Capítulo 3: Mi error (segunda parte)

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El sonido del agua fluyendo la guió hasta un río cercano, como se encontraban en pleno otoño era de suponer que sus aguas estarían heladas, por lo que prefirió no adentrarse en ellas. Con la mente nublada por el dolor y la decepción de lo dicho por Inuyasha, comenzó a vestirse despacio sin evitar recordar los suaves besos y caricias del hanyo por todo su cuerpo, dejando por fin fluir las lágrimas en silencio. Deseaba gritar para liberar su tristeza y frustración, pero eso podría atraer a algún demonio o depredador hacia ella y para colmo había olvidado su arco y flechas en la cueva.

Terminó de vestirse y se sentó en una roca en la orilla del río, observando cómo algunos peces revoloteaban en la orilla donde la corriente era más tranquila «"Si tu amor no es correspondido, lo mejor será que no insistas en cruzar la línea de la amistad que existe entre ustedes. No deseo que sufras por alguien que no merezca tu amor, entrega tu corazón sólo cuando estés completamente segura de que eres correspondida, y nunca olvides que tú vales mucho, no permitas que nadie convierta tu sonrisa en lágrimas"» las palabras que su padrino le dijo unos días antes llegaron a su mente, cuánta razón tenía y ella había sido una completa idiota al no hacerle caso. Se entregó a un hombre que amaba a otra y terminó con el corazón roto.

Inhaló y exhaló profundo varias veces hasta calmarse y limpió las lágrimas de su rostro con la manga de su blusa mientras continuaba observando el agua del río, al menos haría caso a su padrino en no permitir que nadie convirtiera su sonrisa en lágrimas «Ya no voy a llorar por Inuyasha» se mentalizó con eso antes de ponerse de pie y caminar de regreso a la cueva.

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Inuyasha decidió no seguir a Aome cuando la vio salir corriendo de ahí. Después de todo él era el culpable de su reacción, se maldijo a sí mismo por no haber tenido el suficiente autocontrol para evitar ceder a sus impulsos carnales. Era cierto que sentía un gran cariño por Aome, pero su verdadero amor era Kikyo. Lo peor de todo fue que el parecido físico de ambas le jugó a su mente en contra, pues mientras besaba y acariciaba a Aome, estaba pensando en que era Kikyo a quien le hacía el amor. Ahora por su culpa Aome se sentía herida y no era para menos, ella le entregó su virginidad y él le pagó diciéndole que lo que pasó entre ellos fue un error.

Ya no podía cambiar el pasado, pero al menos sería lo suficientemente hombre para pedirle perdón o su conciencia no podría estar tranquila. Con eso en mente se vistió con rapidez y cargó con la mochila, el arco y el carcaj de Aome para ir a buscarla.

Ambos se encontraron a mitad de camino y se miraron unos instantes de frente sin saber cómo reaccionar. Inuyasha pudo notar que Aome había llorado pues tenía los ojos ligeramente enrojecidos y otro golpe de culpa lo invadió, él fue el causante de sus lágrimas al haber jugado con sus sentimientos sin proponérselo, ya no quería verla llorar, no por su maldita causa.

- Necesitamos hablar - pronunció con suavidad esperando alguna reacción negativa de parte de ella, mínimo que lo mandara al suelo con el hechizo del collar y estaría bien, se lo merecía.

- De acuerdo, hablemos - respondió ella sorprendiéndolo por la serenidad con que lo dijo.

El intento de charla se vio interrumpido cuando vieron acercarse a Sango, Miroku y Shippo volando sobre Kirara.

- ¡Aome, Inuyasha! ¡Qué bueno que están bien! - exclamó con alegría Sango cuando estuvieron junto a ellos.

- Temíamos que algo malo les hubiera pasado cuando nos separamos de ustedes durante la batalla - agregó Miroku.

Shippo saltó a abrazar a Aome con alegría - Estuve muy asustado de que estuvieras herida o perdida en la tormenta.

Aome le sonrió con dulzura - Gracias por preocuparte por mí, pero estoy bien, Inuyasha y yo encontramos una cueva donde refugiarnos.

Pacto de orgullo (Sesshome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora