi dirección me hizo levantar la mirada. Solo para encontrarme con los pies de Clara, quien terminó por sentarse en el suelo frente a mí.

Estaba moviéndose mucho, incómoda de todas las posiciones que probaba. Encogió sus piernas juntas hacia un lado para que su falda no se levantara.

Finalmente, me dedico una mirada seria.

—¿Qué tienes? —susurró, acercándose con cautela un poco más. Como si de un cachorro asustado se tratara.

—Nada—dije con voz ronca.

Un nudo picaba en mi garganta por contener las lágrimas por bastante tiempo.

—Es por las calificaciones, ¿Cierto? —no contesté, dándole quizá la respuesta. Tarareo una melodía y luego se volvió acercar más hasta que sus piernas tocaron las mías, las cuales abrazaba con fuerza ocultando parte de mi rostro en las rodillas—. No sé mucho de química, pero te puedo ayudar. Aunque yo igual me fui a extraordinario en esa. Así que no estás sola.

Quería agradecerle por su intento de consolarme. Pero mi mente me había encerrado en el autodesprecio, por ser insuficiente, por fracasar.

Fracaso.

Solo había eso, solo era eso. No importaba lo que hiciera, daba igual cuánto lo intentara, estaba tan encerrada en la idea de que era un fracaso que quizá por eso la gente se apartaba de mí. Podría ser que por eso mis padres se sentían como entidades totalmente ajenas, ellos esperaban de alguna forma que fuera una hija de buenas notas y de una inteligencia explotable. Pero no era así. Y para evitar crear decepcionarlos prefería mantener una distancia con ellos.

Crear una brecha. Alejarlos. Total, ya me habían dejado sola cuando más los necesite.

Quería soltarme a llorar, odiaba tener que mostrar una parte fuerte ante todos cuando solo quería llorar, por todo y por nada al mismo tiempo, hasta que mis ojos sangraran.

Estaba rota y nadie podía ayudarme con eso. Ni siquiera yo sabía cómo o por dónde iniciar.

Otros pasos llamaron mi atención. Neill y Leonel habían estado en el pasillo, pero habían perdido la paciencia de esperar y decidieron acercarse.

Completa Extraña [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora