¿Por qué?

42 7 0
                                    

Pasar tanto tiempo con una persona te vuelve dependiente. Una ansiedad inquietante me acribillaba con la indiferencia que Rayna mostraba hacia mí. Y la sensación de perdida no me agradaba para nada.

No estaba ayudando a mejorar la situación en absoluto, ya que había optado por crear más caos a nuestro alrededor, aplicando maniobras de protección o en su defecto, autosabotaje.

Me repetía una y otra vez que nuestra amistad iba a terminar, que yo no le importaba, que no tenía relevancia en su vida. Pequeñas acciones que había hecho durante nuestra amistad que me habían generado sensaciones negativas que venían a mi mente a cada rato.

Recordatorio de que quizá nunca fue mi amiga como decía ella.

一一一一❁❀❁ 一一一一

Recuerdo una ocasión en la que Rayna y sus amigas asistieron a mi casa para realizar un proyecto escolar.

Fue un par de meses después de que me uní a su grupito en segundo año, después de que me prestaran libros para leerlos y que me motivaron a continuar con más novelas.

Debido a la cercanía de mi casa con la escuela habían optado por hacer el trabajo en la mía.

No tuve objeciones debido a que me resultaba incómodo ir a casas ajenas. Y debido a que por la mayor parte del día no había nadie era perfecto para la ocasión.

Las chicas llegaron con la disponibilidad de hacer el trabajo, sin embargo, terminamos haciendo absolutamente nada porque preferimos platicar de otras cosas. Pero eso no resultó obstáculo para que aquel trabajo se entregará en tiempo y forma.

Por la tarde, después de parlotear sin parar, todas lucían hambrientas. Una de las chicas se ofreció a realizar algo de comer para todas. Lamentablemente, en mi casa nunca solía haber comida, ya sea por falta de tiempo en las que mi madre no podía y otra porque realmente no comía nada durante todo el día, por lo cual no me preocupaba por comprar absolutamente nada.

Había veces que mi cuerpo simplemente no soportaba la idea de comer y no porque temiera engordar, si no a qué la ansiedad me hacía perder el apetito.

Aunque en algunas ocasiones, cuando me sentía demasiado desanimada, en dónde las críticas constantes me hacían dudar de mis capacidades, me atragantaba de comida, sin degustar siquiera, la metía a trompicones a boca como desesperada.

Sentirme al borde de la asfixia me hacía desacelerar y apaciguaba la montaña de emociones que no era capaz de gestionar.

Ser un mal anfitrión estaba muy marcado en mi corta vida, había crecido escuchando a los adultos lo importante que era mantener a tus invitados felices.

No sentirme a la altura de aquellos generaba miedos innecesarios. Así que tomé la decisión de ir a comprar unas cuantas cosas a la tienda para que se pudiera hacer para comer.

¿Era buena idea dejarlas solas? Bueno, no veía por qué no.

Una vez de regreso, me quedé parada frente a la puerta, mientras unas risas salían del interior de mi casa.

Quería entrar de golpe, como siempre solía hacerlo, pero interrumpir lo que estaban hablando se sentía raro.

Y debido a las inseguridades que tenía, no podía evitar sentir que las risas siempre iban dirigidas a mí y eso me incomodaba más de lo que me podía molestar.

Odiaba tener ese sentimiento tan repugnante de que la gente se burlaba de mí. Podía ir en la calle y no conocer en absoluto a las personas de mi lado, pero si una risa salía de sus bocas, un escalofrío me recorría.

Completa Extraña [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora