Tres semanas transcurrieron durante las cuales Inuyasha y Aome hicieron lo posible por recuperar la amistad que tenían y que todo regresara a ser como antes. A pesar de que fue un poco complicado, ambos comenzaban a superar lo acontecido y hubiese continuado bien, de no ser porque durante la batalla contra Naraku y los siete guerreros en el monte de las ánimas, Kikyo desapareció.
Naraku la atacó con sus garras envenenadas y supusieron lo peor. No obstante días después, Aome fue contactada por el espíritu de una jovencita para que ayudara a purificar el veneno de Naraku del cuerpo de Kikyo.
Como siempre, el noble corazón de Aome la llevó a ayudar a Kikyo, aunque eso representara más dolor para sí misma. Superar su amor por Inuyasha era difícil y más teniendo frente a ella a la mujer que él amaba de verdad. Pero el amor es así, das todo por la felicidad del otro, aunque eso signifique tu propia infelicidad.
Los días siguieron pasando y ya era común ver por las noches el avistamiento de las serpientes caza almas y, tras ellas, a Inuyasha corriendo hasta perderse dentro de la espesura del bosque. Suceso del que lastimosamente Aome era sólo una espectadora.
Para infortunio de Aome, llegó el día en que Inuyasha y Kikyo se unieron como pareja, siendo la evidencia de esto una mordida de colmillos alojada entre el cuello y el hombro de la sacerdotisa de barro, la marca de apareamiento, según le explicó Sango, era el equivalente al matrimonio humano.
Kikyo se integró al grupo siendo recibida con cierto recelo por Sango y Shippo, algo de lo que Aome se dio cuenta y decidió tener una charla con ellos para que cambiaran su actitud. Era cierto que la más afectada emocionalmente era ella misma, pero era una buena perdedora y haría lo posible por llevarse bien con su encarnación para que el grupo siguiera unido y funcional como hasta ese momento.
Algo que no ayudaba era la actitud de la sacerdotisa de barro, siempre miraba con cierto desdén a los integrantes del grupo, sobretodo a Aome por considerarla inútil y débil, algo que no se contuvo en decirle, bajando hasta el suelo la moral de la pobre chica. Además de que prefería no interactuar mucho con ellos, permaneciendo pegada a Inuyasha todo el tiempo, al grado de llegar a la toxicidad, sin embargo era algo que no parecía molestarle al hanyo.
Las excesivas muestras de afecto entre Inuyasha y Kikyo comenzaban a ser molestas para sus acompañantes, quienes podían ver cómo Aome sufría por dentro cada que los veía, pero se hacía la fuerte tratando de distraerse en otras actividades. Para Miroku y Sango no era un secreto que Kikyo lo hacía con el propósito de lastimar a Aome y también para marcar su territorio. Territorio llamado Inuyasha.
- Sango, monje Miroku, quiero pedirles de favor que me ayuden a entrenar, ya no quiero seguir siendo una carga para el grupo - Aome lo decía recordando que Kikyo la tachó de inútil y débil, por lo que deseaba entrenar, volverse fuerte y restregarle en la cara su progreso.
- Por supuesto amiga, yo te enseñaré a luchar cuerpo a cuerpo y a usar otras armas - respondió con alegría Sango al ver su actitud tan decidida.
- Y yo puedo entrenarla para que logre controlar mejor su poder espiritual - agregó Miroku contento de poder ayudarla.
- ¡Gracias! - contestó con singular alegría, a pesar de todo, su sonrisa era algo que difícilmente lograría desaparecer a pesar de las adversidades, pues siempre mantenía en su mente aquella frase que le dijo su padrino: "No permitas que nadie convierta tu sonrisa en lágrimas".
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.- Estás acostumbrada a luchar a distancia usando tu arco, pero necesitas también aprender a combatir cuerpo a cuerpo - mencionó Sango al desenvainar su espada y entregársela a Aome - Sujeta la espada con ambas manos para que puedas tener mejor agarre y atácame con todo lo que tengas.
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Pacto de orgullo (Sesshome)
Fiksi Penggemar"Es mejor perder el orgullo con alguien que amas, en lugar de perder a ese ser que amas por culpa de tu inútil orgullo" (John Ruskin). Soy Aome Higurashi, la sacerdotisa guardiana de la Perla de Shikon, aunque lamento decir que ya no soy la misma pe...