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El llanto apareció de inmediato, Souya ya no podía contenerlo más.

-- Te ves tan adorable...-- Lo sostuvo del mentón--. Y pensar que este pequeño bastardo me arruinó la vida...-- Murmuró para sí mismo.

-- T-tu te la arruinaste solo, no tienes fundamentos del porqué carajos quieres torturarme.-- Reprochó el menor, estaba cansado de todo.

-- Me diviertes mucho, solo por eso hoy te dejaré vivir.-- Declaró contento, de todas formas Souya no podría decir nada.

Antes de que algo más pudiera suceder, el grito de sus amigos hicieron que el Haitani se alejara del menor.

-- ¡No te le acerques, maldito enfermo mental!-- Ordenó el rubio.

-- Ja ja, así que ustedes lo saben, sabía que el pequeño no podría mantener nuestro secreto, era demasiado maravilloso.-- Mencionó el mayor, su sonrisa se iba haciendo cada vez más grande.

-- ¿Por qué carajos no tienes las heridas que Souya te hizo?-- Cuestionó el más alto.

-- De la misma forma en la que Souya ocultó sus moretones, yo también debía ocultar bien la divertida persecución que tuvimos, y hablando de eso...-- Soltó una risa--. Me encantaría repetirla, en el mismo lugar y con la misma intensidad, me hizo sentir tan bien.-- Suspiró profundo, se estaba excitando otra vez.

Luego de decir eso, Rindo se fue por su lado, dejando al trío en pleno pasillo, el peliazul al dejar de verlo se desplomó en el suelo, su corazón no había dejado de latir cada vez con más fuerza, sentía que moriría de un paro cardíaco.

-- Estamos aquí, no te preocupes...-- Susurró el rubio ante la situación del menor.

-- Debo acabar con esto... De alguna forma u otra.-- Expresó Souya, no podía soportarlo más.

Los demás días el Kawata faltó a sus clases, sus amigos se habían asustado en gran manera ya que no respondía a sus mensajes y llamadas; era como si hubiera desaparecido y eso los aterraba, porque cada tanto se cruzaban con el Haitani, sin embargo este solo les sonreía de una forma psicópata.

Dos días después de la semana en la que Souya no apareció, sus amigos decidieron ir a visitarlo ya que recién habían podido hacerse el tiempo, el estudio y el trabajo juntos no daba abasto.

-- Nunca tarda en atender...-- Murmuró el más bajo al tocar el timbre por tercera vez.

El mayor apoyo su cabeza a la puerta del departamento para escuchar algún ruido proveniente de adentro, pegó un brinco al oír algo romperse. En cuanto iba a forzar la cerradura para abrirla, esta se abrió de a poco dejando ver el cansado rostro del Kawata.

-- ¿Qué hacen aquí?...-- Preguntó bostezando.

-- ¿Qué fue ese ruido? ¿Por qué tardaste tanto en atendernos?-- Cuestionó con molestia el rubio.

-- Tranquilo, me quedé dormido, lo que se rompió era un plato que dejé mal puesto...-- Declaró tallandose los ojos.

-- ¿Por qué no has ido a clases? Los profesores preguntan por tí, desapareciste así de la nada y ya todos piensan que te pasó eso que ya sabes...-- Lo reprendió el más alto.

-- Ya, me duele la cabeza... No fui porque me aísle de todo, me dió mucho miedo el salir y preferí quedarme en casa... Me he puesto demasiado paranoico que ni siquiera puedo ir al baño o abrir la puerta del armario sin el arma, temo que Rindo entre aquí y me lastime...-- Confesó el peliazul, sus ojos demostraban que incluso el sueño había perdido.

-- Si estás tan así ¿Por qué nos abriste la puerta?-- Le interrogaron.

-- Instalé más cámaras, los vi en la computadora.-- Declaró señalando a sus espaldas.

Free Hugs | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora