Capítulo siete: Reunión

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—¿Todo bien? —inquirió Nami, que se hallaba sentada en el taburete rojo junto a Zoro, a su extremo izquierdo

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—¿Todo bien? —inquirió Nami, que se hallaba sentada en el taburete rojo junto a Zoro, a su extremo izquierdo.

Ella usaba un vestido negro ajustado al cuerpo, y llevaba el cabello recogido en una coleta alta. Se llevó la copa de slush de mandarina a los labios, siempre mirando de reojo al susodicho que se encontraba muy callado y pensativo; como si el fondo de su vaso de sake le contase una historia deprimente.

—¿Por qué me preguntas eso? —le cuestionó, antes de erguirse.

Zoro vestía de traje formal en tono grafito; mantenía sueltos los primeros cuatro botones de la camisa blanca. Calzaba mocasines de terciopelo de color negro, sin calcetines.

—Porque pareces mas viejo de lo que ya eres, y más amargado de lo que siempre has sido.

—Confundes mi serio semblante con algo que no se le relaciona en nada, Dorobo Neko.

—Ajá —Nami rodó los ojos—. Mejor renuncia al mutismo y habla ya. ¿Qué tienes, idiota?

—Con tu insulto, me has etiquetado de manera justa y certera. ¿Tanto se refleja esto en mí?

Nami soltó una risotada que la liberaba del peso de la historia. Parecía que había rejuvenecido al menos unos quince años.

—Es sabido aquí, y donde sea, que eres un idiota —lo miró de soslayo. Desconocía el agobio que causaba en su amigo de antaño ese semblante desanimado, casi apagado, aunque rápidamente se hizo una vaga idea de la situación—. Pero eres nuestro idiota —añadió, ahora que su esposo Sanji se asomaba desde detrás del mostrador—. Cuéntame tus penas. A lo mejor existe algo que una vieja excarterista pueda hacer en tu favor.

—Los hombres no acostumbramos a confesar nuestros pesares —dijo Sanji—, pero sabemos diferenciar cada cual cuando encontramos en el rostro de otro, el atisbo de su mal.

—Ahora sí que todos han hablado como unos viejos... —se escuchó decir a una voz dulce y femenina. Se trataba de Robin, que aparecía a espaldas de Zoro y Nami, sonriéndole a Sanji. Iba de la mano de Franky, su marido—. Parece que la senilidad ha tocado a sus puertas. Yo, a mis cuarenta y nueve, me he olvidado de la sensación.

Robin vestía de traje formal que constaba en chaqueta y pantalones lisos de corte recto, ambas cosas de color negro. Usaba una camisa de seda de color rosa, y llevaba un par de lentes de sol en la cabeza.

Franky, por su parte, lucía una camisa de estampado hawaiano casi tan azul como su cabello; los vaqueros, negros y un tanto holgados lo hacían parecer mas alto.

DEL LIENZO AL CORAZÓN ━━ [FINALIZADA] 《76》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora