Capítulo cuatro: La propuesta

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El timbre del portal repicó tres veces sin recibir respuesta alguna por parte del residente a quien [Tn] buscaba

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El timbre del portal repicó tres veces sin recibir respuesta alguna por parte del residente a quien [Tn] buscaba.

Suspiró diciéndose que era una mala idea, y que quizá el señor Roronoa ni siquiera estaba en su estudio.

Hacía casi tres semanas de que se debatía entre presentarse ante él para agradecerle el haberla salvado, o dejar las cosas como estaban; pero su consciencia no le permitió quedarse con aquello, y decidió que debía hacer lo correcto. Además, tenía que regresarle la camisa de algodón y los pantalones de chándal, que a pesar de ser muy grandes para ella, tomó prestado del cofre de madera porque su ropa estaba vomitada.

Miró la bolsa de papel de color marrón cuyas agarraderas eran blancas. Ahí llevaba la ropa del señor Roronoa.

Apretó la asa de su bolso negro de correa larga mientras se mordía el labio inferior.

Especuló que era tarde, y que a lo mejor el hombre ya se había ido a casa.

Se planteó que la mejor hora de buscarlo podría ser en el restaurante, aunque le daba repelús la —improbable— posibilidad de encontrarse con Reginald.

Como fuera que fuese, determinó que tal vez fue mala idea ir a ese sitio después de salir de su trabajo. Además de que pronto caería la noche.

Miró al cielo. Las primeras estrellas ya se insinuaban en el cielo ambarino que poco a poco perdía su color.

—Ey... —se escuchó repentinamente.

[Tn] se sobresaltó girándose hacia el hombre que acababa de hablarle.

Instintivamente, paseó la mirada por los musculosos brazos, ya que él usaba una camisa negra tan escotada que inclusive le dejaba los remarcados pectorales al descubierto.

Por último, notó la bolsa marrón que contenía una botella de sake.

—Se... Señor Roronoa...

—Vaya —dijo sonriendo de medio lado. Estaba agradado por el sonrojo en las mejillas de ella—. Creí que no volvería a verte, señorita del nombre desconocido.

Sintiéndose algo avergonzada, [Tn] cerró los ojos negando con la cabeza.

—Perdón —le ofreció la mano—. Mi nombre es [Tn].

Con agrado y cierto embeleso que supo disimular, Zoro observó un momento a la atractiva joven frente a él.

—Roronoa —respondió, correspondiendo el suave apretón—. Roronoa Zoro. Aunque creo que ya sabías mi nombre.

—S-Sí señor.

—Vale —dijo sonriendo de medio lado. Se guardó las manos en los bolsillos de su pantalón de chándal—. ¿Qué te trae por aquí, [Tn]?

—Quería regresarle su ropa —le extendió la bolsa marrón.

Zoro parpadeó, algo sorprendido, aunque aceptó la bolsa mirando en el interior.

DEL LIENZO AL CORAZÓN ━━ [FINALIZADA] 《76》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora