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Los puñetazos no faltaban, aunque Souya recibía los golpes sin querer, la realidad era que su adrenalina y miedo no dejaban que se desmaye.

-- Si tengo que matarte aquí para tenerte, no me vendría mal un beso antes de que suceda.-- El Haitani lo sostuvo de las manos para que no se defienda y besó sus labios con brusquedad.

-- M-muérete...-- Murmuró el peliazul, logrando tirar su cabeza hacia atrás y darle un cabezazo bien puesto en la nariz.

Ante el impacto, el mayor tuvo que soltarlo y sostenerse el área, dejando así que el menor se aleje lo suficiente para tomar el arma, al menos eso planeaba.

-- Me hiciste enojar.-- Declaró con desdén al correr hacía él y patearle las costillas.

Souya estuvo a pocos centímetros de meterle un tiro en la cabeza, pero el contrario alejó aún más el arma y pisoteó su mano derecha para que no vuelva a hacerlo, acto seguido lo cazó de los cabellos y lo levantó, recostándolo de inmediato en una mesa desocupada.

-- No sabes lo excitante que es para mí el verte huir, tus golpes me calientan tanto que no puedo controlarme.-- Rió en alto al tironear los botones de su camisa hasta romperla.

Souya intentaba sacarselo de encima, en cualquier momento alguien vendría, solo necesitaba resistir más tiempo, y si debía sacrificar parte de su dignidad para salir con vida, haría lo que fuera.

-- Te violaré tantas veces hasta que me supliques, quiero escuchar tu jodida voz rogar por mi polla.-- Exclamó posando todo su peso en el torso del menor, mientras las piernas de éste intentaban patearlo lejos de su intimidad.

El mayor le metió 2 trompadas de lleno, aturdiendolo de nueva cuenta, tiempo suficiente para desabrocharle el pantalón y bajarlo para poder meter la mano.

-- N-no me toques, asqueroso imb.-- Fue callado por la mano ajena, la cual fue presionada con fuerza.

A estas alturas Rindo ya tenía pase libre a hacer del menor una obra de arte para sus ojos, la insoportable contención de sacarle los intestinos, descuartizarlo o beber su sangre ya era incontrolable, en un segundo de lucidez aseguró su siguiente movimiento, cosa que el menor lamentaría.

Souya por su parte ya estaba demasiado cansado, su cuerpo dolía y ardía en su totalidad y la cordura se había escapado de sus dedos, al sentir como su ropa era quitada con desesperación y una corriente helada recorrió toda su espina dorsal, un leve recuerdo de su gemelo vino a su mente.

Nahoya Kawata era un chico demasiado feliz, un ejemplo a seguir de como superar las adversidades, sonreía y reía de todo a su alrededor, sin dudas también el mejor hermano que podía pedir. Aunque el recuerdo de Souya era diferente, la última vez que lo vió no tenía esa sonrisa característica en su rostro, éste se notaba preocupado e impaciente, y solo cuando cruzó la puerta del apartamento, le dedicó esa última sonrisa sincera, la cual nunca más volvió a ver.

-- Y-yo... Debo cumplir mi promesa.-- Susurró abriendo los ojos de par en par.

Así como si el triste recuerdo de su hermano parecía darle fuerzas, éstas fueron utilizadas en el momento más inoportuno.

Fueron 3 segundos en donde el Haitani tenía toda la ventaja, solo faltaba meter su verga en ese pequeño agujero, pero antes de lograrlo, recibió un puñetazo en el estómago, quitándole el aire por completo.

-- Segundo round.-- Enfatizó Souya levantándose de la mesa y poniéndose en guardia de inmediato.

El breve momento que Rindo no pudo responder, el peliazul lo utilizó para meterle golpes en el abdomen, como un boxeador profesional a punto de ganar el cinturón. La bronca, el miedo y la adrenalina hacían que recordara todas las prácticas de defensa personal, aplicándolas sin dar respiro alguno.

Free Hugs | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora