Capítulo 8: El diario

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"Querido diario:

Me presento contigo, mi nombre es Aome y a partir de hoy tú serás mi confidente. Sólo a ti te contaré mis secretos más íntimos, porque sé que nadie más excepto yo, podrá leerte y porque también sé que tú nunca me juzgarás.

Juro que si no lo hubiese vivido en carne propia, no creería que es posible viajar en el tiempo y menos a través del pozo que está en mi templo, pero es una realidad, he viajado quinientos años al pasado, y todavía hay más, en tan sólo un día fui atacada por una demonio ciempiés que intentó arrebatarme la perla de Shikon, de la cual yo no tenía ni idea de que la llevaba en el interior de mi cuerpo.

También me enteré que soy la reencarnación de una sacerdotisa llamada Kikyo, que murió protegiendo la perla y ésta fue quemada junto con su cuerpo.

Además liberé el sello de un semidemonio llamado Inuyasha, que me salvó de aquella demonio, pero que también intentó matarme para robarme la perla. En fin, el collar mágico que le puso la anciana Kaede a Inuyasha logró salvarme y ahora él y yo tenemos que cuidar la perla para que no caiga en manos equivocadas.

Sin embargo, por accidente rompí la perla en varios fragmentos y tenemos que emprender la misión de recolectarlos para volver a formar la perla".

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Ese era el contenido de la primer página del diario, sólo con leer aquella breve redacción, Sesshomaru logró encontrar respuesta a algunas de sus dudas. Tal y como lo sospechó, la humana provenía del futuro y era la reencarnación de la sacerdotisa de barro, de ahí su gran parecido físico, pero todavía faltaban muchas dudas por resolver como cuál era el motivo real por el que Inuyasha intentó asesinarla después de que por mucho tiempo la estuvo protegiendo. Aome le dijo que fue porque rompió una ley de los demonios, pero debía haber alguna razón más de fondo que ella no le contó y quizás leyendo ese diario lograría averiguar.

Observó el cielo, continuaba oscuro y estrellado, podía continuar con su lectura tranquilamente sin el riesgo de que alguien despertara. Como los relatos eran cortos, no dudaba en que terminaría de leer el diario por completo antes del amanecer.

Cada párrafo reflejaba el sentir de Aome, sus vivencias, alegrías, tristezas e inseguridades. Conforme avanzaba en la lectura, Sesshomaru iba conociendo una parte del alma de la chica que se hallaba plasmada en sus páginas. Contrario a lo que pensaba, los humanos no eran seres de bajo intelecto, frívolos e inútiles. En realidad eran inteligentes, sentimentales y compensaban sus desventajas físicas inventando artefactos que les facilitaban la vida.

En particular, Aome le intrigaba, en sus narraciones mencionaba tener una familia, amigos y estudiar en algo que nombraba como instituto. Por si fuera poco decía que en su época vivía en paz, sin el riesgo de enfrentarse a demonios o a Naraku, puesto que únicamente habitaban humanos. Entonces si tenía una buena vida en su época ¿Por qué eligió continuar viviendo en la era sengoku exponiendo su vida en una lucha que no le concernía y peor aún, huyendo de un hanyo que deseaba acabar con ella, cuando la solución simplemente hubiese sido regresar a su época y sellar el pozo para que él no pudiera atravesarlo?

No encontraba lógica a sus ideas, no obstante continuó leyendo. Parte de la respuesta llegó cuando en el relato Aome confesó que se había enamorado de Inuyasha y a pesar de saber que él amaba a Kikyo, decidió permanecer a su lado.

«Así que se enamoró del híbrido» pensó Sesshomaru «No sé quién de los dos es más idiota, si ella por amarlo sin ser correspondida o él por enamorarse de una muerta» se burló para sus adentros, no comprendía la necesidad de los humanos por ese sentimiento llamado amor, cuando él mismo con sus casi mil años de existencia nunca lo había experimentado y no creía necesitarlo. En fin, prosiguió con su lectura durante varias páginas hasta llegar a la parte más interesante.

Pacto de orgullo (Sesshome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora